La Crisis de Octubre también fue conocida internacionalmente como Crisis de los Misiles y Crisis del Caribe. Estuvo comprendida entre los días 22 y 28 de octubre de 1962
Fidel comparece en la televisión cubana para informar al pueblo. Foto: Osvaldo Salas
Che Guevara caracterizó a Fidel en la apasionante carta de despedida que inflamó a todos, como el estadista indómito de la Crisis de Octubre en 1962. Ese espíritu insumiso se irguió otra vez en 1963, de modo no menos dramático, durante la primera visita que hizo Fidel a la Unión Soviética, donde el pueblo moscovita lo recibió en las calles con desbordado entusiasmo.
El líder cubano había llegado el 29 de abril de 1963 a Murmansk, ciudad portuaria en el aún congelado extremo norte de la inmensa URSS, a pesar de la incipiente primavera. La recepción oficial y popular con Nikita Jruschov y Leonid Brehznev sería el 30 de abril, en la capital. Era su primer viaje a la URSS y fue recibido por Anastas Mikoyan, viceprimer ministro, quien unos meses antes, durante la Crisis de los Misiles, había tratado de calmar al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana.
En la Isla caribeña, el veterano dirigente soviético trataba de captar la atención del rebelde Comandante, pero el estruendo de unos jets volando bajo interrumpió el insólito monólogo. En el tenso ambiente internacional que el anuncio de la retirada de los misiles no había logrado aplacar, la Isla entera era cuadriculada por los aviones de combate de EE.UU., en vuelo rasante.
Fidel se levantó enérgicamente y exclamó: «¡Lo único que falta es que se bajen a tomar café. No podemos seguir permitiéndolo. Voy advertirles que los derribaremos si continúan esas provocaciones!» Los vuelos rasantes fueron suspendidos.
No había ocultado en ningún momento su enojo desde que Jruschov anunció inconsultamente el 28 de octubre que retiraría los misiles instalados en Cuba, además de haber ofrecido la posibilidad de enviar inspectores de la ONU para comprobarlo.
Pero tal pretensión se encontró con el espíritu indomable del Barbudo, quien dijo que para inspeccionar el país tendrían que venir en zafarrancho de combate y lanzó una plataforma de cinco puntos para lograr una paz verdadera: 1) Cese del bloqueo económico y la presión comercial y económica. 2) Cese de las actividades subversivas, invasiones de mercenarios, infiltración de espías y saboteadores. 3) Cese de ataques piratas desde Estados Unidos. 4) Cese de violaciones del espacio aéreo y naval y 5) Retirada de la Base Naval de Guantánamo y su devolución a Cuba.
FIDEL HIZO ESTREMECER AL KREMLIN
Inmediatamente después de la impresionante demostración de cariño del pueblo en las calles, Nikita Jruschov se levantó aquel 30 de abril de 1963 en el majestuoso Kremlin para hacer un brindis. Fidel Castro no se hizo esperar. Miró atentamente a su alrededor y estremeció el ambiente diciendo: «No puedo dejar de expresar mi desacuerdo con la forma en que fueron sacados los cohetes soviéticos de Cuba. No se nos consultó y se tomaron acuerdos a espaldas nuestras, después de haber sido nuestra tierra el potencial escenario de una guerra nuclear».
Nikita le interrumpió agitado: «¡Lo hicimos para evitar un ataque contra Cuba y se logró mantener la paz!». Pero, «lo que se logró fue una paz precaria, pues no existe un verdadero compromiso. Si nos hubieran consultado se habría logrado mucho más. Habríamos obtenido una paz verdadera y otros objetivos», le ripostó Fidel con firmeza.
Parecía que la primera visita del líder cubano a la URSS, iba a terminar en fracaso. Nadie osaba decir una palabra...
EE.UU. PREPARABA UNA INVASIÓN A CUBA
De fuentes soviéticas y norteamericanas se sabe que en 1962 Estados Unidos contaba con 377 cohetes estratégicos y construía otros 1 000. Los emplazados en Turquía e Italia, daban una superioridad a EE.UU., pues de allí podían alcanzar en 15 minutos a la URSS, mientras los 44 cohetes intercontinentales soviéticos demorarían 25 en llegar a EE.UU. La URSS solo contaba además con 373 de alcance medio y 17 de alcance intermedio.
La instalación de 42 cohetes de alcance medio e intermedio en Cuba, nivelaría considerablemente la diferencia y brindaría medios defensivos contra una inminente invasión directa de EE.UU., lo que conocían soviéticos y cubanos que se preparaba con gran premura.
Fidel declaró que percibió en la propuesta hecha por Jruschov de instalar cohetes nucleares en Cuba, una acción que consolidaría la capacidad defensiva de todo el campo socialista, incluida Cuba y que fue el principal motivo para aceptarla, aunque no se ignoraban los riesgos. Fidel planteó dar a conocer públicamente el acuerdo, basándose en el derecho a la defensa con cualquier medio militar, como expresó abiertamente en una declaración. La perspicacia del pueblo llamó a ese «cualquier medio» las etcéteras, en una velada en alusión a los misiles.
Jruschov insistió con el comandante Raúl Castro —quien viajó a la URSS nuevamente para firmar el acuerdo—, en postergar el hacerlo público y negarlo mientras tanto. En esos días de julio de 1962, se efectuaba en Moscú un Congreso Internacional del Consejo Mundial de la Paz.
En octubre de 1963, Kennedy y Jruschov se pusieron de acuerdo para que no sucediera una confrontación, pero con la condición de que fueran retirados los misiles bajo inspección internacional. Fidel rechazó la inspección.
En la noche del 23 de octubre el presidente norteamericano había decretado un bloqueo naval expresando que dichos misiles, con ojivas nucleares, eran armas ofensivas y puso a todas las fuerzas armadas en máxima alerta por primera vez en la historia. El mundo no estuvo nunca tan cerca de una guerra nuclear. Los cubanos decían en broma: de repente desaparecerás de mi vista.
El día 26 Jruschov propuso en privado retirar los cohetes contra una promesa norteamericana de no invadir a Cuba. Pero Kennedy insistía en la inspección. En una sorpresiva acción, la artillería anticoheteril soviética derribó entonces un avión U2 que volaba sobre Banes, en el oriente de la Isla. El ambiente se tensó más y provocó una carta del presidente Kennedy, susceptible de varias lecturas: era amenazadora y a la vez tolerante, tratando de dejar ver que el acto podría no haber sido ordenado por Jruschov, quien ya negociaba con él. El hecho podría haber escapado a su control.
El 28 Jruschov aceptó los términos de Kennedy y solo después informó a Fidel, quien no conocía de las conversaciones secretas. El Comandante en Jefe declaró que la noticia había producido en Cuba «una gran indignación porque nos veíamos convertidos en una especie de objeto de cambio...nos enteramos por radio que el día 28 se ha producido un acuerdo». La reacción del pueblo no fue de alivio. Fue de profundo malestar.
