Las elecciones argentinas fueron excepcionales, tomando en cuenta el contexto regional. A pesar de la crisis económica, la primera y la segunda vuelta se realizaron sin mayores sobresaltos. La oposición progresista ganó y el oficialismo conservador, que giró todavía más a la derecha durante la campaña, reconoció la derrota. La democracia argentina demostró su solidez.
Lo mismo pasó en Uruguay, aunque el intercambio de poder fue al revés: la izquierda perdió en el ballotage después de gobernar durante 15 años y la derecha volverá al poder. Pero no hubo protestas, ni impugnaciones. La transición se desarrolla en paz.
Las crisis institucionales en América Latina
En el resto de los países vecinos, en cambio, se sucedieron crisis institucionales. Los procesos de Argentina y Uruguay estuvieron precedidos por las anomalías en las elecciones de Bolivia y el golpe de Estado contra Evo Morales que sumió al país en un clima de violencia y tensión. El futuro del conflicto, del que no se prevé un fin cercano y que incluye delitos de lesa humanidad, es impredecible.
Chile estalló, por otras causas, y persisten los masivos reclamos contra el presidente Sebastián Piñera. La respuesta de las fuerzas de Seguridad ha sido la represión desmedida que ya registra denuncias internacionales. La sociedad colombiana también decretó una rebeldía callejera ante el desprestigio de los políticos tradicionales.
Cecilia González, periodista y escritora.
Bolsonaro criticó públicamente a los argentinos por haber votado mayoritariamente por el peronismo y amedrentó con la posibilidad de romper el Mercosur. Fue su venganza por la alianza de Fernández con Lula. La amenaza no es tan fácil de cumplir, porque Argentina y Brasil son los principales socios comerciales de Sudamérica
En Perú, el presidente Martín Vizcarra disolvió el Congreso y los nuevos parlamentarios se elegirán recién a fines de enero. En Ecuador, las revueltas populares en rechazo a un paquete económico debilitaron al presidente Lenín Moreno.
En Paraguay, el presidente Mario Abdo Benítez enfrentó este año una amenaza de juicio político por un discrecional acuerdo energético firmado con Brasil y su gestión tiene altos niveles de rechazo.
Los gobiernos autoritarios de Venezuela y Brasil son casos aparte. Uno por izquierda y otro por derecha. Nicolás Maduro resiste y se mantiene en el poder a pesar de los esfuerzos de parte de la llamada "comunidad internacional" que, con tintes injerencistas, ha hecho todo lo posible para sacarlo del Palacio de Miraflores. Jair Bolsonaro, quien todavía es apoyado por el 30 % de los brasileños, mantiene su estilo bravucón, provocador e intervencionista mientras su popularidad va a la baja y el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva retoma la política ahora que recuperó la libertad provisional.
Bolsonaro criticó públicamente a los argentinos por haber votado mayoritariamente por el peronismo y amedrentó con la posibilidad de romper el Mercosur. Fue su venganza por la alianza de Fernández con Lula. La amenaza no es tan fácil de cumplir, porque Argentina y Brasil son los principales socios comerciales de Sudamérica, pero sí mantiene en tensión la relación bilateral que es crucial para ambos países que ya se reflejó en la ruptura de tradiciones diplomáticas: Fernández eligió México, y no Brasil, para realizar su primera gira al exterior como presidente electo. Y Bolsonaro no vino a la asunción del presidente electo, algo que sí cumplían sus antecesores.
México, el gran aliado
En este escenario plagado de conflictos, Fernández intentará construir un liderazgo a partir del papel protagónico que pretende que Argentina asuma en la diplomacia internacional, pero sin concesiones ideológicas y con una visión latinoamericanista. Es el único presidente en ejercicio del Grupo de Puebla que formaron políticos progresistas para frenar el avance que la derecha tuvo en los últimos años y que contrarresta con el Grupo de Lima que convirtió a Venezuela en el "villano favorito" de América Latina.
Cecilia González, periodista y escritora.
Fernández ya descartó la continuidad de la confrontación ejercida por los gobiernos kirchneristas y que Macri aprovechó para prometer hace cuatro años que, durante su gobierno, el país volvería "al mundo". Afirmó que se relacionará con todos, pero con un eje en la independencia, el respeto y la soberanía.
