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De: Mae 1 0 (Mensaje original) |
Enviado: 18/08/2009 20:04 |
El asno y el cochino
Oh jóvenes amables, que en vuestros tiernos años al templo de Minerva dirigís vuestros pasos, seguid, seguid la senda en que marcháis, guiados, a la luz de las ciencias, por profesores sabios. aunque el camino sea, ya difícil, ya largo, lo allana y facilita el tiempo y el trabajo. Rompiendo el duro suelo, con la esteva agobiado, el labrador sus bueyes guía con paso tardo; mas al fin llega a verse, en medio del verano, de doradas espigas, como Ceres, rodeado. A mayores tareas, a más graves cuidados es mayor y más dulce el premio y el descanso.
Tras penosas fatigas, la labradora mano ¡con qué gusto recoge los racimos de Baco! Ea, jóvenes, ea, seguid, seguid marchando al templo de Minerva, a recibir el lauro. mas yo sé, caballeros, que un joven entre tantos responderá a mis voces: no puedo, que me canso. Descansa enhorabuena; ¿digo yo lo contrario? Tan lejos estoy de eso, que en estos versos trato de daros un asunto que instruya deleitando, los perros y los lobos, los ratones y gatos, las zorras y las monas, los ciervos y caballos os han de hablar en verso, pero con juicio tanto, que sus máximas sean los consejos más sanos. deleitaos en ello, y con este descanso, a las serias tareas volved más alentados.
Ea, jóvenes, ea. Seguid, seguid marchando al templo de Minerva, a recibir el lauro. pero ¡qué! ¿os detiene el ocio y el regalo? Pues escuchad a Esopo, mis jóvenes amados:
Envidiando la suerte del Cochinos, un Asno maldecía su destino. «Yo, decía, trabajo y como paja; él come harina, berza, y no trabaja: a mí me dan de palos cada día; a él le rascan y halagan a porfia.» Así se lamentaba de su suerte; pero luego que advierte que a la pocilga alguna gente avanza en guisa de matanza, armada de cuchillo y de caldera, y que con maña fiera dan al gordo Cochino fin sangriento, dijo entre sí el jumento: «si en esto para el ocio y los regalos, al trabajo me atengo y a los palos.» |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 18/08/2009 20:17 |
La cigarra y la hormiga
Cantando la Cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno; los fríos la obligaron a guardar el silencio y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Viose desproveída del precioso sustento: sin mosca, sin gusano, sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto la dijo: «Doña Hormiga, pues que en vuestro granero sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste cigarra, que alegre en otro tiempo, nunca conoció el daño, nunca supo temerlo. No dudéis en prestarme; que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo.»
La codiciosa hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del granero: «¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?» «Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.» «¡Hola! ¿conque cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora, que yo como, baila, pese a tu cuerpo.» |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 18/08/2009 20:41 |
El muchacho y la fortuna
A la orilla de un pozo, sobre la fresca yerba, un incauto Mancebo dormía a pierna suelta. Gritóle la Fortuna: «Insensato, despierta; ¿no ves que ahogarte puedes, a poco que te muevas? Por ti y otros canallas a veces me motejan, los unos de inconstante, y los otros de adversa. Reveses de Fortuna llamáis a las miserias; ¿por qué, si son reveses de la conducta necia?» |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 31/08/2009 20:27 |
La codorniz
Presa en estrecho lazo la Codorniz sencilla, daba quejas al aire, ya tarde arrepentida. «¡Ay de mí miserable infeliz avecilla, que antes cantaba libre, y ya lloro cautiva! Perdí mi nido amado, perdí en él mis delicias, al fin perdilo todo, pues que perdí la vida. ¿Por qué desgracia tanta? ¿Por qué tanta desdicha? ¡Por un grano de trigo! ¡oh cara golosina!» El apetito ciego ¡a cuántos precipita, que por lograr un nada, un todo sacrifican! |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 03/09/2009 19:32 |
El águila y el escarabajo
