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General: LA IMPORTANCIA DE NUESTROS ACTOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Thamy  (Mensaje original) Enviado: 10/03/2010 14:25

 

 Comúnmente justificamos nuestras acciones, o falta de acciones,

 diciendo que “lo que yo haga no tiene importancia”. Pensamos

que lo que hagamos o no hagamos nada le tiene que importarle

a nuestros vecinos, o menos aún, a la gente desconocida

 con la que nos cruzamos día a día.

Pero no es cierto, incluso los actos más pequeños e inocentes

influyen enormemente en las personas que nos rodean y ven…

Detengámonos un momento y reflexionemos sobre

 lo que ha sido nuestra vida pasada:

¿Alguna vez alguien te ha prestado una gran ayuda?

Por ejemplo, un padre cuya preocupación y constante cuidado

 modeló tu carácter; un maestro que te brindó su amistad

y te animó a seguir adelante cuando se hallaba a punto

de desfallecer; o un jefe que supo valorar tus habilidades

y que te abrió las puertas al éxito; o un vecino cuyo aprecio

 por ti y tu familia contribuyó a la paz y felicidad de tu hogar…

 tal vez incluso un extraño que te dio su apoyo en

 el momento que más lo necesitabas.

Al recordar a las personas que influyeron positivamente en

 tu vida, ¿no te parece evidente que tú también podrías

influir positivamente en la de los demás? Podrías ser de

ayuda dondequiera que estés: en el hogar, en el

 barrio, en el trabajo, o donde quiera que pases.

¿Por qué decimos tanto eso de que… “lo que

yo hago no tiene tanta importancia”?

Caemos en un error bastante común al medir el bien con

 una medida inadecuada. Creemos que las buenas acciones

 sólo tienen importancia en los momentos de crisis, cuando

 las circunstancias extraordinarias exigen un esfuerzo

también extraordinario, sin reparar en que los momentos

críticos son apenas una pequeña parte de la oportunidad que

 a todos se nos ha dado para contribuir a la felicidad ajena.

Basta recordar cuánto, cuán a menudo y en cuántas formas

diversas nuestro acto individual de comprensión, estímulo,

 guía y de interés personal puede enriquecer la vida de otros,

 así como nosotras nos hemos beneficiado del bien permanente

 que el prójimo nos hizo. Conviene recordar que ninguna

buena acción es pequeña. Lo vemos claramente

 por todas partes en nuestro alrededor.

Lo que haces en el seno del hogar:

Ciertamente, no es el “gran gesto” ocasional lo que hace

un buen padre o madre, cómo forma el carácter

del niño, o siembra la alegría en la familia.
Hay algo especial en el tranquilo paseo que puedes dar

con tu hijo mientras le escuchas contar sus cosas e

 intentas responder a sus preguntas,

 gozando de su compañía el uno del otro.
Con ello le das un permanente ejemplo, pudiendo

observar tu honradez personal, tus acciones desinteresadas,

 la distinción que te ve tomar entre hacer entre lo bueno y

lo malo, y la clase de las personas que merecen tu aprecio.

De este modo, se le inculca el sentido del mandamiento

“honrar padre y madre”, por el comportamiento correcto

que tienes con tus propios progenitores.

Influyen positivamente en la vida de los hijos: Es la forma

en que marido y mujer se aconsejan entre sí, comparten

las experiencias diarias y aprovechan toda oportunidad para

expresarse su recíproco aprecio y su necesidad mutua de amor.

De una cosa puede puedes tener seguridad: en el seno

de la familia, no hay nada que reemplace

el íntimo don de tu presencia y tu interés.

Lo que haces donde vives:

 Crear un buen entorno para vivir requiere algo más

que los recursos y los esfuerzos de funcionarios y expertos

 en la materia de vivienda, educación, sanidad y derechos

civiles. Lo que importa es cómo recibes a los nuevos

 vecinos, sea cualquiera su raza o religión, sin atender

más que a sus méritos propios y al derecho que

tienen de vivir donde vives tú. Lo que hace un buen

 vecindario es que tú exijas para los hijos de tu vecino

 las mismas oportunidades de educación que buscas para

 tus propios hijos; que ayudes al vecino enfermo o solitario

 como no puede hacerlo ninguna institución.

Hoy en día viajamos más y entramos en contacto con más

 gente distinta que en ninguna otra generación de la

 historia. Pero por muy lejos que vayamos, dondequiera

que nos dirijamos, siempre encontremos personas cuyas

aspiraciones y necesidades básicas son las mismas que las

 de nuestras vecinos inmediatos. No está de más tomar la

iniciativa para conocernos y ofrecernos la ayuda y amistad

 que nos gustaría recibir igualmente. Sin duda habrá diferencias,

 pero podemos respetar sus peculiaridades y con ellas

 enriquecer nuestra experiencia, como ellos también

 podrán enriquecer la suya con la nuestra. Sólo necesitamos

reconocer que si ponemos de nuestra parte podremos convivir

 mejor con las demás personas (aunque sean muy diferentes

a nosotros), de este modo crearemos un ambiente más agradable

para nosotros y todos los que nos rodean.

En este mundo con cambios constantes hay realidades

fundamentales que no cambian. Por eso nunca

 debemos dar la excusa: “Lo que yo

haga no tiene importancia”, porque sí lo tiene.

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: angelvioleta Enviado: 11/03/2010 02:57
  
 
         


 
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