MIKOYAN NO LOGRÓ CALMAR A FIDEL
U Thant, secretario general de la ONU viajó a Cuba y ante la negativa de Fidel a aceptar la inspección, declaró que el dirigente cubano estaba en su derecho al negarse y que Naciones Unidas no podía obligarlo. Ante la situación, Jruschov envió el 2 de noviembre a Mikoyan a la Isla, quien durante varios días trató de convencer al premier cubano. Pero fue imposible.
Finalmente, tras dos semanas en Cuba, Mikoyan propuso que la inspección se realizase en los barcos. Fidel le respondió que ese sería un problema de la URSS. Y hubo inspección en los barcos, no en la Isla, la cual emergió más fuerte y más respetada de aquella crisis. La doctrina militar cubana pasó a ser la de la resistencia nacional si el territorio era ocupado.
El tiempo ha demostrado la vigencia de sus convicciones.
Tres años después de la retirada de los cohetes, la carta de despedida del Che Guevara recordaba esos hechos diciendo: «sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista...». En efecto, el líder guerrillero del pueblo cubano ya desde entonces formaba parte de los grandes estadistas de la historia.
Una remembranza del 19 de noviembre de 1961 cuando el entonces Primer Ministro clausuró la Plenaria Nacional del Inder
Fidel en la clausura de la Primera Plenaria Nacional del Inder.i Al pie de la tribuna, José Llanusa, entonces titular del organismo deportivo. Foto: Liborio Noval
Fidel Castro brilló desde los primeros años de la Revolución –entre otras muchas tareas– por su determinación de concederle su verdadero significado al deporte convirtiéndolo en un movimiento intensivo de masas.
El año de 1961 estuvo signado por la victoria de abril sobre la invasión mercenaria de Playa Girón y por el éxito de la Campaña de Alfabetización, hitos reconocidos en América Latina en medio de un panorama donde la administración estadounidense de John F. Kennedy amenazaba con emprender una nueva agresión a la Isla y presionaba a gobiernos títeres del continente para obligarlos a romper relaciones con nuestro país, como lo hizo en noviembre de ese mismo año el presidente venezolano Rómulo Betancourt, traición repudiada por ese pueblo hermano volcado en las calles.
Así, desde los mismos inicios de la Revolución Cubana, comenzó a tomar cuerpo esa convicción que nos acompaña hasta hoy de resistir y avanzar, pues las condiciones impuestas por los vecinos norteños no detendrían la determinación de hacer del nuestro un pueblo saludable y fuerte, preparado para enfrentar cualquier eventualidad. Sin embargo, junto al impulso de ideas renovadoras en diferentes campos de la vida cotidiana, también era preciso concebir una nueva planificación del deporte, modificarlo absolutamente en su organización para lograr su práctica intensiva y sumar de manera masiva a la población.
Creado el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) el 23 de febrero del propio 1961, un momento crucial en su devenir lo marcó la Primera Plenaria Nacional, que sesionó durante los días 18 y 19 de noviembre en el Coliseo capitalino, como cierre de un proceso de seis semanas en las entonces seis provincias del país, en el que surgieron las bases para establecer planes de trabajo y crear los Consejos Voluntarios Deportivos (CVD), que llegaron a fomentarse con más de 100 000 activistas en la nación.
Fidel resumió esa reunión ante un auditorio de mujeres y hombres dispuestos a emprender la creación de 6 000 CVD en los municipios, barrios, fábricas, granjas cooperativas y donde fuera posible estimular la práctica de la Educación Física y el deporte. En la cita participaron representantes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), los CDR, la FMC, las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), la ANAP y la CTC, cuyo fundador y dirigente obrero Lázaro Peña también se dirigió a los asistentes.
PENSAMIENTO PERDURABLE
Ilustración en el periódico Hoy del pintor Adigio Benítez, quien después pasara a trabajar en Granma.
Las ideas medulares del pensamiento del Comandante en Jefe sobre el deporte expresadas en ese noviembre mantienen su vigencia. Hoy siguen siendo la unión de la escuela y el hogar el caldo de cultivo de un hombre sano, capaz de aprovechar sus potencialidades en bien de la sociedad. De ahí la prioridad de realizar los eventos interescuelas, los Juegos Escolares y Juveniles, entre otras competencias, en el ánimo de contribuir a la salud e incrementar la cantera de prospectos para el alto rendimiento. Ese propósito solo se alcanza a partir de revitalizar el trabajo en la base, incentivando la iniciativa local en la posible solución a carencias materiales, y contribuyendo a la superación de los entrenadores, aun en medio de las actuales limitaciones económicas.
«Es necesario llevar hasta el máximo el esfuerzo en favor de la Educación Física y el deporte en la escuela primaria, en los centros secundarios, en las fábricas, en las granjas, cooperativas y en todos los núcleos de masas», decía Fidel con visión de futuro en la clausura de la Plenaria Nacional, interesado en desatar un movimiento que borrara la imagen heredada del capitalismo cuando solo el 0,25 % de la población participaba en actividades deportivas. Era importante «despertar en el pueblo el interés por los deportes que se frustró en años anteriores, porque no era una actividad del pueblo humilde», señalaba el entonces Primer Ministro.
Abrirle campo a la mujer en las diferentes disciplinas resultó otra de las encomiendas confiadas a los nacientes CVD, en un despertar en pos de la ejercitación de la población en el que también cobraron fuerza las pruebas de eficiencia física LPV (Listos Para Vencer) y los muy propagados Fisminutos, práctica en la que un grupo de personas de determinado centro laboral o de otra índole se reunían diariamente para hacer ejercicios durante unos minutos.
PRESERVAR LOS VALORES
Fidel estaba convencido –como aconteció en los años posteriores a 1961– de que «es imposible que un movimiento deportivo de masas como el que está teniendo lugar en Cuba, no arroje un número extraordinario de atletas verdaderos», aseveración refrendada por los éxitos de Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos y Olímpicos, por solo citar a eventos multidisciplinarios.
Hoy, cuando se globalizan los adelantos científico-técnicos y se ha encarecido la participación en los certámenes internacionales, el Inder incorpora paulatinamente a sus deportistas a clubes extranjeros, bajo el análisis de dónde hallarán condiciones idóneas para alcanzar la maestría, al mismo tiempo que mejoran su entorno económico, respetando los principios regidores de la política deportiva del país. No obstante, aún persisten deudas en la organización de campeonatos nacionales de diversas disciplinas, llamados a enriquecer el caudal de jóvenes con condiciones para, además de trabajar en pos de la salud, integrar las filas del alto rendimiento.
Durante toda su vida, Fidel ponderó la preservación de los valores humanos, de ahí su confianza en la labor colectiva, porque el deporte «enseña a esforzarse, disciplinarse, trabajar colectivamente porque precisamente los deportes se practican, por lo general, en equipo y así se aprende a trabajar colectivamente».
Fidel fue un amante del deporte. Lo vivió y lo sintió; acompañó y disfrutó las hazañas de los cubanos en un sinfín de competencias. Su ejemplo perdurable bien podría recogerse en este criterio que expresara en la clausura de la Plenaria Nacional del Inder, en 1961: «Es por eso el deporte una tan maravillosa actividad que no solo ayuda a la salud física, no solo ayuda a formar el carácter, no solo ayuda a forjar hombres de espíritu y de cuerpo fuertes, sino también alienta al pueblo, entretiene al pueblo, entusiasma al pueblo y hace feliz al pueblo».
Aquel 19 de noviembre dio pie para que se instituyera esa fecha como el Día de la Cultura Física y el Deporte.
Jornada continental en Uruguay rindió homenaje a Fidel
La Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, que sesiona en Uruguay, rindió homenaje ayer al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, a pocos días de conmemorarse el primer aniversario de su fallecimiento
MONTEVIDEO.–La Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, que sesiona en Uruguay, rindió homenaje ayer al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, a pocos días de conmemorarse el primer aniversario de su fallecimiento.
Desde una tribuna con fotografías y carteles, cantautores y oradores de países de la región recordaron el legado del revolucionario, su impronta en América Latina y el mundo, y ratificaron la vigencia de su pensamiento.
Porque somos Fidel, está Cuba en este encuentro, pues aunque éramos país excluido del proyecto del ALCA, nuestro Comandante en Jefe no se encontraba ajeno al peligro que entrañaba para el continente ese intento anexionista, dijo la segunda secretaria de la Federación de Mujeres Cubanas, Arelys Santana.
Por su parte, el integrante del secretariado ejecutivo de la Central Única de Trabajadores de Uruguay PIT-CNT, Oscar Andrade, señaló que 70 000 habitantes de esa nación sudamericana pueden ver gracias a la solidaridad de Fidel Castro y la Mayor de las Antillas.
Por otra parte, el evento, que aglutina a más de 2 000 activistas de unas 20 naciones y que culmina hoy sábado, también abordó el tema de la solidaridad con Venezuela. En ese sentido la cineasta y activista de la nación bolivariana Alejandra Laprea, destacó las expresiones de apoyo a su país.
A su juicio, en el contexto de las Américas y del mundo, Venezuela es la prueba de que sí se puede luchar y estar de pie.
Por otra parte, la cofundadora e integrante del movimiento argentino de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Nora Cortiñas, en conversación con Prensa Latina, convocó a las nuevas generaciones a analizar, reflexionar, juntarse y respetarse «para que podamos realmente mejorar el mundo».
Cortiñas estimó que lo principal es «seguir la lucha, no dejar que nos avasallen los derechos, en algunos de los cuales habíamos logrado avances».
La agenda del encuentro tiene cuatro ejes: la lucha contra el libre comercio y las transnacionales, la profundización de los procesos democráticos y la defensa de la soberanía, y la integración desde los pueblos.
Este proceso nació en el 2015 en La Habana, Cuba, durante el Encuentro Hemisférico realizado allí para conmemorar los diez años de la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas, iniciativa impulsada por Estados Unidos
Este 18 de noviembre se cumplen 181 años del natalicio del Generalísimo. Granma recuerda a este dominicano que se convirtió, por derecho y entrega en uno de los cubanos más ilustres
Foto: Archivo
Cuando se habla del General dominicano-cubano Máximo Gómez Báez resalta siempre la genialidad de quien trascendió por su impresionante historial militar en los campos de Cuba. Menos se conoce de su formación cultural, y en particular de los escritos literarios legados a la posteridad.
El médico Benigno Souza, en admirable síntesis de la capacidad del guerrero, afirmaba que, a pesar de que Gómez no había estudiado humanidades y de preocuparse poco o nada de su estilo y corrección, nadie hubiera podido escribir una carta de pésame más bella que la dirigida por él a María Cabrales, una orden del día más sentida que la dictada cuando la muerte de Maceo, una arenga más heroica y marcial que la de Lázaro López, cuando ofrece a sus mambises que los llevaría «entre el humo del incendio y el estruendo de la fusilería hasta los confines de Occidente ¡hasta donde haya una pulgada de tierra española!».
Por su parte, Diego Vicente Tejera reconocía que leía con gusto y a ratos con admiración los escritos de Máximo Gómez, pues en ellos veía «a través de la poca atildada, pero sencilla frase la imagen serena de un hombre bueno, justo, veraz, afectuoso y algo soñador», además –concluía– «como siente noble y hondamente, por la mera sinceridad de la expresión, llega a menudo a la elocuencia».
¿Cómo transcurrió la formación cultural del joven dominicano? En su adolescencia no pudo asistir al colegio San Buenaventura en su tierra natal. El plantel acogió a fervientes promotores de una corriente pedagógica continuadora del legado político de Juan Pablo Duarte, Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, entre otros exponentes abanderados del ideal republicano sobre bases independentistas y modernas. Este plantel sirvió de centro organizativo y doctrinal a una nueva generación de jóvenes que aunaron sus inquietudes patrióticas y literarias en las tertulias de la librería García o en las reuniones de la Sociedad de Amigos del País.
Gómez no estuvo al tanto de esa dinámica capitalina. Su instrucción se limitó, según sus palabras, «a la que se podía adquirir en aquel lugar y en aquellos tiempos del maestro antiguo de látigo y palmeta hasta por una sonrisa infantil». La rígida tutela materna disipaba cualquier tipo de posibilidad de estudios en la capital, mucho menos en colegios extranjeros: «El ciego cariño que mi madre me profesaba, contribuyó no poco a que mi ilustración fuese menos que mediana, pues no quería separarme de su lado». Otro sería el influjo de sus padres en la educación recibida: «En cambio mi educación fue brillante, bajo la dirección de unos padres tan honorables como severos y virtuosos».
En ese ambiente pasó su «infantil existencia pura y campestre». Fue su maestro de primeras letras y catecismo el cura Andrés Rosón, amigo de la casa y, al decir de Gómez, hombre que, «aunque bastante instruido, era de atrasadas ideas, como ha sido siempre la gente de sotana».
Pero ávido de conocimientos, suplió las limitaciones instructivas con la lectura en los momentos de ocio. Fueron los libros una escuela en su formación cultural. Apasionado de la lectura, entendía, y así lo declaraba, que «la instrucción como más se consigue es leyendo [...] los colegios no enseñan nada, lo que hacen es abrir el camino, como se aprende y se sabe es con los libros».
La historia fue el refugio del guerrero en los campos de lucha. Los conocimientos mostrados llamaron la atención de intelectuales que se reunían en las tertulias organizadas en plena manigua. Uno de ellos, el Coronel italiano Orestes Ferrara, testimoniaba acerca del inesperado conocimiento revelado por el General Gómez sobre la batalla de Navarrino y las relaciones internacionales en aquel contexto: «Me parecía muy extraño que tuviera tales conocimientos».