«Que me matan; favor»: así clamaba una liebre infeliz, que se miraba en las garras de una Águila sangrienta. A las voces, según Esopo cuenta, acudió un compasivo Escarabajo; y viendo a la cuitada en tal trabajo, por libertarla de tan cruda muerte, lleno de horror, exclama de esta suerte: «¡Oh reina de las aves escogida! ¿Por qué quitas la vida a este pobre animal, manso y cobarde? ¿No sería mejor hacer alarde de devorar a dañadoras fieras, o ya que resistencia hallar no quieras, cebar tus uñas y tu corvo pico en el frío cadáver de un borrico?» Cuando el Escarabajo así decía, la Águila con desprecio se reía, y sin usar de más atenta frase, mata, trincha, devora, pilla y vase. El pequeño animal así burlado quiere verse vengado. En la ocasión primera vuela al nido del Águila altanera, halla solos los huevos, y arrastrando, uno por uno fuelos despeñando; mas como nada alcanza a dejar satisfecha una venganza, cuantos huevos ponía en adelante se los hizo tortilla en el instante. La reina de las aves sin consuelo, remontaba su vuelo, a Júpiter excelso humilde llega, expone su dolor, pídele, ruega remedie tanto mal; el dios propicio, por un incomparable beneficio, en su regazo hizo que pusiese el Águila sus huevos, y se fuese; que a la vuelta, colmada de consuelos, encontraría hermosos sus polluelos. Supo el Escarabajo el caso todo: astuto e ingenioso hace de modo que una bola fabrica diestramente de la materia en que continuamente trabajando se halla, cuyo nombre se sabe, aunque se calla, y que, según yo pienso, para los dioses no es muy buen incienso. Carga con ella, vuela, y atrevido pone su bola en el sagrado nido. Júpiter, que se vio con tal basura, al punto sacudió su vestidura, haciendo, al arrojar la albondiguilla, con la bola y los huevos su tortilla. Del trágico suceso noticiosa, arrepentida el Águila y llorosa aprendió esa lección a mucho precio: a nadie se le trate con desprecio, como al Escarabajo, porque al más miserable, vil y bajo, para tomar venganza, si se irrita, ¿le faltará siquiera una bolita? |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 03/09/2009 21:05 |
El león vencido por el hombre
Cierto artífice pintó Una lucha, en que valiente Un Hombre tan solamente A un horrible León venció. Otro león, que el cuadro vio, Sin preguntar por su autor, En tono despreciador Dijo: «Bien se deja ver Que es pintar como querer, Y no fue león el pintor.» |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 05/09/2009 21:39 |
La zorra y el busto
Dijo la Zorra al Busto, Después de olerlo: «Tu cabeza es hermosa, Pero sin seso»
Como éste hay muchos, Que aunque parecen hombres, Sólo son bustos. |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 05/09/2009 21:42 |
El ratón de la corte y el del campo
Un Ratón cortesano Convidó con un modo muy urbano A un Ratón campesino. Diole gordo tocino, Queso fresco de Holanda, Y una despensa llena de vianda Era su alojamiento, Pues no pudiera haber un aposento Tan magníficamente preparado, Aunque fuese en Ratópolis buscado Con el mayor esmero, Para alojar a Roepan primero. Sus sentidos allí se recreaban; Las paredes y techos adornaban, Entre mil ratonescas golosinas, Salchichones, perniles y cecinas. Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso! De pernil en pernil, de queso en queso. En esta situación tan lisonjera Llega la Despensera. Oyen el ruido, corren, se agazapan, Pierden el tino, mas al fin se escapan Atropelladamente Por cierto pasadizo abierto a diente. «¡Esto tenemos! dijo el campesino; Reniego yo del queso, del tocino Y de quien busca gustos Entre los sobresaltos y los sustos» Volvióse a su campaña en el instante Y estimó mucho más de allí adelante, Sin zozobra, temor ni pesadumbres, Su casita de tierra y sus legumbres. |
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De: Mae 1 0 |
Enviado: 06/09/2009 01:49 |
El herrero y el perro
Un Herrero tenía Un Perro que no hacía Sino comer, dormir y estarse echado; De la casa jamás tuvo cuidado; Levantábase sólo a mesa puesta; Entonces con gran fiesta Al dueño se acercaba, Con perrunas caricias lo halagaba, Mostrando de cariño mil excesos Por pillar las piltrafas y los huesos. «He llegado a notar, le dijo el amo, Que aunque nunca te llamo A la mesa, te llegas prontamente; En la fragua jamás te vi presente, Y yo me maravillo De que, no despertándote el martillo, Te desveles al ruido de mis dientes. Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes Que el amo, hecho un gañán y sin reposo, Te mantiene a lo conde muy ocioso.» El Perro le responde: ¿Qué más tiene que yo cualquiera conde? Para no trabajar debo al destino Haber nacido perro, no pollino.» «Pues, señor conde, fuera de mi casa; Verás en las demás lo que te pasa.» En efecto salió a probar fortuna, Y las casas anduvo de una en una. Allí le hacen servir de centinela Y que pase la noche toda en vela, Acá de lazarillo y de danzante, Allá dentro de un torno, a cada instante, Asa la carne que comer no espera. Al cabo conoció de esta manera Que el destino, y no es cuento, A todos nos cargó como al jumento |
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