(Balada para un loco)
Cuando lo vi por primera vez en el conversa-torio del Festival Oiga, Mire, Lea,
no sé porque recordé esa estrofa del poema interpretado magistralmente por Piazzola.
Jovencito, de mirada traviesa y carita de ‘yo no fui’.
Me entregué a escucharlo, sin ninguna expectativa.
A medida que avanzaba la charla y nos íbamos metiendo en la historia del Señor Watanabe,
personaje sobreviviente de Hiroshima, Nagasaki y muchos años después de Fukushima,
personaje real convertido en ficción, contado por cuatro mujeres que lo vivieron
y lo amaron, fui cayendo en una especie de hechizo. Sigo atrapada.
Hablo de Andrés Neuman, argentino, de padres músicos que decidieron radicarse en Granada.
Poeta, narrador, novelista.
Creo que ni el mismo se imaginó convertido en un referente de la literatura contemporánea.
Ya sus obras se han traducido a más de treinta idiomas y ganado premios:
el Hiperión, el Alfaguara, el Firecracker, finalista del Herralde, etc., etc.
Como aperitivo me leí ‘La vida en las ventanas’ y ‘Alumbramiento’.
Ya preparada me lancé y abrí la primera página de ‘Fractura’.
Quedé, como dije al comienzo, atrapada. No lo puedo dejar.
‘Fractura’ se inicia cuando al señor Watanabe, ya viejo, lo agarra el terremoto en el metro,
logra salir y llega a su apartamento situado en un piso veintiocho.
Escucha en la radio la palabra tsunami y al inspeccionar los daños piensa
“que todas las cosas rotas tienen algo en común. Una grieta las une a su pasado”.
Retoma su admiración por el Kintsugi, “-cuando una cerámica se rompe,
los artesanos insertan polvo de oro en cada grieta, subrayando la parte por donde se quebró.
Las fracturas y su reparación quedan expuestas en vez de ocultas, y pasan a ocupar un lugar central.
Aquello que ha sufrido daños y sobrevivido puede considerarse entonces más valioso y más bello”.
-“Ve en las pantallas la fuerza absurda del tsunami, la naturalidad del líquido ahogando
la madriguera de la civilización, las grietas en las carreteras, masticando el asfalto
igual que una dentadura, la rebelión de las formas, los espasmos en las tiendas”.
En otro aparte la recuerda su sonrisa. -“Siempre he pensado que la gente se ríe como es.
Que podemos fingir una mirada, impostar la voz pero es muy difícil reírse de otra manera.
Conozco risas igual de nerviosas que sus dueños, risas de boca cerrada, risas estridentes,
desesperadas por llamar la atención, algunas extremadamente largas que no quieren
terminar como si estuvieran huyendo del dolor”.
Sí. Atrapada por ‘Fractura’. Reflexionando en ese arte milenario del Kintsugi
en el que insertan polvo de oro en las grietas para que aquello que ha sufrido daños quede más valioso.
Y pienso en Colombia. Si tan solo pudiéramos reconocer nuestras fracturas,
nuestras grietas, y a través de la reconciliación sanáramos nuestras heridas
cubriéndolas con ese polvo amoroso para que podamos iniciar una nueva vida,
sin tener vergüenza de nuestra historia y recordándola en sus fracturas
reparadas, para sanarlas del todo.
Sí es posible. La verdad sería ese polvo de oro.
Todo quedaría más valioso, respetado, unido de verdad.
Andrés Neuman, ¿de qué planeta saliste? ¿Cómo pudiste escribir ‘Fractura’,
que es casi un largo poema de amores, resiliencia, arte y dolor?
Aura Lucía Mera