Posteriormente, comprendió las razones de tales avances: «… en el curso de los años pude apreciar que los hombres de esa época, aun no teniendo gran cultura habían adquirido nociones peculiares relacionadas con su existencia, dedicadas a un ideal de libertad. El General sabía cosas interesantes sobre las luchas de Polonia y de Hungría, sobre Garibaldi y las conspiraciones italianas».
Según testimonio de su hijo Bernardo Gómez, entre las lecturas favoritas se encontraban las obras de Séneca y Víctor Hugo. En realidad Gómez sentía afición por el mundo grecolatino. Conocía y juzgaba las costumbres de sus hombres. De ahí su repudio a la actitud de Catón de Utica por darle su esposa a Hortensius, o las condenas a Cicerón, a los Borgias y a Bruto. A este último, porque al darle muerte a César «enseñó a la plebe a ser sanguinaria», y, a su juicio, no se enseñaba al pueblo a odiar la tiranía, «sino amar la libertad».
Algunas de las obras literarias de Gómez más citadas, son El viejo Eduá o mi último asistente, Mi escolta, La odisea del general José Maceo, El porvenir de las Antillas. Otros títulos, empero, apenas son conocidos, como El sueño del guerrero, La fama y el olvido, Momentos de ocio. Diálogo entre Luisa y Adela, Francisco Gómez Toro, Las mujeres, Las tres fases de la guerra, Histórico, El porvenir de Cuba, por solo citar algunas. La extensa producción incluye, además, el extenso epistolario y esa joya documental y literaria que es su Diario de campaña.
Era, en rigor, una suerte de fórmula en la que talento y sensibilidad se conjugaban para recoger la vida del héroe anónimo, la del simple guerrero o la del viejo asistente. El gran líder aspiraba a escribir la historia de los hombres humildes de su tropa. A veces se lamentaba: «¡Ah! yo que he mandado este ejército de valientes, bien quisiera dejar escrita la historia de cada uno de sus soldados».
Indudablemente la vida no le podía alcanzar para semejante empresa, pero basta revisar su epistolario, artículos, cuentos y todo lo que su inteligencia legó en múltiples expresiones literarias para encontrar, en cada uno de sus personajes al hombre desconocido que como los negros Eduardo, Simón, Polo y Tacón constituyeron la representación más popular de su tropa, o como el Teniente Coronel Baldomero Rodríguez, cuya valentía en la acción de Palo Seco fue motivo suficiente de inspiración para recoger por escrito su heroicidad. La escritura para el Generalísimo no solo fue placer y cultura, sino también compromiso y responsabilidad, sobre todo cuando de la historia de Cuba se trataba: «La historia de Cuba, y sobre todo aquel brillantísimo periodo del 68, no se puede profanar relatando los sucesos de cualquier modo, impulsado por el mero deseo de escribir. No, cosas son esas respetables para nosotros –por lo menos así me lo dicta los impulsos de mi conciencia».
Para Gómez, además del teatro fue la poesía una de sus expresiones favoritas, «indispensable para la vida culta de los pueblos». Al concluir la guerra solía acompañar a la poetisa puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió a las tertulias organizadas por la escritora antillana y por el pianista y profesor holandés Hubert de Blanck. Aquel «amante de la música y trovador nocturno», como lo calificara su amigo íntimo Henríquez y Carvajal, el guerrero que asombró al mundo con sus hazañas militares, dejó también a Cuba y a los cubanos páginas hermosas de profundo humanismo.
Fidel condujo la Revolución, con sus transformaciones humanas, políticas y sociales hasta la victoria y, fiel a su pensamiento dialéctico, nos dejó en el año 2000 un concepto de ella que se universaliza y cobra fuerza por días por cuanto es un llamado a la inteligencia personal, y colectiva
Foto: Roberto Chile
«El hombre –decía Víctor Hugo– es un rey cuando sueña», y posiblemente no haya habido sueño tan abarcador y milenario en la azarosa aventura de la humanidad como el de alcanzar la igualdad y la libertad plenas, dos conceptos que se convertirán en objetivos básicos de las revoluciones.
Tras proclamar la sepultura del régimen feudal y enfilar sus bríos hacia una reivindicación humana hasta entonces desconocida, la Revolución francesa sintetiza sus ideales en tres principios fundamentales, Libertad, Igualdad, Fraternidad, que se convertirán en símbolos del mundo contemporáneo.
La Revolución de 1789, y las ideas relacionadas con ella, atravesarán los océanos para hacerse presentes en las luchas contra el colonialismo que se libran en esta América nuestra con la convicción de que no habrá libertad si antes no se alcanza la liberación, esa que se convierte en objetivo primordial de las revoluciones –que en fin de cuentas será una sola en Cuba– dirigida por Martí y Fidel en sus respectivos momentos históricos.
El primero no alcanzó a ver la liberación que tanta sangre y sacrificio costó y cuando algunos creyeron que había llegado, una vez finalizada la Guerra de Independencia, fue solo para comprobar que las alas de un nuevo amo ensombrecían la nación con sus vuelos imperiales.
Fidel condujo la Revolución, con sus transformaciones humanas, políticas y sociales hasta la victoria y, fiel a su pensamiento dialéctico, nos dejó en el año 2000 un concepto de ella que se universaliza y cobra fuerza por días por cuanto es un llamado a la inteligencia personal, y colectiva, a interpretarla con la lucidez del que asume los retos como un constante movimiento, siempre hacia nuevas conquistas y el progreso.
No hay en esa definición ni un ápice de esquematismo ni de invitación al aprendizaje memorístico, y sí un llamado a mantener los ojos abiertos y la mente actuante frente a cualquier adormecimiento incapaz de percibir las dificultades y peligros, que siempre se han cernido contra la Revolución Cubana, y todas las revoluciones verdaderas.
Llama la atención cómo «la igualdad y libertad plenas» se encuentran en los umbrales de los enunciados de Fidel, entre otras razones porque una y otra constituyen el sustento básico de nuestro humanismo. Ambas llegaron con el triunfo de la Revolución, barredora de desigualdades ignominiosas que los testigos de la época no olvidan, y propiciadora de una libertad que los enemigos, que todo lo niegan, tratan de escamotear con sus argucias entreguistas.
Igualdad y libertad, conceptos que desde tiempos inmemoriales han ocupado la atención de filósofos y pensadores y que todavía en nuestros días –ríos de tinta y definiciones de por medio– se aúnan en un mar de axiomas y argumentaciones.
Igualdad y libertad plenas sin las cuales la estructura analítica del concepto de Revolución dejado por Fidel –y bien que lo sabía él– dejaría de ser lo que es. De ahí que en el ánimo de todo revolucionario debe prevalecer el propósito de mantenerlas, perfeccionarlas y seguir luchando por ellas.
