No culpes a nadie.
Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente
tú has hecho lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo
y el valor de empezar
corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge
de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntala con valor
y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos
y prueba que tú siempre has de ganar.
No te amargues de tu propio fracaso
ni se lo cargues a otro,
acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.
Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar
y que ninguno es tan terrible para claudicar.
No olvides que la causa de tu presente es tu pasado
así como la causa de tu futuro será tu presente.
Aprende de los audaces, de los fuertes,
de quien no acepta situaciones,
de quien vivirá a pesar de todo,
piensa menos en tus problemas ...
y tus problemas sin eliminarlos morirán.
Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande
que el más grande de los obstáculos,
mírate en el espejo de ti mismo
y serás libre y fuerte
y dejarás de ser un títere
de las circunstancias
porque tu mismo eres tu destino.
Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida, ahora despiértate,
lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida;
nunca pienses en la suerte, porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados.