Eduard Punset: Tras pasar tantos años hablando con científicos, es maravilloso conocer a un autor que dice, literalmente, que un libro debería ayudarnos a vivir, porque a veces los científicos se olvidan de para qué están ahí, y no piensan suficiente en la gente de la calle.
Alain de Botton: Sí. Creo que en nuestra cultura, por lo general, se ha establecido una división entre lo práctico y lo teórico. Y a menudo parece como si la parte más seria y prestigiosa de la vida fuera lo teórico, mientras que lo práctico se denigra y se considera inferior. Esto puede verse en la literatura y en la ciencia: si escribes un libro diciendo que te gustaría cambiar la vida de la gente, lo que dirán es: «¡este tipo está loco! Quizá es un gurú del pop de Estados Unidos, y nos explicará cómo ser felices todo el tiempo». Hay mucha desconfianza en torno a la gente que quiere cambiar las cosas.
Eduard Punset: Hablemos seriamente de algo tan práctico y cotidiano como la ansiedad, por ejemplo. Analicemos las causas, ¿de acuerdo? La primera que mencionas, en tus libros, tras ponerlas todas juntas, es la falta de amor; y afirmas que la gente, en este mundo jerárquico, lo que espera es el reconocimiento, el amor…
Alain de Botton: Sí. Creo que somos una cultura que habla del amor todo el rato: el amor en las canciones de pop, etcétera. Pero nuestra noción del amor se centra siempre en el amor romántico, sexual: en una relación. Y me parece que nuestra necesidad de amor va mucho más allá: infecta y afecta todo tipo de ámbitos de nuestra vida. La gran tragedia vital es que nacemos de unos padres que normalmente piensan que somos increíblemente especiales. Así que pasamos los primeros ocho, diez, quince, veinte años en un contexto en el que nuestros padres creen que somos absolutamente fantásticos, no debemos conseguir nada, etcétera. Pero de repente, por desgracia, el resto del mundo no es como nuestra madre o nuestro padre, ¡no creen que seamos fantásticos simplemente por existir! Así que, en cierto modo, nuestro ego queda tremendamente herido, y esto hace que mucha, mucha gente intente compensar esta disminución de amor a través de los logros.
Eduard Punset: ¡Eso es!
Alain de Botton: George Orwell dijo una vez: «pasados los 20, a nadie le importa si eres simpático o no». La idea es que no importa si eres majo, lo que importa es lo que haces... cuando dos personas se conocen por primera vez, hoy en día, suelen preguntar: «¿a qué te dedicas?» y, si la respuesta es digna de admiración, entonces dicen: «¿por qué no quedamos? ¡aquí tienes mi tarjeta!», pero si la respuesta no es tan impresionante, entonces uno de ellos se gira y se va. De modo que lo que haces, lo que consigues en el mundo material, se convierte en el factor decisivo que determina la atención y el respeto que obtendrás. Mucha gente dice que vivimos en una época muy materialista, que todo el mundo quiere dinero, etcétera. Aunque eso es verdad hasta cierto punto, yo creo que la mayoría de la gente sigue queriendo respeto y amor por encima del dinero. Pero resulta que vivimos en una sociedad que ofrece amor a la gente en relación con los logros materiales.
Eduard Punset: Con el estatus, realmente…
Alain de Botton: Sí, con el estatus.
Eduard Punset: Y el impacto de un bajo estatus puede ser enorme. Hay algunos científicos en Gran Bretaña que empiezan a sugerir que el lugar que uno ocupa en la jerarquía es el mejor indicador de su salud. Si eres «el último mono», estarás enfermo constantemente.
Alain de Botton: ¡Es verdad! Porque, en cierta medida, todo el mundo ignora al último mono... Literalmente... William James dijo en algún lugar que no hay peor tragedia para un ser humano que ser ignorado, y que literalmente te vuelves loco si nadie te presta atención. Esto es lo que le pasa a la gente con un estatus muy, muy bajo, nadie toma en serio sus necesidades, sus ideas, sus pensamientos... ¡a nadie le importa! Y en este mundo, tradicionalmente, la religión es la que se ocupa de eso, ¿sabes? Dios se ocupa del que es un don nadie en el mundo de las personas... Dios le protege. Pero en un mundo más secular, esta explicación ya no es tan atrayente, ni tan útil.