No le será fácil. La década pasada, medidas como la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y el histórico rechazo al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que promovía Estados Unidos fueron posibles gracias a la alianza que formaron los gobiernos de Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Chile. Fue una coincidente oleada progresista, desconocida hasta entonces en la región. Pero Néstor Kirchner y Hugo Chávez murieron, Evo Morales está exiliado, Dilma Rousseff y Fernando Lugo fueron destituidos, Lula sigue acosado por anómalos procesos judiciales y la izquierda acaba de perder en Uruguay.
Aun en soledad, sin aliados alrededor, Fernández ha demostrado los cambios que se vienen en Argentina con su política exterior. Ya descartó la continuidad de la confrontación ejercida por los gobiernos kirchneristas y que Macri aprovechó para prometer hace cuatro años que, durante su gobierno, el país volvería "al mundo". Fernández afirmó que se relacionará con todos, pero con un eje en la independencia, el respeto y la soberanía. Una señal fueron las llamadas telefónicas con Donald Trump y Emmanuel Macron, quienes, para sorpresa y desagrado de los opositores al peronismo, lo felicitaron por su triunfo.
Las diferencias con su antecesor son más que evidentes. Macri se obsesionó con Maduro e hizo uso y abuso de la tragedia del país caribeño al amenazar con que, si ganaba el peronismo, Argentina iba a ser Venezuela, como si tal cosa fuera posible. También reconoció a Juan Guaidó, el presidente autoproclamado con el apoyo de los enemigos locales e internacionales de Maduro.
Fernández, en cambio, ni siquiera le respondió a Guaidó el mensaje de felicitación que le escribió en redes sociales cuando ganó las elecciones. Y ya avisó que de ninguna manera apoyará políticas intervencionistas para resolver la crisis venezolana, posición similar a la ejercida hasta ahora por México y Uruguay, aunque este último país cambiará y se enfrentará más abiertamente con el gobierno de Maduro una vez que Lacalle Pou asuma en enero la presidencia. Así, el único y gran aliado con el que cuenta Fernández, por ahora, es Andrés Manuel López Obrador.
En el caso de Brasil, con Macri en el gobierno Argentina fue el primer país del mundo que reconoció a Michel Temer como presidente cuando habían pasado escasos minutos de la irregular destitución de Rousseff, que se equiparó más a un golpe parlamentario. Macri siempre se mostró amigable con Bolsonaro y defendió la falsa "fortaleza de las instituciones" del país vecino. Fernández, amigo de Lula, piensa todo lo contrario.
La semana pasada, durante su última Cumbre del Mercosur, Macri, quien se negó a reconocer el golpe de Estado en Bolivia, validó a la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez. Incluso la llamó "presidenta electa", aunque no fue elegida por nadie. Fernández, de nuevo en una posición antagónica, condenó el golpe y encabezó un operativo internacional en alianza con López Obrador para rescatar a Evo Morales y lograr que se exiliara en México.
El giro diplomático es evidente. Y apenas comienza.
5 gestos políticos de Alberto Fernández que dan pistas sobre el nuevo Gobierno de Argentina
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Alberto Fernández antes de ingresar a Casa Rosada durante la transiciónRicardo Moraes / Reuters
Aunque virtualmente ya se sabía desde agosto quién sería el próximo presidente de Argentina (elecciones primarias), solo desde octubre (comicios generales) la información es oficial. Desde entonces el presidente electo fue dando pistas y gestos que dan cuenta de hacia dónde irá su gobierno. Este 10 de diciembre asumirá Alberto Fernández: ¿qué guiños hay que tener en cuenta para entender algunas de las líneas claves de lo que será su gestión?
1 - Relaciones internacionales
En materia de política exterior Fernández tendrá desafíos varios. Con una región caliente y sucesivos conflictos en Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Chile, el próximo presidente deberá delinear con mucho tacto una estrategia.
Ya en su campaña abogó insistentemente por la liberación de Lula, lo cual lo enfrentó explícitamente con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Sin embargo, la 'realpolitik' probablemente los obligue a ambos a tener una mejor relación en el aspecto diplomático que en lo personal.
