Vaya que siempre existen consecuencias para toda actuación en la vida, si no fuera así, todos los actos estarían previamente autorizados por nuestra conciencia.
Para empezar, ¿Que es un impulso? Se dice que es una tendencia a actuar sin una deliberación previa, un fenómeno contrario a un acto de voluntad. Resaltamos a la palabra acto y fenómeno, son los actos, actuaciones que tenemos de nuestro interior a lo exterior, las acciones que se hacen, en este caso sin percibir a un tiempo posterior la(s) consecuencia(s) de lo ya hecho. Y el fenómeno, es un rasgo que puede formar parte de nuestra vida, fenómeno porque todos los seres vivos como nosotros los humanos podemos realizar, porque no solo es de una persona, puede ser de todas las personas alrededor del mundo.
Impulsos son acciones que suceden en un espacio de tiempo y que causan su efecto en un tiempo posterior. Lo más raro es que para los impulsos no le conocemos un destino, suceden por muchas formas, causas y razones:
Necesidad: Buscamos algo que aparentemente “nos hace falta”, es decir, una carencia. Es algo que tenemos que tener a pecho forzado, o que queremos. Ejemplos comunes son entre parejas amorosas.
Deseo: Va ligada con la necesidad, el deseo es sentir que ya tenemos prácticamente lo que queremos, y que por consiguiente, saciamos un gusto. Lo soñamos o lo pensamos, es una emoción desarrollada anteriormente derivado de otros rasgos de personalidad.
Impaciencia: Yo siento que es como la desesperación, solo que no la demostramos hasta que lo sentimos. Y es verdad, es rapidez, es anhelo, ansiedad. El motor que nos conduce hacia un acto insólito y desconocido.
Las personas más propensas a desarrollar impulsividad son los niños, son actos que en una primera impresión no son graves, que pueden desarrollarse y causar situaciones graves es otra cosa. Gracias a las personas que se ocupan de estos problemas (los psicólogos) el impulso se disuelve y no vuelve a aparecer. Llegamos a una edad adulta y los impulsos no están tan latentes o al orden del día, pero lo más común es que en las situaciones de adversidad y de indiferencia, los impulsos toman un giro dominante. Te explicaré el porque de mi punto de vista:
- No pensamos en un primer lugar en lo que hacemos en situaciones descritas anteriormente, tenemos una perspectiva, o solo la tienen las personas que si piensan en los efectos a futuro, pero en las que no, son las que hacen de los impulsos, un escape.
- Podemos creer en que aspectos y sucesos de la vida son correctos cuando en realidad son todo lo contrario, los impulsos hacen de nosotros un juego, en el que elegimos proceder al acto o en una opción casi nunca utilizada, razonar y tomar una respuesta diferente.
- El impulso no tiene voluntad alguna, no conoce la palabra “importante” ni el verbo “esperar”. Reiterando, son pocos los casos en los que las personas con un control dominante de su persona, declinan a impulsarse a algo desconocido.
- Las influencias de cualquier lado son el alimento de los impulsos, sobretodo las opiniones precipitadas y sin una razón de ser son las que ligan y las que conducen a tomar al impulso como algo positivo.
- Si a muchas personas les resulta ser impulsivas, poco a poco reducen la posibilidad de un segundo plano, es decir, de tener una segunda opción a realizar, con el tiempo suelen corregirse las cosas y las personas se dan cuenta por sí solas de lo que significa ser impulsivo.
Mi conclusión es que no debemos tomar una actitud impulsiva en cuanto a las decisiones importantes, aquellas que marquen un destino o un resultado. Puede ser algo malo a largo plazo, siempre hay que razonar, dominar a nuestra mente y no dejarse llevar, por apariencias, por palabras, etc. Siempre es bueno tomarse un respiro y llegar a una buena decisión. Hay que tratar de conocer siempre a lo que afrontamos y no dejar como una moneda al aire nuestro destino.