Marcial estaba casado, tenía dos hijos, estatura media, bronce marinero, ojos marrones, cabello liso y castaño, sexi y algo macarrón.
Después de su exposición, en el descanso, tomamos café juntos. Coqueteamos lo suficiente para citarnos otro día.
Las citas nos convirtieron en amantes durante un año. Él me hablaba de su mujer, la definía como una “maruja” (sin connotaciones despectivas lo uso yo), con rulos y bata de guatiné.
A mí, con el tipo de relación que teníamos, me importaba un pimiento cualquier aspecto de su vida conyugal, pero supongo que él quería justificar que buscaba algo distinto a lo que encontraba en casa.
Marcial tenía dos motos y dos cascos a los que sacaba brillo obsesivamente. Me llamaba por teléfono y me decía,
- ¡Bruja! He juntado los dos casos y como siempre, al hacerlo me viene a la mente la imagen de tu culo ¿Quieres que follemos?
Sí, me llamaba bruja, a mí me gustaba, tenía gracia el canalla.
Lo hacíamos en su coche, sí, también tenía coche. La verdad es que me excitaba más con sus proposiciones que con la ejecución en sí, me daba más morbo oírlo que tenerlo arriba o debajo.
- ¡Bruja cómo me pones! solía repetir.
Marcaba bien el ritmo, follaba bien, pero le faltaba sal, no tenía el punto portentoso que yo echaba de menos.
Le gustaba jactarse de sus relaciones extra maritales, nos cruzamos en una ocasión, casualmente en una planta del Corte. El iba con dos amigos, me arrinconó contra un expositor y yo le dejé que me acariciara, mientras sus compañeros quedaron boquiabiertos y envidiosos.
Supongo que a Marcial y a mi, nos produjo más placer verlos a ellos medio catatónicos, que el propio achuchón que nos dedicamos.
Poxi: Dejó Marcial una profunda huella en ella???