Eres el resultado de todos los años que has vivido y de las experiencias que
has atesorado durante este tiempo.
No te creas limitado por las cosas que te parece
que ya no puedes hacer. Cada etapa de la vida tiene su encanto y estoy segura de
que ahora puedes disfrutar situaciones que hace años era impensable (por un tema
de personalidad, de ocupaciones/tiempo libre o de mayor independencia familiar o
tranquilidad económica).
No se trata de no hacer cosas para vernos mejor. Casi todos, en mayor o en
menor medida, intentamos modificar algo externo para que el paso de las décadas
se sienta menos.
Tampoco hace falta que andes revelándole a la gente los años que
verdaderamente tienes, si no deseas hacerlo. Un poco de coquetería siempre es
entendible. Lo realmente importante es que te sientas bien con el número que
marca el calendario. Tener una actitud interna de
agradecimiento hacia todo lo vivido, tanto bueno como malo,
brinda paz interior, que se transforma en una base sólida de cara a un futuro
más pleno.
Tu edad es solo eso, un número. Hay situaciones que se te
presentaron y otras que no, y así nos sucede a todos. Si te sientes joven, con
energía, vitalidad interna, optimismo y ganas de vivir cada momento con
intensidad, tu calidad de vida será buena. Hay gente muy joven que no lo ve así
y pareciera que cargaran en sus espaldas con mayor peso que mucha gente
grande.
Mirar hacia atrás con añoranza es bueno durante unos instantes; si te quedas
atascado y crees que “todo tiempo pasado fue mejor”, pues ahí radica la causa
del problema. Por ejemplo, nos genera una sonrisa recordar nuestra época de
estudiantes, pero imaginar que fue lo mejor que nos ha pasado limita nuestras
posibilidades reales de felicidad futura, y además, nos impide ver todo lo lindo
de la época posterior, sin exámenes ni inseguridades típicas de la edad.
La capacidad de valorar y de disfrutar de cada día que se te presenta es
tuya, y aquí radica la verdadera edad interior de las personas.