La reciente suba de aranceles por parte de Estados Unidos a las exportaciones de acero y aluminio a los dos países es una muestra de que el pragmatismo probablemente sea lo que impere en los acuerdos bilaterales.
Alberto Fernández y Jair Bolsonaro.Diego Vara / Mariana Grief / Reuters
En relación a Estados Unidos, Fernández tendrá que tener algún tipo de diálogo con la gestión de Donald Trump dado que es (en los hechos) quien decide sobre el Fondo Monetario Internacional, organismo con el que Argentina deberá renegociar su deuda externa. En este aspecto, Fernández adelantó que no pedirá los 11.000 millones de dólares que restan del crédito.
Fernández dijo en reiteradas ocasiones que seguiría en política exterior la línea de México, con cuyo presidente se reunió hace poco, y con Uruguay, país que sin embargo acaba de girar a la derecha. Otro punto central será ver cómo son sus vínculos con la Unión Europea y si prospera o no el Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y dicho bloque.
También resultaron claves sus gestiones geopolíticas al momento del exilio de Evo Morales a México y su rol en el flamante Grupo Puebla. Incluso dijo que Argentina "es la casa de todos los bolivianos" y sugirió que sería un honor recibir a Morales.
El gobierno de Fernández tendrá la primera minoría en el Congreso. Sin embargo, lo más probable es que para hacer pasar leyes importantes deba negociar con otros bloques. A nivel nacional, el futuro jefe de estado insiste en la idea de que el suyo será un gobierno federal, lo cual significaría dar un rol importante en la administración de los gobernadores de las provincias.
Alberto Fernández prueba una mermelada regional junto al intendente de Hurlingham.Twitter / @alferdez
En ese sentido, en septiembre se reunió con 14 de los gobernadores del país con quienes firmaron un acuerdo. El documento tenía tres promesas: la de crear la Mesa 'provincias en red' (reuniones periódicas entre jefes de gabinete nacionales y de provincia), encender las economías regionales y diseñar una Agenda de Desarrollo Federal.
3 - Economía
En cuanto al perfil económico, Fernández sostiene que el proyecto productivo dará un giro de 180 grados. "En la Argentina que viene vamos a premiar a los que producen, no a los que especulan. Queremos que nuestras industrias vuelvan a tener crédito, vuelvan a producir y vuelvan dar trabajo. No es un desafío del presidente sino de toda la sociedad. Vamos a levantarnos entre todos", dijo en una reunión con referentes de la Unión Industrial Argentina.
Recibirá un país con graves números en lo económico tras la gestión de Mauricio Macri: un 40,8 % de pobreza según la Universidad Católica Argentina (UCA) o de 35,4 % según el índice oficial (Indec). Además, 10,1 % de desocupación, actividad económica en caída, restricción cambiaria y un peso devaluado.
A mita de noviembre, Fernández inauguró Consejo Federal Argentina Contra el Hambre, una organización que nuclea empresarios, referentes sociales, políticos, militantes. Entre otros presentes, estuvo la Sociedad Rural. El compromiso de todos tiene que ver con lograr alimentos más baratos.
El lunes después de las elecciones generales del 27 de octubre se hizo viral la foto de Brian Gallo, un presidente de mesa que estaba vestido con gorra y suéter deportivo. "Dame el DNI y el celu también", decía el texto de una publicación que insinuaba que el joven era un ladrón. La situación generó debate y polémica.
Alberto Fernández recibió a Brian, el chico de la foto viralizada.Twitter / @alferdez
Por eso el miércoles siguiente el presidente electo Alberto Fernández lo recibió y se puso él su sombrero. El entonces mandatario electo destacó que Brian "fue víctima de una discriminación que no es tolerable en la Argentina". Y agregó: "Me dijeron que juntarme con él iba a parecer oportunista. Si es una oportunidad para que dejemos de un lado nuestros prejuicios, bienvenida sea".
En un país en el que el racismo ante los sectores populares sigue muy presente y con altos grados de violencia institucional, el gesto es clave a la hora de pensar cómo será el gobierno respecto a los derechos humanos.
En el mismo sentido fue el gabinete, que entre otras cosas puso a una mujer académica y con perspectiva en derechos humanos como ministra de seguridad, Sabina Frederic.