Eduard Punset: Y por la misma razón, los beneficios de tener un alto estatus no son solamente la riqueza y el dinero.
Alain de Botton: No: es una especie de amor. La gente te sonríe… le importa lo que haces, recibes cestas de fruta y flores… todas estas cosas. Así que es una especie de amor, un símbolo de amor... y sí: te hace más feliz y, quizá, mejora tu salud.
Bloque 2
Eduard Punset: Así que la felicidad, o la ausencia de ansiedad, como decimos, es una ecuación en la que, en la parte inferior, están todas nuestras pretensiones, ¿no? Y en la superior nuestro éxito. ¿Recomendarías pues que fuéramos, quizá, menos pretenciosos? ¿O qué harías con esta contradicción entre el éxito y las pretensiones?
Alain de Botton: Creo que debemos darnos cuenta de que nuestra percepción del éxito está muy vinculada con lo que consideramos normal. ¡Es así materialmente! Por ejemplo, mucha gente cree, hoy en día, que para tener una buena vida hay que tener un televisor de pantalla plana, en lugar de un televisor aparatoso de los antiguos.
Eduard Punset: Cierto.
Alain de Botton: Hace cinco años, nadie pensaba que tener un televisor voluminoso fuera un problema. Pero hoy lo es, se ha convertido en un problema. Y ésta es la función del capitalismo moderno: crearnos complejos, ansiedades que antes no existían. Eso está bien si eres un fabricante de televisores, pero para el resto de nosotros, el problema es que tenemos un nivel de vida extremadamente alto, si lo comparamos con la mayoría de períodos históricos en todo el mundo moderno, ¡la riqueza es extraordinaria! Sin embargo, ¡la gente no se siente rica! Y no se siente rica porque no dice: «¿cuánto tenía mi tatarabuela?» sino «¿cuánto tiene ahora ese chico que fue conmigo al colegio?»
Eduard Punset: Eso es
Alain de Botton: De modo que estamos muy, muy insatisfechos, a pesar de que, según cualquier registro histórico, tenemos una suerte bárbara. Esto es algo que los economistas a veces pasan por alto. No soy el primero que lo digo, pero el sentimiento de ser rico es relativo. No existe una persona rica per se. Sólo existe la riqueza en relación con los logros de los demás.
Eduard Punset: La última causa que mencionas en tus escritos sobre la ansiedad es la dependencia. Esa dependencia que mencionabas antes... Cuando tienes 10 años todo el mundo te dice: «¡qué simpático! ¡qué encantador!», pero luego hay que empezar a depender del talento, de la suerte, en la sociedad… y ésta es de nuevo una fuente de ansiedad.
Alain de Botton: ¡Exacto! Porque, en realidad, fuera de tu círculo de amigos y personas queridas, a nadie le interesa lo que querías hacer, o lo que tal vez hagas algún día... a la gente sólo le interesa lo que has conseguido realmente. Y los logros reales son muy susceptibles a los caprichos de la suerte, y a los de la inspiración. Entre los científicos o artistas, antaño existía la idea de una musa, una mujer que llegaba para inspirar al poeta o al científico, y le ayudaba a realizar un descubrimiento o a escribir un buen poema. Hoy en día, esta idea de una musa nos resulta muy extraña. Estamos convencidos de que, si uno tiene talento, no necesita inspiración; sólo hay que ponerse a hacer lo que toca.
Eduard Punset: Simplemente trabajar.
Alain de Botton: Pero, por supuesto, todos sabemos que dependemos mucho de las circunstancias externas y también de las internas. ¡Sabemos que no podemos rendir al máximo cada día! Y sin embargo el mercado, la economía, muy a menudo depende de que produzcamos al máximo todo el tiempo.