En nombre de todo su pueblo, muy especialmente en el de las nuevas generaciones, la juventud cubana realizó una velada político-cultural por el primer aniversario de la desaparición física del hombre que guio a Cuba a la victoria y la seguirá iluminando por siempre
Al conocerse la noticia de su desaparición física, miles escribieron sobre el Fidel que hicieron suyo, el rebelde de siempre, el héroe que continúa navegando por la historia. Juventud Rebelde reproduce estos textos nacidos en aquellas horas posteriores al 25 de noviembre de 2016 y que forman parte del libro Al eterno Comandante, de la editorial Ocean Sur
Logo Cuba Fidel.Autor: Juventud RebeldePublicado: 26/11/2017 | 02:25 am
Morir y seguir viviendo
por: Carmen Luisa Hernández
10.29 p.m.
El mundo se me paró a esa hora.
Inmediatamente después de saber la noticia, y no sé aún por cuál artilugio, mientras en la radio, Omara Portuondo rajaba el silencio cantando La era, comencé a calmarme rezando un Padre Nuestro, a él, que es padre, es nuestro y es el Altísimo del siglo XX y del XXI.
Yo dormía y él moría. Un mundo sin Fidel no es un mundo posible. A mi Fidel una hora no puede matarlo.
Por allá, por donde un Padre se responsabilizó por todos, y los machetes gritaron que no había vuelta a la servidumbre, y la Sierra demostró ser la Maestra de los rebeldes, bajo la mirada de Martí nació la Patria; porque es cierto, escasos son los hombres que sienten con entrañas de nación… que viven para darse, para compartirse, para crear y fundar. Por eso, a los 33 años no cualquiera logra brotar un país-República con los humildes, por los humildes y para los humildes, de un país-caos; sobre todo si su mejor arma es una fe verdeolivo de ¡Patria o Muerte! Ser el primero entonces le da el derecho a todo: a leerle la primera cartilla al pueblo, a darle un puntapié al enemigo en el alma metálica del Houston, a ponerle cinco puntos encima a los misiles, a perseguir ciclones, a ganar medallas, ayudar a levantar un país de libres en el África herida de apartheid, y sobrevivir a un Período Especial de aislamiento.
Solo un hombre puede despertar a los 72 años un continente desde el Sur y prometer a los 74 que sus «Cinco hijos volverán». A él, Gigante de mil batallas, el poeta dijo una vez que le regalaba hasta su persona. A él, los cubanos buenos sabemos deberle lo que somos; no como obligación de gratitud sino como prueba de hijos que esculpe en el país que anhela para su pueblo. Solo un hombre puede seguir siendo a los 90 el corazón de una Revolución: Fidel, porque solo este hombre puede definirse Cuba y guardar toda su gloria en un grano de maíz, y morir y seguir viviendo.
Camino a la montaña
por: Betsy Benítez
Un hombre se levanta y mira al horizonte.
No es divino ni malévolo, es solo un hombre, con un camino de montañas sobre sus espaldas, como Atlas el titán, destinado a cargar el mundo sobre sí.
Resulta extraño no verlo ni mencionar su nombre en presente, da un poco de miedo, vivir tanta historia y no percatarse.
Mi foto con Fidel
por: Claudia Yilén Paz
Esto no es una elegía, un epitafio, una oración.
Yo siempre quise tener una foto con Fidel, verlo de cerca, pero no tuve la dicha de conocerle personalmente. La historia, los libros, las circunstancias, siempre me llevaron a él. A aquel niño de Birán, al abogado, al que no le tembló la mano cuando redactó «Yo Acuso», cuando se dirigió al tribunal de urgencia para condenar a Batista, al Fidel que vino en el Granma, al que subió a la Sierra, al líder…
Estiraba las sábanas para irme a dormir cuando la noticia me hizo la noche triste, cuando mis manos no lograban estabilidad mientras temerosa esperaba la noticia, porque tantas veces me lo quisieron muerto… No puedo separarme de las páginas de la historia de Cuba, de aquel acto del teniente Pedro Sarría, bien supo él que las ideas no se mataban y no entregó a Fidel luego de los sucesos del Moncada.
No he sido capaz de llorar, no he sido capaz de reaccionar ante tanto dolor, he declarado mis redes sociales en luto y aborrezco a todo el que llegue con un comentario ofensivo. Pido, por favor, que respeten el dolor del pueblo cubano.
Una piensa en estas cosas, una se sorprendió muchas veces, acongojada, pensando en lo triste que sería el momento, pero estas noticias no dejan de sorprender, de entristecer, una nunca está preparada del todo para despedir a un grande.
Pero tengo esta foto, mi única foto con Fidel, y estoy orgullosa de haberlo tenido entre nosotros, de saber que sus ideas están ahí, que nadie, nadie, las asesinó. Fidel es Fidel.
La última travesía
por: István Ojeda
Hace 60 años, un hombre comenzaba la última etapa de la batalla de su vida con el absoluto convencimiento en el triunfo sin importarle que partía a bordo de un yate de madera atestado de combatientes y en medio de un mar embravecido. Igual salió y lideró una Revolución que estremecería al mundo.
Este 25 de noviembre, ese mismo hombre volvió a partir, pero a la inmortalidad. Ha fallecido Fidel y yo solo tengo ganas de decir una mala palabra.
«Extrañaremos su luz», me dicen desde el otro lado del mundo, mientras una amiga se siente como yo, golpeada por la noticia.
Porque uno sabe que la muerte es inexorable pero jamás se está completamente preparado. Fidel se ha ido al futuro definitivamente y ya no podrá regresar para decirnos lo que viene. No lo tendremos de cuerpo presente, así que nos tocará a todos juntarnos para hacer esa luz que era él, para aprender de su humildad ante la gloria, de su fe en la victoria y de su infinito desvelo por Cuba y la humanidad toda.
El sobreviviente
por: Rafael Cruz
Mi madre me llamó en la madrugada. «Mijo, están diciendo en la televisión que se murió Fidel»; luego me llamaron mis hijos. En la voz se les notaba que estaban preguntando si era cierto, a pesar de que habían visto la alocución de Raúl todavía no lo creían, tampoco yo lo creía, ni lo creo aún. Fidel es un guerrillero, los guerrilleros saben cómo hacer para sobrevivir, Fidel es un sobreviviente.
La alocución de Raúl es sencilla, casi magra, dicha con dolor, contiene la información precisa para entender lo que ha ocurrido y que, con la sencillez de siempre, Fidel no pide ningún exceso, ninguna exaltación, ni momificación, ni urnas de cristal.
