Cristina Fernández de Kirchner ha vuelto. Aún no se sabe al 100% si será candidata a senadora en octubre, pero su regreso a la primera línea de la política es definitivo. Pese a las enormes críticas recibidas, pese a los escándalos, a los procesos por presunta corrupción y a la derrota electoral de 2015 frente a Mauricio Macri, la expresidenta conserva un enorme número de fieles. Y miles de ellos se congregaron en el estadio Julio Grondona, en Sarandí, el corazón del conurbano de Buenos Aires, la zona obrera y pobre del país donde ella tiene un respaldo de hasta el 40%. “Lo importante es canalizar esta fuerza, esta decisión ciudadana en organizar a la sociedad, por eso convoco y los convoco a la unidad ciudadana, a la unidad de todos los argentinos y argentinas. Porque estoy convencida de que esta etapa histórica de agresión neoliberal a todos los estamentos de la sociedad no es una cuestión de partidos políticos”, dijo Kirchner en el arranque de su discurso.
Cristina Kirchner tiene fieles, muchos fieles, pero ya no tiene poder y ni siquiera partido. Con tal de no enfrentarse en unas primarias al que ella considera su "empleado", el exministro Florencio Randazzo, la expresidenta ha decidido salir del Partido Justicialista, el peronismo que le sirvió a ella y a su marido, Néstor Kirchner, para alcanzar el poder primero en Santa Cruz y después en todo el país. Por eso, porque es una dirigente sin partido, ella dio una orden clara que todos los suyos cumplieron como siempre de forma casi militar: no había banderas de diferentes agrupaciones, como es costumbre. "Solo banderas argentinas", ordenó ella, precisamente en el día de la bandera, festivo en todo el país. Y así fue, con algunas excepciones, como el grupo Kolina.
Todo era distinto a la escenografía clásica. La expresidenta hizo subir al escenario a un grupo de hombres y mujeres afectados por la crisis: estudiantes, científicos, maestras, pequeños empresarios, madres de siete hijos, voluntarias de un comedor, jubilados, inmigrantes bolivianos. A todos los que presentó con nombre y apellido y una pequeña historia de vida, una técnica que también utiliza su rival, Macri, asesorado por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba. Kirchner usa así lo que funciona de su contrincante. La expresidente enumeró los pesares de esos ciudadanos, uno por uno, como ejemplo de lo que ella quiere denunciar, “la realidad que tenemos que encarar y modificar”. Algunos en el público lloraban con las historias. Todo parecía medido para lograr un relato: Argentina era un país que funcionaba y Macri lo destruyó. La realidad es mucho más compleja, pero los mítines no son lugar para matices. “Si tenemos que traer a todos los sectores con problemas seguimos acá mañana”, dijo ella, mientras pedía médicos para personas que se desmayaban. “¿Qué les pasa? Es que hoy hace mucho frío”, comentaba.Ella estaba sola, sin teloneros, nada. Ella y los suyos, sin partidos. Era una Cristina diferente, menos agresiva, que intenta limitar el enorme rechazo que genera su nombre en algunos sectores. Una y otra vez repetía que la crisis y la subida de tarifas decretada por el Gobierno afecta por igual a kirchneristas y macristas. Y cuando el público empezó a insultar a Macri, ella los frenó: "Nada de insultos, hemos venido a construir una unidad ciudadana". La campaña de los Kirchner parece haber tomado ideas que le han funcionado al macrismo: solo banderas y el himno argentino como colofón, sin marchas peronistas.
“Lo que necesitamos es ponerle un límite en las próximas elecciones, ponerle un freno a este gobierno y al ajuste. No le hagamos el juego a los que intentan confundir hablando del pasado, claro que tenemos pasado, pero con ellos no tenemos futuro, ese es el verdadero problema. Tenemos que poner un freno a tanto disparate. Así no se puede seguir”, dijo Kirchner. El estadio, no muy grande, se desbordó enseguida y se vivieron escenas de tensión con la gente que quería entrar superando el aforo. Algunos se colocaron en las colinas de alrededor para seguirlo. Incluso los trenes de cercanías que pasan lindante al estadio aminoraban su marcha para verla. "A volver, vamos a volver", gritaban todos.