5 - Aborto legal, seguro y gratuito
El presidente entrante fue muy claro respecto de uno de los temas más calientes del debate en Argentina: la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. Fernández no solamente ha repetido en varias ocasiones que se trata de un tema de salud pública sino que recientemente dijo que enviará "cuanto antes" un proyecto al Congreso.
Activistas en defensa del aborto durante una manifestación en Buenos Aires, Argentina, 28 de mayo de 2019.Emiliano Lasalvia / AFP
Además, Fernández en este sentido hizo otro gesto sorpresivo: fue a la presentación del libro 'Somos Belén' (de Ana Correa), que trata sobre una mujer que fue presa tras un aborto espontáneo. Luego, en una entrevista en Página/12, Fernández comentó: "No podemos seguir condenando a mujeres como le pasó a Belén, que ni siquiera sabía de su embarazo. ¿Cómo podemos vivir en esa sociedad? ¿Cómo podemos ver eso y no reaccionar?"
La asunción de Alberto Fernández como presidente de Argentina se da en un cuadro adverso latinoamericano: todos los países fronterizos están o estarán en 2020 bajo gobiernos de derecha. ¿Qué hará Fernández? ¿Qué postura tomará ante temas como Venezuela? Su toma de posesión ya dejó ver por dónde se encaminará.
Alberto Fernández asumió la Presidencia de Argentina precisamente un mes después del golpe de Estado en Bolivia contra el Gobierno de Evo Morales. El mapa que rodea al nuevo mandatario en la región es adverso: todos los países fronterizos, es decir Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay, están bajo gobiernos de derecha.
Esta imagen grafica un continente en disputa y transformaciones donde han sucedido hechos difícilmente predecibles en toda su magnitud, como las masivas movilizaciones que estallaron en Ecuador, Chile y Colombia contra el neoliberalismo, así como la presidencia en Brasil de un hombre que reivindica, entre otras cosas, la última dictadura (1964-1985) y que amenazó con no enviar a nadie para la asunción del nuevo presidente de Argentina.
Latinoamérica cambió desde que Alberto Fernández fue jefe de Gabinete del expresidente Néstor Kirchner del 2003 al 2007. La región ha vuelto a modificarse en los últimos años, y estos últimos meses son de disputa sobre la orientación de los gobiernos y proyectos. El mandato del nuevo presidente argentino se enmarca dentro de esas disputas, y él mismo se ha situado dentro de la apuesta por el continente:
"Seguimos apostando por una América Latina unida para insertarnos con éxito y con dignidad en el mundo. En 1974, el general Juan Domingo Perón señalaba que 'a niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza'. De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice", afirmó en su discurso de asunción en el Congreso de la Nación este 10 de diciembre.
En cuanto al actual momento continental, el presidente lo caracterizó de la siguiente manera: "han crecido en varios países movimientos autoritarios, ha habido golpes de Estado y al mismo tiempo en varios países crecen reclamos ciudadanos contra el neoliberalismo y la inequidad social".
La lista de delegaciones internacionales invitadas fue una toma de posición en dos casos particulares: Bolivia y Venezuela. Si bien la política del nuevo Gobierno fue invitar a todos los mandatarios democráticamente electos independientemente de su signo político —por ejemplo, los contrastantes presidentes Sebastián Piñera (Chile) y Miguel Díaz Canel (Cuba)— tal invitación implica una definición política específica.
En el caso de Bolivia está la existencia de lo que Fernández efectivamente denunció como un golpe de Estado contra el presidente Evo Morales. "Para nosotros, Bolivia no tiene Gobierno hasta que los bolivianos voten democráticamente", había afirmado pocos días antes de su jura.
Así fue que el Gobierno de facto boliviano no estuvo invitado a su toma de posesión en Buenos Aires, una posición contraria a la que había tomado el mandatario saliente, Mauricio Macri, quien nunca reconoció el golpe en Bolivia y el carácter antidemocrático de la actual gestión de Jeanine Añez a frente del país.
La posición de Fernández no fue solamente opuesta a la de Macri, sino a la de gran parte de los gobiernos de América Latina, al de Estados Unidos, y la Organización de Estados Americanos (OEA), quienes reconocieron a Añez como presidenta legítima de Bolivia.