En La Habana la madrugada parece más silenciosa que nunca, los amigos y amigas nos llamamos por teléfono para comentarnos la noticia. Informan en la televisión que Fidel ha muerto casi a la misma hora que 60 años atrás, salía de Tuxpan el yate Granma con 82 hombres a bordo, para el inicio de una azarosa aventura en la que seguramente todos los que allí viajaban, tenían pocas esperanzas de sobrevivir. En 1956 Fidel llegó a la Isla, sobrevivió, triunfó, trajo la independencia y la libertad a Cuba, unió a toda la nación y ha defendido por todos estos años la unidad del pueblo. Ese es su principal legado, la libertad y la independencia de Cuba.
Ahora pienso que Fidel se ha vuelto a subir al Granma. Tiene un plan para alzarse en las sierras de la eternidad, para seguir como un guerrillero, un activista por la Revolución y la construcción de un mundo mejor. Ni muerto Fidel se daría el lujo de detenerse, de abandonar el combate.
¿Qué haremos los revolucionarios a partir de ahora? seguir la lucha para hacer de este un planeta mejor; es lo más fidelista que podemos hacer. Me visto de miliciano para ir al ensayo del acto por el 60 aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Hay tanto silencio en la madrugada, la primera madrugada de una nueva era.
Ayer hizo un año de la ¿muerte? de Fidel y no vimos la avalancha de titulares que el otro noviembre sacudió literalmente un planeta obligado, de izquierda a derecha, a reconocer la partida de uno de esos seres que, cual ciertos astros, se observan solo muy de vez en cuando en grandes períodos históricos
Fidel y Chavez.Autor: TelemundoPublicado: 26/11/2017 | 02:33 am
El gladiador de los pueblos sigue transformando el mundo. Frente al Coliseo Romano, centro mismo de un viejo imperio, varios italianos enarbolaron este sábado una banderola con la frase «Hasta siempre, Comandante» y el rostro del más formidable vencedor de imperios que haya pisado la tierra.
Ayer hizo un año de la ¿muerte? de Fidel y no vimos la avalancha de titulares que el otro noviembre sacudió literalmente un planeta obligado, de izquierda a derecha, a reconocer la partida de uno de esos seres que, cual ciertos astros, se observan solo muy de vez en cuando en grandes períodos históricos.
Pasada la noticia, ahora sentimos la crónica. Este aniversario fue más íntimo, más de dolor reposado, más de qué vamos a hacer ahora que el padre ha marchado, más asunto de la familia cubana y de esos amigos cercanos que Fidel y nosotros cultivamos por el mundo.
Esa intimidad en la pena y en el amor explica cada línea de la carta de Maduro a Raúl, en la cual el presidente venezolano reconoce al «Comandante maestro y guía» y le ve presente no solo en la determinación de los cubanos, sino en detalles como la mirada curiosa, escrutadora y dulce, la estampa quijotesca, el inacabado e inacabable abrazo con su amigo Hugo…
Leyendo tal retrato de nuestro guía, uno considera perfectamente lógico que este mismo sábado, en Caracas, un enorme cuadro de Fidel apareciera, sin sacudirse el polvo… de la Sierra, donde está la estatua de Bolívar. Martí, el viajero de eterna Edad de Oro, anduvo con ambos.
Evo Morales fue más escueto, pero igual de profundo: «nos enseñó que la dignidad es el arma más poderosa para liberar a los pueblos», escribió sobre nuestro líder en su cuenta de Twitter con la autoridad y el agradecimiento de quien usa tal arma para erguir a Bolivia. Es cierto lo que dicen quienes no le querían: Fidel armó a medio mundo… solo que con balas de ese digno calibre.
A un año de su caída en combate —porque al bajar de las lomas aprendió y enseñó otras maneras de pelear, hasta el fin— el jefe del Granma fue recordado aquí y allá: en la plaza que en Moscú se honra con su nombre, en un monumento en Sudáfrica y un parque en Turquía, hasta en los transeúntes que a diario desandan la calle de Namibia llamada como él. Del laurel de sus hombros siguen brotando Fideles.
Nuestras sedes diplomáticas, nuestros colaboradores y muchos de los cubanos que pasaron bajo otros cielos el primer aniversario de su partida hallaron su propio modo de decir que cayó la copa del árbol para nutrir la raíz.
Aquí adentro, cantatas, matutinos, conversatorios… revelaron mil maneras de no dejarlo morir. Elián, el joven cuya infancia fue salvada —de zozobrar en el mal— por Fidel, pronunció una frase iluminada: el Comandante tenía un momento para cada cubano. Por los momentos que afianzan la eternidad de su Isla, ayer unos cuantos compatriotas decidieron sembrar más caguairanes.
El Comandante en Jefe junto a El Libertador, en Caracas. Foto: Twitter
La idea de un gladiador de pueblos en el Coliseo Romano. Foto: Tomada de Cubadebate
Por ahí anda Fidel. Lo vi hace apenas un ratico, en el cargo más arduo, el de héroe, que le impide el lujo de faltarnos. No hay manera posible de extrañarlo porque nunca ha partido
Fidel Castro.Autor: Juventud RebeldePublicado: 25/11/2017 | 12:57 am
«¿Dónde está Fidel…?», preguntaba un amigo en nuestra Plaza en aquellas jornadas de sonoros silencios y todos nos decíamos: ¿es que queda algún sitio sin su estampa? No cesan las zancadas del rebelde infinito, convirtiéndose en el golfo de los yates, dejando que las lomas se suban a su altura, reuniendo almas para guiar otro asalto por nosotros, alumbrando en lo alto el difícil camino de la Evolución Cubana. Fidel es pleno gerundio político porque es acción continua.
Doce meses han mostrado que no descansa ni procura la paz: «hay mucho por hacer», susurra en pícaro mandato a quienes van a su tumba con la idea de darle homenaje y terminan recibiendo tareas.
Allá, en la Santa Ifigenia que Santiago venera por todos los cubanos, Fidel resolvió con su propia ceniza el dilema de las dos trincheras que el Maestro nos puso en una frase. No, no hay trinchera más fuerte que la forjada con semejante polvo.
El vencedor no tenía por qué cambiar ahora que cumple un año de táctica y estrategia con Martí, de serena tertulia con Mariana y de ajedrez por la Patria con el cespedino Padre que todos compartimos. Lo hace sin detener la charla con usted y con aquel, con ella y conmigo, tan solo interrumpida el pasado 25 de noviembre.
Por ahí anda Fidel. Lo vi hace apenas un ratico, en el cargo más arduo, el de héroe, que le impide el lujo de faltarnos. No hay manera posible de extrañarlo porque nunca ha partido; que le extrañen aquellos que jamás le quisieron.
Fidel se renueva, se resiste, se revira. No hay cubano más jíbaro, ni noble. No es posible ganarle —¡si lo sabrán los que hoy no oyen y jamás aprendieron a verlo mientras él iba medio siglo delante!—, así que vencer el tiempo es para él solo cosa de tiempo.
Sus hijos de todas las edades hemos atentado mucho más que 638 veces contra esa muerte ignorada, para «vivirlo» tantas veces como la vileza quiso matarlo, pero acaso un día de estos nos pronuncie un discurso sobre nuevas maneras de hacer Revolución.