Kirchner rodeada de seguidores sobre el escenario.AFP
“Tengo 3 hijos y soy abuelo y es realmente muy complicado vivir porque no hay trabajo. Mi hijo cobra el salario en tres cuotas mensuales, dicen que hay una mejora pero es virtual. Yo en este momento no veo mejora”, dice José Sinfrón, un taxista de 56 años. Raquel González llegó desde San Martín, en el extrarradio de Buenos Aires. “Vine a apoyar a Cristina porque con ella estábamos mejor y me alcanzaba para comer. Hoy solo puedo hacerlo una vez al día porque no hay trabajo. El kirchnerismo tiene que volver distinto, con otra gente, más joven, y otra mentalidad”, dice.
Cuando el kirchnerismo perdió el poder no sólo en el país sino también en la provincia de Buenos Aires, algo inesperado, parecía en desbandada. La guerra por la sucesión era brutal, mientras ella se recluía en su refugio de El Calafate, al lado del glaciar Perito Moreno. Pero 16 meses después, los malos datos económicos de Macri, la inflación y la crisis que afecta sobre todo al conurbano de Buenos Aires, y la incapacidad del peronismo para encontrar un relevo han vuelto a ilusionar a los kirchneristas. Creen que es posible que ella gane en la provincia de Buenos Aires, se convierta en senadora y desde ahí pueda dar el salto a la presidencia en 2019. El Gobierno de Macri está convencido de que eso es imposible y más con la división del peronismo.
Los antikirchneristas sueñan con una derrota, la primera de su carrera, que acabe con ella definitivamente. A la misma hora en que ella hablaba, frente a la sede de los tribunales federales que instruyen sus causas por presunta corrupción, manifestantes antikirchneristas reclamaban a los jueces que tomen decisiones ya, que actúen contra la corrupción.
Cristina Kirchner no deja indiferente a nadie. Tiene fieles pero también muchos que la detestan. Las encuestas que maneja la Casa Rosada la dan perdedora, y por eso aún creen que a última hora -el sábado es la fecha límite- no se presentará. Pero ninguno de los miles de personas que fueron al estadio a verla se plantea siquiera esa posibilidad. Para ellos, Cristina ha vuelto, y no hay marcha atrás. Cualquiera que haya estado en ese mitin multitudinario pensaría que se presenta y ese era el inicio de su campaña. Pero en Argentina, y más en el mundo de la expresidenta, hacer previsiones de más de dos horas es muy arriesgado.
Ya nadie discute la infalibilidad del Papa, porque nadie lo cree aunque lo quieran. Cristina Kirchner no es un Papa y tampoco es infalible. Nadie es infalible. Ni siquiera resulta provocador ese debate. Pero cuando el cuestionamiento de supuestos o verdaderos errores cometidos, como si eso fuera un gran descubrimiento o un acto sublime de independencia de criterio, lleva a ponerse por fuera de ese marco de conducción, más que los errores y todo ese colorido, lo que se plantea es un cuestionamiento al liderazgo en sí. De alguna manera, los ex funcionarios kirchneristas reunidos alrededor de Florencio Randazzo, más el Movimiento Evita, lo que están diciendo no es solamente que ese liderazgo tuvo errores y no los contiene, sino que además ya no es valioso como tal.
Frente a la poderosa alianza que está representada en el gobierno de Cambiemos, de medios concentrados, grandes bancos y empresas, un sector importante de la Justicia y los servicios de inteligencia, la única fuerza que puede oponer el campo popular es su masividad y su unidad solidaria y una de las pocas herramientas para lograrla son liderazgos como los que han surgido esporádicamente en la historia y como el que protagoniza en la actualidad Cristina Kirchner.
No es una novedad para la derecha: el esfuerzo principal de toda la parafernalia de operaciones de inteligencia, políticas, mediáticas y judiciales del oficialismo, estuvo y está enfocado en destruir esa herramienta popular. El peso de esa formidable artillería apunta menos a destacar sus logros y embellecer a Mauricio Macri, y más a despedazar a Cristina Kirchner. Ignoran y ocultan las innumerables denuncias de corrupción contra el gobierno de Cambiemos pero insisten en la corrupción K con sucesiones de grandes titulares, campañas de alta intensidad en las redes y reacciones periodísticas de inusitada virulencia en la televisión.
