Desde tiempos memorables, la música ha servido de fondo
para muchos acontecimientos de nuestra vida:
Nuestra madre nos arrulló con canciones de cuna y en la
escuela nos enseñaron canciones de príncipes encantados
y hadas maravillosas. Durante nuestra adolescencia nuestros
sueños y ensueños fueron enmarcados por las primeras
canciones románticas y con ellas empezamos a estar
conscientes de que el amor algún día llegaría a nuestra vida…
Ya lanzábamos suspiros disimulados al guapo vecino del frente
y en nuestra mente le dedicábamos aquella canción tan
llena de sentimientos, de ilusiones, fantasías y hasta
de resignación de saber que nunca se fijaría en nosotras:
“Él no me besará, ni nunca me hará feliz, pero él no sabrá que es un sueño para mí.” (Antigua canción de Maite Gaos)
Pero nos alcanzan los años en los que con más libertad
podemos pensar en el amor, y es en esos años mozos
cuando llega la melodía que ha de hacer nido en nuestro
pecho para siempre. Es bajo esas notas musicales que
nos enamoramos, nos dedican una melodía y dedicamos
otra para enmarcar nuestras ilusiones ahora echas realidad
al lado de quien amamos y que nos enamoró con esa
hermosa canción que vive en nuestro corazón y
la llevamos con nostras por siempre.
Llegan los hijos y entonces como si hubiésemos aprendido
ayer mismo las canciones, siguen frescas en nuestra memoria,
aquellas canciones que nuestra madre nos enseñó y
ahora con ellas jugamos y creamos mundos de fantasía
para nuestros pequeños, en donde una rata planchadora,
es vecina de un ratón vaquero y va a jugar a la fuente
con un chorrito, que se hacía grandote y se hacia chiquito…
Y volvemos a sentirnos como niñas, cantando aquellas
melodías, crecen nuestros hijos y adquieren sus propios
gustos y preferencias por tal o cual melodía y así sin darnos
cuenta, también adoptamos “sus canciones”. Más tarde un
día cualquiera, las notas de esas canciones nos traen
tiernos recuerdos de nuestros amados hijos.
No podemos negar tampoco que esa misma melodía que
un día nos arrancó suspiros de amor, ahora nos arranca
lágrimas de nostalgia por lo que fue y ya no es. Nuevas
melodías pasan a formar parte del enmarco de nuestras
desilusiones y desencantos, muchas veces sin querer la
tarareamos o nos llegan sus notas a través del viento y
furtivamente nos hace revivir aquellos momentos
de mucho amor, o de mucho dolor.
La música es y será siempre parte de nuestra vida,
no dejes de cantar mujer, deja que tus sentimientos
y nostalgias floten en el viento al compás de una
melodía, haz tuyos los versos de cada poesía echa
canción y que te arrullo alguna vez en la cuna tibia y
amorosa de tu hogar, recuerda al amor que se
fue con una sonrisa y no con la mueca del dolor
Hay canciones que se quedan gravadas en nuestro corazón
para siempre y sin que nos demos cuenta queda
impregnada en el tiempo, en la memoria.
La música nos ha servido de marco para enamorarnos
escuchamos una canción de antaño e inmediatamente
nuestra mente vaga y divaga en aras de los recuerdos del
ayer, que nos hicieron felices o que sirvieron de fondo
para un dolor o decepción de amor.
Es hermoso escuchar una canción de amor cuando
fantaseamos con el amor prefecto, no quisiéramos
despertar de ese letargo y soñamos con las notas
musicales llenas de sentimientos, tal parece que el
compositor se inspiro en nosotras, en lo que
sentimos en lo que sufrimos y en lo que amamos.
Déjate arrullar por la música, haz de tu vida una canción
y recuerda los tiempos idos, con amor, con ilusión déjate
llevar en brazos de las notas musicales y vive y canta, la
vida es una sola canta a la vida, ¡canta
al amor canta para ti!
¿Compartes la canción de tus recuerdos
con nosotras?
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