El lenguaje más ampliamente difundido en el mundo no tiene nombre ni diccionario.
Si eres mujer, has sido capaz de hablarlo casi desde la infancia. Los hombres en cambio, no han podido ni podrán aprenderlo aunque lo estudien 50 años.
Este idioma, obviamente es el lenguaje secreto de las mujeres…
EL LENGUAJE SECRETO DE LAS MUJERES
Me refiero a la extraña combinación de palabras, entonaciones, leves levantamientos de cejas y pauses hechas en el momento preciso, de que se sirven las mujeres para entablar entre ellas duelos de guante blanco en tonos tan dulces que el varón oyente cree están cambiando cumplidos; para hacer comentario que levantan ampollas sobre una dama antipática y ausente, mientras dan la impresión que que es su amiga más querida; para aliviar la tirantez de la situación social embarazosa con cortesías que no traducen en absoluto sus intenciones íntimas.
Por ejemplo, cuando ya va siendo hora de que los invitados se marchen, la discreta ama de casa prefiere dar a entender, de forma delicada, que es hora de que los invitados se marchen. Esta maniobra ha causado muchas confusiones en los hombres. Son numerosos los maridos que precisamente cuando digerían el plácido almuerzo dominical, cómodamente sentados junto al fuego de un matrimonio amigo, se han visto súbitamente arrancados de la felicidad y paz que estaban disfrutando al ser arrastrados a la calle por sus esposas, a pesar de los ruegos del ama de casa para que se queden más tiempo.
Tal vez la anfitriona ha dicho: “¿No les gustaría tomar otra tacita de café?”… en un tono que ha dejado flotando en el aire las tres palabras “antes de irse”. Como está sintonizada con la onda femenina, la esposa ha oído un aviso que sería insensato despreciar.
Más de un hombre se ha encontrado en una situación desairada por no haber captado el tono de otra invitación ingeniosa muy parecida a la anterior. Imagina por ejemplo, el caso de dos matrimonios que regresan juntos a pie de un concierto vespertino. Cuando se están despidiendo ante la puerta del matrimonio número 1, la esposa número 1 dice amablemente: “¿No querrían ustedes acompañarnos a tomar una taza de té?”
Si hubiera dicho cordialmente: “¡Entren a tomar el té con nosotros!” la esposa número 2 habría aceptado probablemente. Pero el tono ultra cortés con que la cosa se somete a opción revela claramente al oído femenino la dirección del viento.
Desdichadamente, antes que su esposa tuviera tiempo de dar una excusa, el esposo numero 2 ha podido decir: “¡Ya lo creo! Precisamente ni mi mujer ni yo tenemos nada que hacer hasta la hora de cenar”. Y el matrimonio numero 2 se encuentra a los pocos minutos en una sala regada de hojas del periódico dominical, comiendo galletas viejas que les sirve un ama de casa silenciosa, y deseando con toda su alma encontrase a cien leguas de allí.
Otra técnica que usan a veces las mujeres en circunstancias difíciles es la frase de sentido totalmente opuesto. El hombre que oye decir a su esposa: “No me compres nada el día de mi cumpleaños”, debe comprender que su esposa no está hablando la lengua de él, sino otra especial privativa del sexo femenino. El significado real de sus palabras es: “No te he visto traer ningún paquete últimamente. Y quiero asegurarme de que no te olvides del día de mi cumpleaños”.
Si una mujer contrae el hábito de hablar con palabras que quieren significar lo contrario de lo que dicen, su marido debe tener cuidado de no asentir con demasiada facilidad.
Por ejemplo, es un grave error que el marido se muestre de acuerdo con la esposa cuando, refiriéndose a una dama que les han presentado en una fiesta, comenta a su esposo: “Esa señorita López es guapísima, ¿verdad que sí?” El marido que contesta con un “sí” a los cumplimientos que hace su esposa sobre una criatura femenina cuya nombre hace proceder de la palabra “esa”, no sabe el peligro que corre.
Con frecuencia el significado de los que se dice está exclusivamente en el tono. Por ejemplo, cuando una mujer, refiriéndose a otra, afirma: “A mí me parece muy simpática”, puede significar:
- Que, en efecto, es muy simpática, si lo dice decididamente y con tono de sinceridad.
- Que la dama en cuestión rebosa antipatía y hace falta ser muy valiente para elogiarla, si hace hincapié en el “muy” y adopta una actitud ligeramente beligerante.
- Que es una pobre mujer, si el tono es indiferente.
- Que podría decir muchas cosas de la interesada, y probablemente las dirá en ocasión más propicia, si arrastra algo insidiosamente las palabras “muy antipática”.
Una regla importante es que las mujeres participantes nunca mostrarán haber comprendido lo que se ha dicho en realidad. De modo que una muchacha nunca contestará un bofetón disimulado con: “Tu vestido es tan feo que ni mi abuela se lo pondría”. En cambio sí puede contestar: “Tu vestido también es muy bonito. Mi tía tenía uno igual el año pasado y estaba encantada”.
Aunque la jerga secreta tiene sus complicaciones, hay que reconocerle evidentes ventajas. Pero si los hombres me dicen que les gustaría aprenderla, me limitaré a recomendarles que será mejor dedicar sus esfuerzos a cualquier actividad pero nunca a comprender el lenguaje de las mujeres. Les resultará mucho más fácil.
|