Se trata de una estrategia consciente, planificada y centralizada y sus protagonistas son actores de un guión. No son reacciones independientes o coincidentes por la casualidad o “porque piensan lo mismo”. Está orquestado en forma centralizada y en cada situación se hace evidente la consigna central que se elige. Contra el acto que realizó el kirchnerismo en la cancha de Arsenal, la señal de largada estuvo a cargo del propio Macri con una conversación telefónica fraguada en la que le decía coloquialmente a un falso trabajador que lo “desespera que los que hicieron estas cagadas y encima se robaron el país, por estos jueces que tenemos, sigan caminando por las calles”. A partir de allí, la consigna extendida por Clarín, La Nación y casi todos los canales de televisión fue: “cómo puede ser que una chorra sea candidata”. Periodistas, funcionarios y políticos repitieron esa consigna como un mantra y lograron generar entre sus seguidores un clima de crispación y violencia que se ha convertido en una característica muy marcada de los fans de este gobierno. Fue inevitable que esa catarata de indignación centralizada que destilaron los medios oficialistas derivara en un intento de acto frente a Comodoro Py con el fin de presionar a jueces y fiscales para que encarcelen a “la chorra”. El acto en Tribunales fue un desatino porque el día era feriado, el edificio estaba cerrado y no había funcionarios y porque apenas concurrió un puñado de personas entre las que sobresalían varios desquiciados que hablaban con los medios. Fue notorio el contraste con la inmensa y pacífica concentración en la cancha de Arsenal.
Para la derecha es más importante destruir un liderazgo que pudiera convertirse en epicentro de una fuerte convocatoria de oposición, que glorificar a su gobierno. Es una estrategia pensada desde antes que asumiera el gobierno de Cambiemos: hablan poco a favor de Macri; mantienen un poderoso blindaje a su alrededor; y dedican su esfuerzo principal a destruir la alianza que se había generado en el campo popular a partir del gobierno kirchnerista.
No les fue tan mal. La campaña de destrucción fue eficiente ya sea por debilidades de esa alianza como por la poderosa maquinaria que sostuvo la campaña. Las presiones sobre los gobernadores, la subsecuente sangría en los bloques legislativos, la fuga de dirigentes y la permanente campaña de carpetazos armados por los servicios de inteligencia, difundidos por un ejército de comunicadores oficialistas y ejecutados por jueces predispuestos tuvo un efecto de desgaste y desmoralización. En su malicia, la arquitectura de esa campaña tiene hasta cierta belleza: ninguno de los dirigentes y ex funcionarios que defeccionaron tiene causa judicial. En cambio a la mayoría de los que se mantuvieron fieles al kirchnerismo le han llovido causas judiciales y denuncias. No deja de ser llamativa esta clara línea que separa honestos y corruptos según los comunicadores y los fiscales y jueces del oficialismo.
Pero el resultado se lee diferente en el kirchnerismo y en el oficialismo. Para la derecha, su furiosa arremetida debería haber finiquitado con el kirchnerismo, como sucedió con el menemismo después que perdió de hecho las presidenciales ante Néstor Kirchner. Y desde el kirchnerismo no se esperaba que esta campaña produjera tantas deserciones y desconcierto.
Pero ni Cambiemos ni los propios kirchneristas consideran que está acabado, ni mucho menos, el liderazgo de la ex presidenta y, por razones distintas, ambos opuestos están sorprendidos por la situación actual. Porque esperaban más o porque esperaban menos. Esta es la lógica central de este escenario donde, los que dan por consumido el liderazgo de Cristina Kirchner se resignan a una larga etapa de debilidad del campo popular y se marginan de esta fuerte disputa que constituye el meollo de la escena política y que dirime el destino del país a mediano plazo.
