Los cuidados imprescindibles para tener un magnolio en el jardín
En esta época del año, el magnolio, un arbusto de gran tamaño se llena de preciosas y aromáticas flores blancas. Todo un espectáculo para los sentidos.
El género magnolia designa a unas 120 especies de árboles y arbustos, divididos en tres grandes grupos: de hoja perenne, de hoja caduca con floración temprana (primaveral) y caducifolios de floración tardía (estival).
DESCRIPCIÓN. Todas las variedades tienen un gran valor ornamental, aunque su madera también se utiliza mucho en ebanistería. La Magnolia grandiflora es más cultivada en los jardines por sus espectaculares flores, de hasta 20 cm de diámetro. Aunque éstas son efímeras, se renuevan constantemente, por lo que el árbol permanece florido largo tiempo, de mayo a julio. El magnolio presenta una majestuosa y frondosa copa ligeramente piramidal, de hojas perennes y brillantes, forma elíptica y consistencia dura. Los frutos, parecidos a una piña y de unos 10 cm de longitud, contienen en su interior semillas de color rojo escarlata, rosa o marrón, que pueden recolectarse entre octubre y noviembre. Es una especie de crecimiento muy lento, pero con los cuidados adecuados puede alcanzar los 20 o 30 metros de altura.
CULTIVO. El magnolio prefiere los terrenos fértiles, ricos en materia orgánica, ligeramente ácidos o con pH neutro, poco calcáreos y con buen drenaje. Los sustratos silíceos son los más adecuados para su cultivo. Aunque necesita luz abundante, es preferible tenerlo en una zona de semisombra, donde no reciba sol directo. Prácticamente no necesita poda, pero se puede realizar alguna cuando sea necesario eliminar las ramas secas o para dar forma a la copa. A la hora del trasplante hay que tener especial cuidado porque sus raíces, carnosas y gruesas, son muy frágiles y se rompen con facilidad. Como son poco profundas, nunca se debe cavar el terreno cerca del tronco del árbol.
CUIDADOS IMPRESCINDIBLES DEL MAGNOLIO
Temperatura. Conviene cultivarlo en un lugar protegido del viento y las heladas.
Iluminación. Para que florezca hay que proporcionarle luz abundante y sol, pero no directo.
Abono. Necesita fertilizantes ricos en nitrógeno, potasio y magnesio. Hay que abonarlo, como mínimo, 3 veces al año: primavera, verano y otoño.
Riego. Tras la plantación y en periodos de sequía, regar abundantemente. Para evitar la evaporación, conviene tapar la tierra con paja o virutas, porque el sustrato nunca debe secarse.
Multiplicación. Por semillas, en otoño, y por esquejes a finales de verano, con ayuda de hormonas de enraizamiento.
Por: Isabel Pérez