Eduard Punset: Pasemos ahora a las posibles soluciones, o a… ¿cómo lo llamas? Sí, las soluciones a esta ansiedad. Y una cosa que me parece fascinante es la primera que mencionas, y es que deberíamos aprender (corrígeme si me equivoco) a aceptar que hay gente que no tiene nada que ver con los valores establecidos, pero de quienes podemos aprender, aunque sean, qué sé yo, cantantes de pop o filósofos…
Alain de Botton: Sí. Vivimos en una sociedad democrática, y eso significa que tendimos a asumir que la mayoría siempre tiene razón. Y en muchos casos la mayoría siempre tiene razón, pero no en todos los casos. Creo que es muy importante recordar los ámbitos en los que el sistema de valores dominante no siempre es correcto porque, literalmente, ¡te puedes volver loco si sientes que los demás, la mayoría, siempre tienen que tener razón! Y también creo que vivir bien y conseguir grandes logros a menudo depende de mantener una cierta distancia respecto a las visiones de la mayoría. No hablo del típico recelo adolescente de los demás, sino de un escepticismo saludable respecto a las opiniones del resto de la gente.
Eduard Punset: Y, en este sentido, la bohemia… los artistas… o los filósofos… que son atípicos, que no comulgan con los valores establecidos... tú dices: «¡miradlos!»
Alain de Botton: ¡Sí! Es decir, en la gran época de la Bohemia, probablemente en el s. XIX, existía la idea de que el artista estaba en contacto con una verdad importante. Y quizá el artista no obtenía reconocimiento. Artistas como Van Gogh, o Baudelaire… que fueron personajes clásicos de la bohemia... hoy en día creemos que son geniales, pero en su época no se consideraban muy importantes. Y creo que esta gente nos ofrece una lección bastante importante: la verdad no siempre se reconoce de inmediato. Si quieres hacer algo importante o que constituye un reto, tal vez no logres un estatus elevado inmediatamente; se taprender.rata de una lección que es importante
Bloque 3
Eduard Punset: Pero el amor es una ilusión, ¿no? Es casi como la ilusión de Müller… Müller…
Alain de Botton: De Müller-Lyer.
Eduard Punset: De Müller Lyer…
Alain de Botton: Sí. Se trata de un efecto famoso: tenemos dos líneas de la misma longitud, pero con distintas flechas en el extremo, y una línea parece más larga que la otra en función de eso. Yo lo comparo con el sentimiento del amor, porque la decisión de querer a alguien es muy subjetiva. La decisión de que alguien merece tu amor es casi una decisión religiosa: se basa en la fe y no en la lógica. Por eso es tan aburrido escuchar a una persona enamorada, cuando dice: «¡Ah! Mi novia es tan maravillosa, tan guapa…» etcétera, y luego tú conoces a la persona y piensas: «¡Pues a mí no me lo parece!». Es casi como un sueño subjetivo que esa persona ha llegado a creerse.
Eduard Punset: Sí. En realidad depende del que mira y de lo que se imagina... de hecho, al escucharte hablar de este tema, es increíble, en nuestra vida cotidiana conocemos a tanta gente que es totalmente incapaz de admitir que la persona a la que ama pueda tener algún tipo de imperfección... ¡Es decir, creen que esa persona es perfecta! De hecho resulta tan extraño, cuando te paras a pensarlo...
Alain de Botton: Sí, y justamente por eso el amor romántico es, en cierto modo, una emoción bastante inmadura, porque básicamente lo que dice es: he aquí un ser humano totalmente perfecto, como un ángel, etcétera. Por supuesto, con el tiempo la gente descubre que esa persona tiene imperfecciones, porque en eso consiste ser humanos. Pero en los momentos iniciales del amor consideramos a la persona que queremos, especialmente si no la conocemos muy bien, como alguien muy, muy especial. El idilio más fácil es el que tenemos con gente que no conocemos. Pongamos que estás sentado en un tren, y te quedas mirando a alguien atractivo frente a ti, y piensas: «¡qué maravilloso sería estar con esa persona!». Por supuesto, si estuvierais juntos habría problemas, pero mientras no conoces a la persona, y nunca habéis hablado, eres libre de imaginar que es un ser humano perfecto. Y siempre buscamos a la persona perfecta. Esto es lo que inspira la fantasía romántica, en realidad.