Las alternativas que han llevado al lanzamiento del Frente Ciudadano y al acto en la cancha de Arsenal transitaron esas estaciones. Es obvio que el acto apuntó a recuperar las fuerzas que se perdieron y no tanto a la nutrida militancia que estaba allí. Todo el despliegue buscó al voto que tomó distancia después de la derrota en las presidenciales. Es un elector que no se alejó, siguió el acto por televisión y está muy crítico con el gobierno. El lenguaje fue centralmente visual y menos literario, donde no sólo se habló de los sectores perjudicados por las políticas del gobierno, sino que se los mostró, se los personalizó y humanizó, donde la ex presidenta habló entre una multitud que rodeaba un pequeño escenario sin vallas y donde la única oradora fue ella. Hizo un discurso corto, emotivo, pero con contenido, donde el peso simbólico de esas tragedias se expresaba en los cuerpos y no tanto en las palabras.
Pero el acto de Arsenal fue el primer paso de una larga marcha. Muestra un punto de partida, una fuerza que puede convertirse en opción de poder, pero que aún le falta, que necesita recorrer un camino que en principio no se avizora demasiado corto. La obsesión del oficialismo por destruir ese núcleo intenso de convocatoria que constituye la ex presidenta, mantiene la ofensiva judicial pero ha evitado victimizarla con una condena. El fallo vergonzoso de la Cámara de Casación Penal, contra Milagro Salas –pura política sin solvencia técnica–, demuestra el control del oficialismo sobre amplios sectores del Poder Judicial, al punto que se puede llegar a una condena sin pruebas si es la conveniencia del Ejecutivo.
La poderosa alianza de la derecha en el gobierno y la convocatoria explícita de Cristina Kirchner a un espacio nacional, popular y democrático en la oposición aparecen como los dos protagonistas que disputarán la escena política en los próximos años. El kirchnerismo no se convirtió en un fantasma del pasado como le sucedió al menemismo y como esperaba la derecha, pero tampoco es una fuerza en condiciones de volver en poco tiempo, como quisiera su militancia. En la pasada elección presidencial, el FpV logró el 37 por ciento en primera vuelta, y perdió con el 49 por ciento en el ballotage, lejos del insuperable 54 por ciento en primera vuelta, cuando Cristina Kirchner fue reelecta en 2011. Después de la derrota de 2015 hay un nuevo punto de partida, pero esquemáticamente es el trayecto que deberá escalar el kirchnerismo para reposicionarse, impulsado por la corriente de ajustes y descalabros que está produciendo la política económica del gobierno. El acto en la cancha de Arsenal mostró a una fuerza que empieza a ponerse en movimiento para recuperar el terreno perdido y tiene un arduo recorrido por delante. Un punto de partida: el proceso de endeudamiento acelerado sólo se logró a partir del desguasamiento de los bloques legislativos del FpV, lo que dejó dos enseñanzas: la primera es que los candidatos tienen que estar explícitamente comprometidos en estos temas. Y la segunda es que fue la fuerza que se opuso al endeudamiento y demostró que es la única capaz de hacer oposición real para frenar la catarata de ajustes que se anuncia para después de las elecciones.
“No hay nada más difícil que vivir sin ti”, canta el santiagueño Gabriel Etcheverry en una versión atípica de Marco Antonio Solís, dedicada la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Gabriel es panadero, admirador kirchnerista y decidió dedicarle una canción a la precandidata a senadora por Unidad Ciudadana. El sueño de Gabriel es que CFK vea su video.
Mariano Pinedo cuenta cómo fue el encuentro de CFK con productores rurales
“Un diálogo muy crítico sobre lo que pasa”
Pinedo, candidato a diputado, habla de la campaña de Unidad Ciudadana en “la provincia profunda” y de la visita de CFK.
Cristina Kirchner junto a Mariano Pinedo y Francisco Durañona.
