EL PERMISO PARA SER VULNERABLE
Puede ocurrir que, al mismo tiempo que reconocemos que la necesidad de cariño y contacto amoroso es algo universal, nos sintamos confusos al observar que nosotros y los demás lo mantenemos como un secreto guardado celosamente. Por desgracia, sigue prevaleciendo el hecho de que la mayoría de la gente se siente avergonzada o desconcertada cuando se da cuenta de sus necesidades de amor e intimidad. Esto se debe en gran parte a que la sociedad nos enseña que tener estas necesidades es un signo de "debilidad".
Reconocer...
Reconocer nuestras necesidades ante nosotros mismos o comunicarlas a los demás puede ser terrible, porque nos hace susceptibles de recibir rechazo o humillación. Esta situación es una posibilidad que siempre está presente, sobre todo porque, al contar nuestras necesidades, podemos intimidar a aquellos que están luchando por ignorar las suyas propias. Dar valor a nuestras necesidades de crecimiento y afirmar nuestro derecho a satisfacerlas, requiere darnos permiso para vivir con una dosis esencial de vulnerabilidad e incertidumbre.
Con frecuencia, cuesta reconocer la necesidad de hacerse vulnerable para poder crecer; de hecho, al principio puede parecer que está en claro conflicto con nuestra necesidad de protegernos de los peligros físicos que amenazan nuestra supervivencia. Muchas veces, asegurarnos el bienestar físico, requiere, de una forma u otra, que nos controlemos para poder funcionar en el mundo. Sin embargo, si tratamos de controlamos de la misma manera respecto a nuestros sentimientos, ahogaremos rápidamente la autonomía de los demás y, con ello, destruiremos la intimidad.
En mi calidad de asesor, (John) realizando psicoterapia con oficiales de policía, observo con frecuencia dificultades con temas que tengan que ver con las relaciones íntimas. Frecuentemente, me preguntan: "si aprendo a dejar de controlarme, ¿cómo seré capaz de funcionar en mi trabajo?" La solución está en darse cuenta de que no se trata de todo o nada -control absoluto o ningún control-, lo cual significa que hay que aprender a vivir con una cierta dosis de flexibilidad. Trabajos como reparar maquinaria, realizar actas, hacer operaciones o programar ordenadores requieren la habilidad de ejecutar tareas de forma precisa. Por otro lado, el camino para construir la confianza y disfrutar de la experiencia de amor e intimidad, se labra con la habilidad de renunciar a los esfuerzos que realizamos normalmente por controlar las cosas. Esto requiere que nos permitamos ser vulnerables como humanos, más que pretender conocer todas las respuestas o intentar controlar la conducta de las personas a las que queremos sentirnos cercanos.
La decisión de arriesgarnos, renunciando al control, nos abre a unas consecuencias que pueden parecer nefastas, porque se nos pide que aprendamos un funcionamiento que, aparentemente, está en conflicto directo con las pautas necesarias para sobrevivir y funcionar en este mundo. Al crecer en nuestra cultura, la mayoría de nosotros ha aprendido a controlarse no sólo por el bien de nuestra supervivencia física, sino también por la supervivencia emocional. Por desgracia, este hábito de controlarnos domina nuestra vida más allá de nuestro trabajo -llegando a extenderse a nuestras relaciones íntimas y nuestras amistades. Tendremos que explorar entonces por qué nos sentimos tan inseguros con otro ser humano que está deseando el mismo contacto tierno y el mismo amor que tanto anhelamos nosotros.
Si practicamos el contactar y expresar nuestros verdaderos sentimientos allí donde nos sintamos más seguros -con la pareja, un amigo o con el terapeuta-, creceremos de tal forma que podremos sentimos más relajados y abiertos en nuestra vida cotidiana. Al avanzar en esa dirección, incluso podemos llegar a ver que nuestro trabajo puede ser realizado con exactamente la misma eficacia, si no con más, al adoptar una actitud más relajada. También nos sentiremos más libres para expresar cómo pensamos que nuestro lugar de trabajo puede tener un ambiente más satisfactorio. De hecho, hay una tendencia cada vez mayor en las empresas a tener en cuenta la aportación del empleado, a fin de que éstos se sientan cada vez más enriquecidos y le vean un sentido a sus puestos de trabajo.