Eduard Punset: Y por eso surge una tragedia tan grande cuando llega la ruptura.
Alain de Botton: Exacto, porque supone un desengaño, como cuando un niño que ha depositado toda su fe en Papá Noel aprende que Papá Noel no existe. Surge entonces una gran rabia contra aquello en lo que habías creído con mucha intensidad. Y éste es uno de los grandes problemas de las relaciones: cómo va llegando lentamente la decepción. Y es también el problema del matrimonio: hoy en día la gente es cada vez menos capaz de seguir casada... Resulta muy fácil enamorarse locamente, pero muy difícil mantener el matrimonio. Creo que un matrimonio a largo plazo es un ejercicio que consiste en saber llevar áreas de gran decepción. Esto no es algo que nos enseñe la sociedad.
Eduard Punset: ¡Eso es!
Alain de Botton: Con el desmoronamiento de la justificación religiosa del matrimonio, la idea de analizar de un modo maduro a otra persona se ha vuelto problemática.
Eduard Punset: Otra cosa fascinante que sugieres sobre el amor, y que puede ayudar a la gente a vivir mejor, es que dices que cuando haces algo que te ha costado trabajo o que has hecho o creado tú... bueno, lo aceptas fácilmente porque lo controlas, en cierto modo. Pero el amor, dices, es algo tan aleatorio...
Alain de Botton: Sí. Nunca podemos controlar totalmente los motivos por los que los demás nos quieren. Por eso duele tanto el rechazo amoroso, y es tan maravilloso que te acepten. Muy a menudo, si hablas con otras personas sobre por qué se han enamorado, te dirán: «bueno, simplemente me encanta la manera como sorbe su té», o algo así. ¡Son detalles muy pequeños! O te dirán: «odiaba a esa persona porque no me gustaban nada sus gafas». Con frecuencia, detalles muy, muy pequeños nos ayudan a enamorarnos o desenamorarnos. Y no controlamos, en realidad, ese tipo de cosas.
Eduard Punset: Y como no las controlamos, somos los únicos animales que pueden llegar a disgustarse tanto como para estar dispuestos, incluso, a suicidarse. Sería inconcebible que un perro pudiera suicidarse porque le han rechazado...
Alain de Botton: Sí. Así es. A menudo preferimos morir a vivir sin cierta persona, y esto demuestra la gran tragedia del amor. Creo que es muy normal, tras un rechazo amoroso, tener fantasías de suicidio. Muy poca gente se suicida realmente, pero muchísima gente fantasea con la idea, ¡lo que demuestra que el amor es una emoción increíblemente poderosa y que hay que tener cuidado!
Bloque 4
Eduard Punset: Hay otro campo en el que la ansiedad, la belleza o la liberación desempeñan un papel importante, y al que dedicas tu último libro: la arquitectura. Es cierto que, como apuntas, siempre ha habido cierto recelo hacia la arquitectura, porque, bueno... si uno sabe qué gobierna el mundo o el Universo, ¿por qué preocuparse por meros ladrillos y colores?
Alain de Botton: Eso es. Siempre ha habido cierto recelo a pensar demasiado en los asuntos de la arquitectura y el diseño de interiores. ¿Sabes? La forma de estas tazas, temas así... Estas cosas se consideran bastante triviales. Por supuesto, también ha habido grandes discrepancias religiosas sobre este tema. Si te paras a pensar en la diferencia entre el catolicismo y el protestantismo, para resumirla de un modo muy rudimentario, los protestantes creen que el lugar de culto no importa. Las paredes pueden ser blancas, se puede rendir culto en un aeropuerto o en supermercado, en realidad no importa. En cambio los católicos, la Iglesia Católica, tradicionalmente han creído…
Eduard Punset: En la catedral…
Alain de Botton: …que necesitamos algo que nos ayude a sentirnos religiosos. Creo que también podemos encontrar esta actitud en la vida laica, hay gente que piensa: «puedo dormir en cualquier lugar, en realidad no importa», mientras que otros te dirán: «¡esta alfombra es tan horrorosa que no puedo ser feliz!» [risas] Y me parece que eso demuestra… mi libro, llamado The Architecture of Happiness (la arquitectura de la felicidad) sugiere que la arquitectura desempeña un papel a la hora de cambiar nuestro estado de ánimo y hacernos felices o infelices. Supongo que yo creo, por así decirlo, en una visión católica de la arquitectura.