“En la medida que podamos aportar para comprender mejor los problemas de la gente y buscar soluciones, lo seguiremos haciendo”, dice a PáginaI12 Mariano Pinedo, concejal en San Antonio de Areco y candidato a diputado provincial de Unidad Ciudadana en la segunda sección electoral, un día después de que Cristina Fernández de Kirchner visitara a una serie de productores rurales en la localidad de Lincoln, en el marco de la campaña electoral. “La campaña de Unidad Ciudadana se define por la necesidad de escuchar a los sectores afectados y plantear soluciones desde esa escucha”, agrega Pinedo, hermano del dirigente PRO que ocupa el tercer lugar en la cadena de sucesión presidencial, Federico Pinedo.
La ex presidenta y precandidata a senadora eligió esta semana la ruralidad bonaerense, donde su gobierno tuvo dificultades para restablecer vínculos con el electorado después del conflicto con la Mesa de Enlace en 2008, como una señal de los nuevos rumbos políticos. Sin grandes actos ni presencia de la prensa, sin militantes con banderas ni cantitos, sino cara a cara, dialogando con los sectores productivos, ayer fue el turno de un lechero que planteó los problemas de su industria y dialogó con CFK sobre posibles soluciones.
“El problema del tambero es más que nada el intermediario, que 300 por ciento más caro vende en la góndola”, plantea Agustín, el encargado del establecimiento, en el video difundido por el equipo de CFK. “Si de repente ustedes pudieran hacer una cooperativa, varios tambos, y vender el fluido en forma directa en el pueblo, vos podés estar vendiéndolo en 10 pesos, o 12 pesos o 15 pesos también. Si no hay una intervención inteligente del Estado ni va a mejorar el precio para los productores ni va a mejorar para los consumidores. No hay magia”, propone ella.
La industria lechera “es una actividad que involucra a muchas personas y familias” y que “tiene problemas estructurales pero también otros coyunturales que se agravaron en el último año y medio, como por ejemplo los efectos del tarifazo, la quita de retenciones que afecta el costo de los alimentos para el ganado y los precios al productor, que siguen muy cerca de lo que eran en 2015 a pesar de lo que aumentaron en góndola”, explica Pinedo, que junto al intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona, forma parte del Movimiento Arraigo, que apunta a la problemática productiva en “la provincia profunda”.
Según describió el concejal, la ex presidenta fue recibida “muy bien” por los productores. “Lo que querían eran hablar sobre los problemas que tienen, ninguno fue muy elogioso con el gobierno pasado, no hubo un ambiente de celebración como cuando se reúne con militantes, sino un diálogo muy crítico sobre lo que está pasando ahora, pero con muy buena disposición de ellos para que se los escuche y de ella para escucharlos”, agregó Pinedo, que explicó que CFK también les dejó pautas para continuar con el trabajo proselitista en ese sector.
Cristina Kirchner sigue en el primer puesto en las PASO bonaerenses
Con los números en firme
En una elección que se va a ganar por puntos, la ex presidenta mantiene la tendencia. El problema de desconocimiento de Bullrich, el tercer puesto “móvil” de Massa.
La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner sigue encabezando la intención de voto de las PASO del 13 de agosto, aunque el diagnóstico es que se trata de una elección que se va a definir por dos o tres puntos. “La paridad no es de ahora –señala el consultor Federico Aurelio, titular de ARESCO–. Si uno toma los datos de los últimos dos meses, el cuadro siempre fue el mismo, con algunos momentos en los que Cambiemos estuvo arriba. Hay que hacer la aclaración que cuando hoy preguntamos por la intención de voto, Esteban Bullrich mide entre tres y cuatro puntos menos que la encuesta, porque al candidato de Cambiemos todavía no se lo identifica bien. Pero la distancia se achica a dos puntos cuando mencionamos que es el postulante de Cambiemos o agregamos que está apoyado por Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. La lógica es que el 13 de agosto todos los votantes ya sabrán que es el candidato de Cambiemos. La alianza 1País, que encabeza Sergio Massa, se mantiene en el tercer lugar, a unos once puntos de diferencia, por lo que las PASO parecen una carrera de dos, dado que es difícil que Massa pueda remontar. No se puede decir lo mismo sobre octubre: puede haber más desencantados con la economía y Massa podría subir”.
