Sentir que me salvo
Algo te trastorna,
No me reconoces,
Te cuesta entenderme.
No soy aquella niña tierna
que recuerdas con sus rosadas mejillas,
siempre dispuesta a tus caprichos.
No me reconoces,
No me parezco a aquel ángel de tus deseos,
ángel de dulzuras sobre tu cuerpo,
lista a perder las alas con tu faena.
Querías regalarme diamantes,
cubrirme de oropeles.
Yo quería versos, cuentos mágicos,
suspiros de paz.
Deseabas que temblara mi cuerpo en espasmos
con el toque de tus dedos.
Yo, que vibrara mi espíritu,
que volara mi esencia sobre tu cabeza,
que segaras mis ojos con el brillo de tu alma.
Si solo entendieras cuanto me embriaga
escuchar un arpa,
un violín afinado,
unos dedos sobre el marfil de las teclas de un piano
arrancándole melodías al cielo.
No deseo letras muertas,
Ni rubíes colgando de mi cuello.
Solo que se deslice tu amor
justamente en el centro de mi pecho
sintiendo que me salvo.
Carmen Amaralis Vega Olivencia