Detrás de mí, y en derredor, sorprendo, pies descalzos, tu sombra. No hace ruido. Tampoco me habla. Observo su vestido de negra noche. ¿Me estaré muriendo?
El luto no se lleva en el atuendo, sino bajo la piel, tan sumergido que nadie advierta pena ni gemido. ¿Quién pone a su dolor cartel o estruendo?
Años atrás te dije: No ensombrezcas la fecha en que me ausente, ni aparezcas sino ataviada en tus mejores galas.
Piensa que huyo la jaula que ahora habito; todo cuanto te amé, te queda escrito; será el momento de extender mis alas.