Las conclusiones surgen del análisis de una amplia encuesta realizada por Aresco en la Provincia de Buenos Aires. La consultora de Aurelio combinó tres métodos distintos. Por un lado, visitas domiciliarias y entrevistas en estaciones de trenes o cruces de calles muy transitados. Por otro, a través del sistema telefónico conocido como IVR (Interactive Voice Report), en el que una máquina hace las llamadas al azar, las respuestas son por el teclado del teléfono del encuestado y todo está automatizado. El tercer método es también telefónico, pero con un operador haciendo las preguntas e ingresando las respuestas al sistema.
“Tiene razón Jaime Durán Barba cuando le dice a los candidatos de Cambiemos que no tienen que hablar de economía –analíza Aurelio–. Eso les dá mal, incluso entre sus propios votantes. Nosotros le preguntamos a la gente qué es lo que va a pesar en su voto. Y les damos tres alternativas: economía, narcotráfico y seguridad, corrupción. Entre los que dicen que lo decisivo es la economía, está la mayoría de los que votan a Cristina. En cambio los votantes de Cambiemos hablan de narcotráfico, seguridad y corrupción”.
Aresco le preguntó a cada encuestado cuál es su segunda opción de voto. Los que dicen que van a votar Cambiemos tienen como segunda opción a Massa. Y los que dicen que van a votar a Massa tienen como segunda opción a Cambiemos. “De manera que ahí hay vasos comunicantes. Hay que ver cómo evoluciona eso porque la economía puede llevar a que parte de los votantes de Cambiemos castiguen al gobierno, pero no brutalmente como sería para ellos votar a Cristina. Optarían por un castigo más suave, que es la alternativa Massa. Por eso digo que hoy, 1País está en el 21 por ciento, que es más o menos lo que Massa sacó en la primera vuelta de 2015. Por ahora no cosechó nada adicional que provenga del mal humor o el desencanto con Cambiemos. Pero no se puede descartar que eso ocurra. Tampoco percibo que Massa baje del 21 por ciento que tiene, porque incluso preguntamos si esos votantes mantendrían su apoyo sabiendo que no es un voto ganador. Finalmente, yo diría que si Massa termina bajando, por cada tres votos que pierda, dos irán a Bullrich y uno a Cristina. Massa no es afin a CFK, pese a haber sido su jefe de gabinete”.
En la otra vereda y con mucha menor intensidad hay una franja en disputa entre Unidad Ciudadana y Cumplir, la alianza de Florencio Randazzo. En una elección pareja, dos o tres puntos hacen la diferencia, de manera que se trata de una disputa de importancia. “Los candidatos de Randazzo no pueden diferenciarse demasiado de CFK, porque su electorado está en la misma franja. Sin embargo, lo están haciendo. Critican las formas de Cristina más que el fondo, pero tienen un problema. Que a los medios les interesa resaltar las diferencias. Entonces un candidato de Cumplir puede estar una hora criticando al gobierno de Mauricio Macri y un minuto marcando una diferencia con Cristina y lo que sale es la diferencia con Cristina. Del otro lado la ex presidenta tiene una alternativa más sencilla: no habla de Randazzo. Su mensaje es ‘voten en defensa propia’. Y cuenta con el hecho de que se sabe que votar a Unidad Ciudadana es la forma más competitiva, más fuerte, de votar en defensa propia y oponerse a Cambiemos. De manera que no necesita ni hablar ni criticar a Randazzo. Ojo que para Cristina lo de Randazzo es importante porque no tiene muchas alternativas de crecimiento en el voto y cosechar de lo que va Cumplir puede ser clave. Piense lo siguiente: al principio de esta historia, la suma de Cristina y Randazzo llegaba al 38 por ciento, contra un 30 por ciento de Cambiemos. Era una diferencia sustancial. Que no hayan hecho la PASO con Randazzo redujo la diferencia”.
Por último, el titular de Aresco hizo un diagnóstico del voto de la izquierda. “Creo que van a hacer una elección razonable. Mi impresión es que igualmente están mejor en algunas provincias del interior que en el Gran Buenos Aires, donde tienen muchas dificultades. Está claro que no van a cambiar su discurso y si consiguen el cinco por ciento que tiene Néstor Pitrola será un éxito inédito para ellos”.