Hay tres clases de personas en todas partes: Espectadores que observan, destructores que obstaculizan y constructores que aportan.
Donde uno vaya encuentra esas tres clases de personas, siendo más bien escasas las últimas. Y es que ser sólo un observador o un crítico es una posición bastante cómoda.
Todos tenemos el reto de ser constructores de un mundo más justo y más humano.
Un desafío que nos ubica en la vida, nos identifica con una misión de servicio y nos da felicidad.
Así practicamos la ley de dar y darnos, de amar y servir y de contribuir el mejoramiento continuo.
Dios está a nuestro lado cuando elegimos ser constructores de una sociedad en armonía.
Es cómodo mirar o criticar, es difícil aportar, pero la alegría está en hacer de la vida un servicio generoso.
El sicólogo Abraham Maslow descubrió que los líderes siempre vivían para una misión: Eran constructores.