A medida que haya cada vez más personas que se sientan cómodas en su vulnerabilidad, se trabajará hacia la creación de ambientes que estimulen el crecimiento personal y la sensación de cohesión con su comunidad. A medida que se vayan apreciando cada vez más valores como la comunicación sincera, el respeto mutuo y la toma de decisiones compartidas, iremos evolucionando lentamente hacia una sociedad en la que nuestra vida privada pueda estar en mayor armonía con nuestra vida laboral.
Hasta que la sociedad dé valor a la creación de ambientes que nos hagan sentirnos más seguros para mostrarnos vulnerables al mundo, es nuestra tarea el abrirnos más en el ámbito en el que nos sintamos más seguros, para luego crecer a partir de ahí, llegando a probar nuevas aguas que puedan estar más allá de nuestro círculo de seguridad. Pero este proceso de crecimiento debe de empezarse con el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad básica. Si lo evitamos, ignorando nuestra experiencia sentida, pasamos de largo de la entrada que nos podría llevar a la satisfacción que, en el fondo, estamos deseando.
Cuando nos abrimos a la experiencia sentida, nos damos cuenta en seguida de que nuestra existencia humana es algo muy vulnerable, estrechamente interrelacionada con los demás. Sin embargo, el hecho de necesitar amor y cercanía no garantiza que lo vayamos a recibir de una persona concreta. Como todos poseemos libertad de elección, cada persona tiene la capacidad de negar o renunciar al amor. Todos tienen el poder de actuar de forma que nos sintamos heridos (intencionadamente o no). Así, el ser vulnerable es concomitante a la condición humana por mucho que nos resistamos o luchemos por mantener el control sobre nuestras vidas y emociones.
Para expresar este dilema de otra forma, es evidente que todos queremos sentirnos queridos por lo que somos, sin tener que recurrir a pretensiones o manipulaciones. Sin embargo, el embrollo en el que estamos metidos es que también podemos ser rechazados por lo que somos. Ser nosotros mismos y pisar con valentía el mundo significa renunciar a controlar lo que los demás puedan sentir respecto a nosotros.
Por supuesto, en realidad, no tenemos absolutamente ningún control sobre las reacciones que puedan tener los demás respecto a nuestra indefensa personalidad interna, o sobre si nos van a aceptar, respetar o amar tal y como queremos. Aunque podemos adoptar una expresión de felicidad o enmascarar lo que pensamos que son fallos, hay mucha gente que posee la extraña habilidad de percibir la sustancia que hay detrás de la fachada. Algunas personas que temen su propia experiencia sentida, preferirán que seamos cautelosos, indirectos o contenidos. Asustados por nuestra sinceridad y maneras directas, pueden llegar a rechazarnos. Otros, sin embargo, que están más cerca de la autorrealización (y, por ello, tienen mayor capacidad de amarnos de verdad), pueden tomarse a mal o desconfiar de nuestra propensión a ocultar sentimientos, esconder la verdad o manipular, para obtener aprobación. En estos casos, nos puede rechazar no porque a la gente no le guste como somos, sino porque no nos permitimos a nosotros mismos ser del todo quienes realmente somos.
Entresacar las diversas razones que explican estos dos tipos de rechazo puede enseñarnos la importancia de desarrollar una sensibilidad mayor para saber a quién podemos mostrarle nuestros sentimientos y a quién no. Más que decidir ocultar nuestra vulnerabilidad ante cual quiera, y con ello, cerrar cualquier posibilidad de crear una relación genuinamente íntima, podríamos optar por conocer cuáles son las condiciones en las que nos sentimos seguros, para comenzar a confiar en otra persona. Entonces, aunque sigamos sintiéndonos vulnerables ante la posibilidad de ser heridos, podemos reducir el peligro eligiendo prudentemente a las personas con las que nos juntamos. Entonces es cuando la intimidad podrá crecer paulatinamente, a medida que vamos controlando el grado en el que nos sentimos seguros revelando nuestra verdadera personalidad a otra persona.