Su arsenal está claro: venció siempre porque siempre convenció. Ya en el otro noviembre nos hizo ver que, en efecto, podía persuadir hasta las piedras: le enseñó las raíces del amor a una roca pesada que desde hace un año explica al mundo un universo llamado… Fidel.
Es indispensable mantener a los héroes en la libertad del viento y en el frescor de las hojas. Fidel no tenía tiempo libre, no como nosotros lo entendemos, pero sí como lo entienden aquellos venerables que asumen los dolores de los pueblos como cicatrices en sus entrañas
El dominó fue una práctica natural de su cubanía, esa de la que se enorgulleció durante toda su vida.Autor: Juventud RebeldePublicado: 25/11/2017 | 02:17 am
¿Cómo estrechar las manos de un hombre que a todos nos deja pequeños? ¿Cómo acercarnos a descubrir los ratos libres de un caminante de la utopía, que anduvo sin cansarse durante toda su vida? No sabía cómo, aunque sí que era necesario hacerlo, porque es indispensable mantener a los héroes en la libertad del viento y en el frescor de las hojas y apartarlos de lo que Roque Dalton llamaba «monstruoso mármol».
Así, cargado de futuras luces, entré a la búsqueda; pero todo pareció irse abajo cuando Katiuska Blanco, quien pasó mucho tiempo junto a él y devino una de sus biógrafas, me expresara con una calurosa y condescendiente sonrisa: «¡Ay, muchacho!, si Fidel no tenía tiempo libre». Y fue cierto, no lo tenía; no como nosotros lo entendemos, pero sí como lo entienden aquellos venerables que asumen los dolores del pueblo como cicatrices en sus entrañas.
***
El tiempo es un gran patriarca sentado en la puerta de la existencia; un inmenso soldado color de otoño que ofrece a los hombres que asisten ante su presencia una cuota de vida. Al atravesar los portones, cada cual emplea lo recibido en lo que la luz interna los guía a hacer.
Hay hombres que son todo claridad, soles de la vida de los pueblos, y nunca descansan. En ellos vive el espíritu de salvación y se alza la semilla redentora que impulsa a quienes los rodean, y hacen fundar y crecer a las naciones. Fidel fue uno de esos; llevaba en sí la llama intensa que con paso incendiario colma la tierra y abraza los corazones.
Chaplin y Cantinflas
En la infancia se trazan caminos, experiencias que no nos abandonan nunca más, que van construyéndonos la realidad y en momentos regresan como una tormenta de hojas para señalarnos la vía correcta.
Como todo niño de la época, cuando descubre el cine se apasiona por las películas de vaqueros y las de precaria ciencia ficción, pero las que lo marcaron para toda la vida fueron las de Charles Chaplin y Cantinflas, por quienes sintió especial predilección desde que tuvo la oportunidad de verlos por vez primera.
«Las películas del Oeste me gustaron siempre, con diferencia que de niño las tomaba en serio, pero de joven, sobre todo de adulto, las veo como películas humorísticas, me río mucho viendo aquellas barbaridades, y las cosas que de muchacho consideraba serias», dice en Guerrillero del tiempo.
Juventud, deporte y pasión
Los deportes fueron savia motora de una juventud activa, llena de adrenalina, en los que empleó mucho de su tiempo libre, sobre todo en los colegios, primero en Dolores y luego, y más, en Belén.
Llama muchísimo la atención la anécdota del boxeador imbatible. Le relata a Katiuska en el libro de marras que en unas vacaciones de verano compraron Ramón y él unos guantes de boxeo con no se sabe qué ignoto dinero, y levantaron un rústico coliseo.
No tenía ni idea del boxeo, pero aun así estuvo mañanas enteras peleando con todo tipo de contrincantes: grandes, chiquitos, flacos, gordos, y claro, sin protectores. Ramón era el mánager, y él, «boxeador profesional», sin ganar un centavo, solo golpes y diversión. Únicamente una vez estuvo a punto de ser noqueado, pero no cayó. Como púgil también fue invicto.
En las vacaciones que conceden los jesuitas del Colegio de Belén lleva a Birán los deportes. Cuando estaba en boga el fútbol, llevó una pelota y allá hacían la portería. Cuenta a Katiuska que hasta en el corredor de la casa se emplazó una vez la canasta de baloncesto, ¡tanta era la pasión!
Ante el candil: Las letras
Me habla el Doctor en Ciencias Históricas Rolando Rodríguez García, quien fuera su amigo personal, de un Fidel lector incansable, voraz e incuestionablemente acucioso. Me recalca el también Premio Nacional de Historia que cuando ejerció como presidente del Instituto Cubano del Libro, cada publicación tenía que tener un ejemplar reservado para Fidel, quien leía con rapidez inaudita, tanto una novela histórica como un libro de técnicas agrícolas.
Leer se volvió no ya un pasatiempo, sino una inspiración, un liberar la mente de las tensiones que imponían sus cargos dentro del Estado.
Viaja en el imaginario popular el mito de un Fidel que, cursando el bachillerato, aprendía de memoria las páginas de los libros de leerlas una sola vez y, automáticamente, las arrancaba. Lo sucedido, más allá de la leyenda construida por nuestro pueblo, el Comandante lo explica en las conversaciones con Katiuska Blanco.
Todo sucede luego de que tuviera una calificación mínima en una prueba de la asignatura llamada Cívica, examen que él consideraba más o menos bueno. Entonces, para la comprobación final decidió aprenderse el libro del profesor, texto de unas 300 páginas, de memoria. Tras leerlo cerca de cinco veces y ya un poco molesto con la materia, decidió arrancarle cada hoja al cuaderno como si estuviera protagonizando un ritual de dignidad frente a la tan aborrecida disciplina y los métodos dogmáticos empleados en su enseñanza. Quizá alguien lo vio en medio de la faena y corrió la voz que llegó a nuestros días con matiz de leyenda.
Al llegar el examen, las respuestas fueron literales del libro, no existía margen de error, no había manera de malas interpretaciones; era la respuesta y el combate al dogmatismo, pero la nota no varió: ¡otra vez 60 puntos! Parece que aquel profesor no leía las pruebas.
Fue su pasión por la lectura la que guio al genio en ciernes a través de los textos martianos, a las crónicas de las guerras independentistas y al conocimiento más extraordinario de nuestra historia, base de toda su ideología en ciernes.
La palabra hablada: Eterna compañera
Para Fidel, la oralidad no constituyó solo vehículo de expresión de ideas; esta fue por sí sola creadora de vínculos y ardores cercanos al alma. Me cuenta Katiuska Blanco que tenía en alta estima el diálogo directo, conocer hasta los detalles que aparentemente pudieran parecer insignificantes para el resto, aunque para él tenían una gran importancia. Conversar con todos, tomar sus opiniones y consideraciones, significaba la piedra angular de la formación de su criterio.