Lo mismo sucedió respecto a Venezuela. Desde principios del 2019, con la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente del país, varios gobiernos dejaron de reconocer a Nicolás Maduro. Ese fue el caso, entre otros, de Argentina: Macri había aceptado como embajadora a quien fuera enviada por Guaidó, Elisa Trotta.
Fernández, por su parte, reconoce al Gobierno de Nicolás Maduro, sobre el cual siempre afirmó que era producto de una decisión democrática electoral. Y en ese contexto fue que el ministro de Comunicación de la República Bolivariana de Venezuela, Jorge Rodríguez, estuvo presente en el acto de jura del presidente argentino.
De esta manera, el nuevo Gobierno de Argentina se posicionó claramente sobre los dos temas más complejos del año: el intento de golpe de Estado en Venezuela con la amenaza explícita norteamericana, y el derrocamiento por la fuerza del Gobierno boliviano. Su decisión se basó en los principios leídos en el Congreso de la Nación.
"Defenderemos la libertad y autonomía de los pueblos a decidir sus propios destinos", pronunció Fernández.
Se trata de una postura minoritaria en un continente gobernado por presidentes de derecha que han adoptado como política exterior la política norteamericana para América Latina.
La integración regional y política
Fernández se refirió a la necesidad de continuar con el proceso de integración latinoamericano. "Vamos a robustecer el Mercosur y la integración regional, en continuidad con el proceso iniciado en 1983 —año en el que ganó Raúl Alfonsín, primer presidente luego de la dictadura cívico-militar (1976-1983)— y potenciado desde el 2003".
Su apuesta se da a contracorriente de los últimos años del continente, donde los gobiernos de derechase retiraron de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), uno de los mecanismos más importantes de integración regional creado en 2008. En contrapartida, se intentó conformar el Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) en marzo de este año, formado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú.
Asimismo, Fernández anunció otra voluntad en cuanto a su política exterior: esta vez con el Gobierno de Brasil: "tenemos que construir una agenda ambiciosa, innovadora y creativa, en lo tecnológico, productivo y estratégico, que esté respaldada por la hermandad histórica de nuestros pueblos y que vaya más allá de cualquier diferencia personal de quienes gobiernan la coyuntura".
De todos modos, la integración latinoamericana seguirá una clave política. Fernández ha sido parte central en la construcción del Grupo de Puebla, un espacio más de integración regional que fue fundado en julio de este año en México. Tuvo su segundo encuentro el pasado noviembre en Buenos Aires. Allí estuvieron presentes los expresidentes José Mujica (Uruguay); Dilma Rousseff (Brasil); y Fernando Lugo (Paraguay), entre otras emblemáticas personalidades progresistas de la región.
Ese eje de unificación de fuerzas progresistas es uno de los puntos centrales que ha venido en proceso de construcción. La figura de Fernández, ahora presidente, ha pasado a generar numerosas expectativas respecto al rol que podrá impulsar, no solamente él, sino su Gobierno y las fuerzas políticas que lo integran, en un proceso de nueva iniciativa integradora continental.
Varias preguntas tendrán su respuesta en los próximos meses. Una de ellas es qué relación se tendrá con el proceso político venezolano. Fernández anticipó en varias oportunidades que tendrá posiciones similares a las que mantuvo el Frente Amplio en Uruguay, es decir, de promover el diálogo entre partes y rechazar la intervención norteamericana. Lo subrayó en su discurso: "no hay más lugar para colonialismos en el siglo XXI".
La otra gran pregunta es: ¿qué márgenes de actuación tendrá en un continente tan convulsionado? Un continente donde un golpe de Estado fue respaldado por la mayoría de los gobiernos; donde Estados Unidos lleva adelante un bloque declarado contra Venezuela; donde han regresado los militares a las calles de Ecuador, Chile y Colombia para hacer frente a las protestas sociales.
Con intensidad y sin tiempo que perder para tratar de aliviar un poco al que más sufrió con el ajuste del gobierno anterior, los primeros días del presidente argentino, Alberto Fernández, han estado muy movidos. Va por la línea de su discurso tras ser investido “primero hay que comenzar por los últimos para llegar a todos”.