Estimado lector, resulta ser que hace 2 semanas fue
mi cumpleaños número 33 y les confieso que me
no sentía nada al levantarme esa mañana.
Fui a desayunar creyendo que mi esposa estaría
muy contenta y esperaba que me dijera "Feliz cumpleaños"
y quizás tuviera un regalo para mí, pero... ¡ni siquiera
me dió los buenos días! Pensé en ese momento...
"Bueno, quizás mis hijos se acuerden." Pero los niños
vinieron a desayunar y no dijeron una sola palabra,
¡sólo me pidieron dinero para su merienda!
Cuando me fui a la oficina me sentía totalmente deprimido;
pensé "Ni siquiera el perro se mostró agradecido." Pero,
al entrar en mi despacho, mi bella secretaria, Liliana, me dió un beso y me dijo: - Buenos días Licenciado y...¡Feliz cumpleaños! Ahí me empecé a sentir un poco mejor, ¡¡¡por lo menos ella sí se acordaba!!!
Después de innumerables reuniones y telefonazos, ya
cerca de las 2 de la tarde, entró Liliana y me dijo:
- Hace un día precioso y además es tu cumpleaños...
¿Qué tal si nos vamos a comer solos tú y yo? Me dije: "Esto es lo mejor que he oído durante todo el
día", así que tomé mi maletín y salimos, en vez de ir
a comer al lugar acostumbrado, fuimos a un sitio
"seguro", ¡ustedes me entienden! Comimos y nos
tomamos varios tragos, la comida estuvo deliciosa
y nos divertimos mucho. De regreso a la oficina, ella dijo: - Sabes... ¿Para qué desperdiciar este ambiente?
Mejor no regresemos a la oficina! En vez de regresar
-me dijo con una voz muy sugestiva-: te invito a mi
apartamento, donde te podré preparar lo que tú quieras, ¡¡¡y allá seguimos!!!
Una vez dentro del apartamento, puso una música
muy suave e insinuante (por cierto, una de mis preferidas),
puso la luz tenue y me dijo de manera prometedora: - Si no te molesta, creo que voy al cuarto a cambiarme
de ropa y a ponerme muchísimo más cómoda, ya regreso, no te vayas a ir...
Yo estaba muy impaciente mientras ella entraba
en su habitación, ¡Liliana tenía unas curvas inmejorables!
¡Tenían que verlas! A los cinco minutos regresó
cargando una inmensa tarta de cumpleaños...
...seguida de mi esposa, hijos, algunos compañeros
de oficina y ¡mi jefe!, todos ellos venían cantando al unísono: - Cumpleaños feliz… Y allí estaba yo, desnudo en la sala, ¡sólo con los zapatos puestos!
Ya saben porqué despedí a mi secretaria... ¿No hubieran hecho lo mismo?
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