El paralitico.
UNA VEZ PASÓ LO SIGUIENTE. Un hombre llevaba dos años paralizado, postrado en la cama. No podía levantarse; no podía moverse. Los médicos lo desahuciaron, anunciándole que estaría paralizado durante el resto de su vida. Una noche, su casa se incendió y todos salieron corriendo. Cuando estuvieron fuera, se dieron cuenta de que el cabeza de familia estaba atrapado dentro de la casa y de que no podía correr. ¿Qué iba a ser de él? Algunos llevaban antorchas, y vieron a su luz que el viejo ya había salido. Le preguntaron si había salido de la casa por su pie. El hombre dijo: “¿Cómo he podido andar? ¿Qué ha pasado?” Pero había andado, sin duda: no cabía otra explicación.
La casa estaba en llamas; todos huían, y él olvidó por un momento su parálisis y volvió a introducir en su cuerpo toda su energía. Pero cuando la gente lo vio a la luz de las antorchas y le preguntaron cómo había conseguido salir, él exclamó: “¡Ay, soy un paralítico!”, y cayó al suelo. Había perdido la energía. No estaba a su alcance comprender cómo se había producido ese fenómeno. Todos se pusieron a explicarle que no era un verdadero paralítico, que si había caminado hasta allí podía seguir caminando el resto de su vida. El hombre no dejaba de repetir: “No podía levantar la mano. No podía levantar ni un pie. Entonces, ¿cómo ha sucedido?” No lo sabía. No sabía siquiera quién lo había sacado.
Nadie lo había sacado: él había salido por su pie. Pero no sabía que, ante el peligro, su alma había vertido toda su energía sobre su cuerpo. Y después, por su sensación de estar paralizado, el alma había recogido en su interior su energía, y el hombre se quedó paralítico una vez más.
Osho