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Platón fundó la Academia, en honor del héroe Academo para impartir sus conocimientos. Aristóteles hizo lo mismo al crear el Liceo. Fueron los grandes pedagogos de la antiguedad occidental, aquello que etimológicamente significa "el que acompaña a los niños". Sus alumnos no fueron niños, sino jóvenes ansiosos por saber. La Academia y el Liceo fueron los antecedentes más remotos de la Universidad.
¿Pero para qué se crearon? Para difundir el saber, para conocer y para estudiar, no para ganar dinero. Cuando luego de siglos aparecieron las universidades del medioevo como Padua, Bologna, Pisa y Salamanca, sólo por mencionar unas cuantas en donde debe incluirse la de Bagdad, persiguieron la misma meta: difundir el saber, conocer, aprender y no hacer dinero.
En la antiguedad la educación era restringida, un privilegio para la aristocracia, hasta que se produjo la Revolución Francesa liberal y democrática, dando nacimiento a la educación pública. Desde esa época la educación debe ser para todos, es un derecho humano y por ende universal. Nadie puede ser discriminado del ejercicio de este derecho por razones de sexo, raza, religión o situación económica.
El fin de la educación pública, ahora universalizada y democrática, no varió en su esencia: difundir el saber, el conocer y el aprender. La universidad se convirtió entonces en la "casa de la razón". Nunca tuvo como fin hacer dinero. Esta finalidad nació en el siglo XX, con el auge del capitalismo, y se ha agudizado en la hora actual cuando predomina el neoliberalismo.
COMPARTIDO CON MUCHO AMOR,
MACHI V