En el documental Comandante, de Oliver Stone, declara su afición por dedicar «el máximo tiempo a conversar con los compañeros, a comentar sobre distintos temas. Sobre problemas, porque hay que buscarles soluciones».
Y cómo no ver que conversar era una de las grandes pasiones que tenía, si sus memorias radican en extensos y profundos diálogos con el periodista Ignacio Ramonet y con la ya citada Katiuska Blanco.
Regreso a la naturaleza
El paso de los años ha dejado su huella en el cuerpo robusto, alto y esbelto de antaño. Ya la espalda ha ido cediendo..., pero la mente mantiene la lucidez de los primeros años, solo que ahora la memoria posee grandes cantidades de información y experiencia.
El tiempo es distribuido metódicamente, muchas horas a la lectura, otras tantas a la reflexión, escribe frecuentemente y siempre visita las plantaciones cercanas.
Acercarnos a los gigantes puede causar miedo, pavor quizá, pero si queremos entender los latidos de nuestros días resulta indispensable sumirnos en la sombra de los grandes cubanos que habitan el bosque de la Patria.
Mientras más nos acerquemos a los protagonistas de nuestra historia, seremos capaces, en mayor medida, de entender su heroicidad. Solo encarnando sus circunstancias y su vida, conoceremos el porqué de las acciones que emprendieron. Nunca debe hablarse del martirologio sin antes decirse con propiedad las causas que lo impulsaron. Así se aprende con fruición y hasta con deleite la historia: sintiendo el calor de quien la construye y rozando las balas de aquellos a quienes les dieron muerte.
«Los que no creen en la inmortalidad creen en la historia», dijo una vez nuestro Apóstol José Martí. Yo no creo en la inmortalidad de los hombres; confío en el engrandecimiento de la historia, contada, no como la oda de un Aquiles o un Áyax, sino como la voluntad consagrada de un pueblo que, guiado por algunos de sus más singulares miembros, ha decidido construir la utopía del nuevo mundo, del diferente, aquel que sería solo nuestro.
Ahora sostengo las manos del héroe benevolente, del hombre consagrado a su Patria, cargado de virtudes, aunque no exento de defectos. Y me mira a los ojos, siento en las profundidades de su mirada un llamado a seguir, a continuar construyendo, a ser como él, pero en mis propias circunstancias. Dignidad, pura dignidad constituyeron aquellos tiempos en que tuvo que levantarse a la libertad. Sacrificio y entrega fueron las horas cargadas de luz. Fue un hombre unido al destino de su pueblo. Su voz atronadora y sus ideas sin fin apenas comienzan a expandirse por el mundo.
Bobó a la cubana
Decía el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín que la fuerza expresiva de Fidel estaba en sus manos, la proyección de sus discursos se hallaba allí, entre las falanges, pero aquellas manos no solo eran dedicadas al señalamiento y a la expresión oral, sino que eran también hacedoras de múltiples delicias culinarias. Porque el Comandante era un chef excepcional, un amante de los buenos sabores, un conocedor de los misterios de la cocina.
En el libro Fidel y la religión, del intelectual brasileño Frei Betto, el autor relata cómo le mostró a Fidel una receta de bobó de camarones, y el Comandante, a falta de un ingrediente esencial innovó el plato «a la cubana». Tampoco el mundo de las especias y los sabrosos olores pudo escapar de su alma de hidalgo creador.
La única manera de mantener a Fidel y sus principios vivos en la Cuba que vendrá es entenderlo a plenitud y seguir su ejemplo. El riesgo más grande es, en definitiva, colocarlo en un pedestal
Fidel Castro.Autor: Juventud RebeldePublicado: 25/11/2017 | 04:18 am
La pregunta ha estado latente desde el principio y en todo el camino hasta aquí: desde que empezó este suplemento y en cada una de sus páginas, desde que la muchacha de la portada se sentó frente a la computadora, desde que nueve estudiantes de Periodismo se reunieron en un aula de la Facultad de Comunicación para llenar la pizarra de ideas dispersas mientras se cuestionaban, una y otra vez, qué historias contar.
Porque en realidad la muchacha no existe. O existe de muchos modos. Ella es la suma de todos nosotros, los estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Diseño que pensamos, diseñamos y redactamos este suplemento especial de principio a fin. Ella es también el símbolo de una generación.
Nuestra generación no conoció a Fidel de cerca. Lo vimos en algunos de sus últimos actos públicos y aprendimos quién era leyendo, escuchando, en la escuela, por nuestros padres. Fidel se nos volvió, sobre todo, un mito: un héroe de discursos sublimes, hazañas inmensas y logros irrepetibles.
El 25 de noviembre de 2016, cerca de las 11 de la noche, Fidel Castro, el hombre, murió. Y corrimos el riesgo de quedarnos solo con el héroe. Porque al niño enamorado de la naturaleza, al joven deportista, al estudiante universitario, al hombre pícaro con respuestas sutiles, al barbudo soñador, al buen lector, al que creía en la justicia social como punto de partida de cualquier proyecto, no lo conocíamos con profundidad.
Muchos repetimos convencidos la consigna que salió de entre la gente: Yo soy Fidel. En medio de aquel silencio raro en el que se sumió la Isla confirmamos que, a pesar de no haberlo conocido bien, Fidel había dejado marcas en nosotros. Probablemente no fuimos hasta aquellos días conscientes de cuánto lo habíamos aprehendido. Y en aquel momento fue suficiente.
Un año después no basta con repetir la frase. Entender todo lo que implica identificarse con Fidel y decirse igual a él es un paso decisivo en la construcción de los roles de esta generación. Hay que seguir viviendo, sí, pero sobre todo hay que aprender a seguir viviendo.
Cuba está ahora ante su mayor desafío. La actualización de nuestro modelo económico y social junto con el paulatino proceso de cambios nos ponen una vez más frente al reto de transformar muchas cosas para que la esencia siga siendo la misma. Nosotros, los jóvenes, siempre seremos protagonistas.
La única manera de mantener a Fidel y sus principios vivos en la Cuba que vendrá es entenderlo a plenitud y seguir su ejemplo. El riesgo más grande es, en definitiva, colocarlo en un pedestal.
Con esa idea como punto de partida empezó este suplemento. Intentamos todo el tiempo, en cada trabajo, con cada perspectiva, poner el mito a contraluz, contar las historias del hombre, entender realmente quién era.
En algún momento comprendimos que 12 páginas no serían suficientes para mostrar tantas facetas, tantas historias, tantos rasgos. Hace falta mucho más espacio y tiempo para contarlo, pero fue un buen comienzo.
Nuestra Isla tiene muchas cosas por construir, pero habrá una certeza implícita en cada noviembre: Fidel definió la historia de Cuba. De cada joven que lo conozca, lo entienda y lo haga suyo, depende que sea parte del presente y del futuro.