Eduard Punset: Bueno, en realidad el catolicismo tiene algo importante que aportar a esta discusión, y es el hecho, la sugerencia, de que construyendo una catedral hermosa podemos hacer que la gente se sienta mejor, mejorar la moral de la gente.
Alain de Botton: Sí. Creo que esto es cierto. Por supuesto, no siempre. Un ejemplo es el tiempo. Si el tiempo es muy bonito, a veces nuestro humor cambia; pero no siempre. Así que el papel de lo visual en la vida es variable. Sin duda hay ocasiones en las que estar delante de un edificio muy hermoso no hace nada por ti. Pero otras veces, cuando estás ante ese edificio, literalmente empiezas a comportarte mejor, como si el edificio te dijera que te comportaras mejor. Esto pasa incluso con las viviendas. Sabemos que ciertos complejos de viviendas municipales son tan horribles que la gente comete abusos, incluso consigo mismos, en ellos. En cambio, hay otro tipo de viviendas que son más humanas, más elegantes, más bonitas, y que ayudan a la gente a llevar una vida mejor, más digna. ¡De modo que la arquitectura es algo muy serio! En parte, lo que pretende mi libro es intentar convencer a los políticos y a otras personas de que se trata de un campo muy importante.
Eduard Punset: ¡Para que se lo tomen en serio!...¿Qué hace que un edificio sea bonito?
Alain de Botton: Creo que un edificio bonito es un poco como una buena persona. Me parece que todos los edificios nos transmiten ciertos valores… probablemente, podríamos convertir cualquier edificio... podríamos imaginar cómo sería ese edificio si fuera una persona. Hay algunos edificios que parecen malos, mezquinos, tacaños, arrogantes, rollizos o perezosos… cosas malas. Y hay otros edificios que parecen elegantes, amables, delicados, sensibles, etcétera. Creo que los edificios que llamamos hermosos son como una persona que nos gustaría.
Eduard Punset: Es una promesa de felicidad.
Alain de Botton: Es una promesa de felicidad; la promesa de una personalidad y un conjunto de valores como los nuestros. Así que la palabra «belleza» no es un concepto abstracto, estético, de fantasía; sino una palabra estrechamente relacionada con lo que necesitamos para ser felices.
Eduard Punset: ¿Y por qué a veces la belleza, la belleza más pura, no provoca felicidad sino tristeza?
Alain de Botton: ¡Sí! Este sentimiento existe... a veces, cuando estás ante un edificio muy hermoso, o un paisaje muy hermoso, te sientes triste. Creo que esto pasa porque no sólo te recuerda su belleza, sino lo imperfectas, comprometidas y difíciles que son quizá otras partes de tu vida. Por eso, a veces, podemos empezar a llorar ante algo muy hermoso. Pongamos que vemos una película que muestra una gran ternura entre un padre y un hijo. Tal vez empecemos a llorar por esta ternura, precisamente porque hay tantas otras cosas en el mundo que no son tiernas. Así que las cosas hermosas pueden recordarnos lo que nos falta en nuestras vidas.
Eduard Punset: Y muy a menudo lo que falta es belleza.
Alain de Botton: Sí. Y lo que la belleza representa, que es la bondad, la amabilidad, la dulzura, y todas las cosas que nos gustan. Se trata de un recordatorio visual de las cosas que queremos psicológicamente, además de materialmente. Así que lo que digo es que la belleza no sólo tiene que ver con la belleza. La belleza también tiene que ver con la psicología, y la moral, y la bondad, y todo tipo de cosas.
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