Ante la ola de abusos sexuales a cargo de miembros de la Iglesia Católica, en 2002 el papa Juan Pablo II dice: “No hay lugar en el sacerdocio para los que dañan a los niños”. Tardío comentario, y tan obvio como si luego de descubrir a un albañil pederasta alguien proclamase que no hay lugar en la construcción para quienes violan a los pequeños.
En esos días, el episcopado argentino encomendó a dos hombres un pronunciamiento sobre los curas abusadores. El arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, comenzó mintiendo: “Gracias a Dios, no ha habido muchos que conozcamos en nuestro país, y los que ha habido han sido tratados por la Justicia Penal”.
El aporte del presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional, José Bonet Alcón, fue aún menos útil aunque más falso.
Según La Nación del 26 de abril de 2002, “dijo que en su vida no se topó con casos de clérigos que abusasen de niños”, pero sí “con casos en los que acusan al sacerdote sin razón –por despecho o por haber sido rechazados– tanto mujeres como homosexuales”.
Con la advertencia de que será una visión incompleta, he aquí, por orden alfabético y para estimular las memorias de monseñor Aguer y del tribuno Bonet Alcón, casos con aroma sexual que perfuman a la Iglesia Católica argentina.
Angel Tarcisio Acosta, apodado hermano Angel, coadjutor de la congregación salesiana: en septiembre de 1986 y tras un juicio oral con 38 testigos, la Cámara del Crimen N° 1 de Corrientes lo condenó a 18 años de prisión y accesorias por los delitos de corrupción y violación de menores.
Luis Anguita, sacerdote franciscano, prefecto de Disciplina en el instituto católico Tierra Santa, ubicado en Sánchez de Bustamante 124, Buenos Aires: pocos días después de cumplir su mayoría de edad, una joven se presentó (en septiembre de 2004) ante el juez Julio Lucini y denunció que, con 13 años de edad y siendo alumna del colegio Tierra Santa, conoció al sacerdote, quien la forzó a mantener relaciones.
La joven narró al juez que siguió teniendo relaciones con el cura, aunque precedidas por violencia física, golpes que ocurrían durante los juegos sexuales, “en ocasiones, en el altar de la iglesia” del instituto Tierra Santa.
Quedó finalmente embarazada. Antes del parto, y como ella alegó la paternidad del sacerdote, éste “comenzó a acusarme de buscarlo”. Tenía 16 años, y ya con seis meses de gestación, cuando nació prematuramente un bebé, “que murió horas más tarde”. Según la denuncia, autoridades eclesiásticas conocieron y habrían encubierto el caso. El sacerdote Luis Anguita fue sobreseído porque “no se pudo probar judicialmente” la denuncia.
José Francisco Armendariz, párroco de Palmira, Mendoza: en abril de 2001 el diario mendocino Los Andes hizo saber que el sacerdote había sido padre de una niña, producto de las relaciones sexuales que mantenía con una joven catequista de 18 años, Paola Vanina Quiroga.
Como Armendariz se negó a aceptar su paternidad y esquivaba un examen de histocompatibilidad, un tribunal de familia lo obligó a hacerlo.
La prueba otorgó el 99,99 por ciento de certeza, por lo que la Justicia dispuso que el sacerdote reconociera a su hija, entonces de ocho meses.
Cuando sucedió el embarazo de Quiroga, el arzobispo de Mendoza, José María Arancibia, trasladó inmediatamente al cura a la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Benito Juárez, provincia de Buenos Aires, para ocultar el hecho. Un periodista de Los Andes entrevistó a Arancibia antes del examen de ADN.
Walter Eduardo Avanzini, párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Berrotarán, Córdoba: el programa televisivo local A decir verdad difundió, en agosto de 1998, imágenes nocturnas de la plaza San Martín, frente a la catedral, en la ciudad de Córdoba, con la cámara enfocada en un niño, ubicado allí como señuelo.
Poco después, un hombre se sentó a su lado y le ofreció dinero por sus servicios sexuales. Ese hombre era el sacerdote Avanzini, quien, además, era médico y la Iglesia le había encomendado funciones en el Instituto Parroquial Berrotarán, donde cursaban casi mil menores de edad. Ante la evidencia de las imágenes, el obispo de Río Cuarto, Artemio Staffolani, recluyó a Avanzini en una casa de retiros espirituales y lo esfumó después en una parroquia de otra provincia.
Mario Borgione, cura carismático que dirigía el Hogar Don Bosco, para recuperación de drogadictos: a la 1.30 de la mañana del lunes 19 de agosto de 1996, en una esquina de Pablo Podestá, provincia de Buenos Aires, Borgione se encontró con Fernando Roldán y Daniel Manna, dos taxi boys. Les ofreció cien pesos para tener nuevamente relaciones (sexo oral, la oralidad a cargo del sacerdote) con ellos. Como el cura solía llevar dinero consigo, Manna y Roldán planearon quitárselo. Con una excusa, consiguieron que Borgione los llevara en su auto hasta la casa de Roldán, donde éste tomó un arma. Fueron hasta un albergue transitorio, en la avenida Márquez, pero al encontrarlo cerrado decidieron concretar en la esquina de Alem y Juan XXIII, lugar conocido como Villa Cariño. Allí, horas más tarde, una patrulla policial encontró el cadáver del sacerdote, con un tiro en la cabeza. En la habitación de Borgione había videos pornográficos y ropa interior de mujer.
Julio David Córdoba (jesuita conocido en la provincia de Córdoba como “el Tío Juan”: a fines de octubre de 1994 el juez de Instrucción Juan José Moya procesó al sacerdote Julio David Córdoba por corrupción de menores. La medida fue apelada, aunque quedó firme por decisión de la Cámara de Acusaciones. El cura –quien entonces tenía setenta años de edad y estaba ligado a la orden jesuita desde los 18– buscaba a sus víctimas entre los chicos que limpiaban parabrisas de automóviles en las bocacalles cordobesas céntricas. Allí les ofrecía mantener relaciones sexuales, a cambio de lo cual les entregaba entre 10 y 30 pesos.
Fray Diego, profesor de catequesis en el Instituto Monseñor Tomás Solari, ubicado en la avenida Don Bosco 4817, Morón, provincia de Buenos Aires: a fines de julio de 2008 Nicolás, un adolescente de 15 años que cursaba el noveno año del Polimodal, chateando con una compañera le confesó que el miércoles 23 de ese mes había sido manoseado por el fray Diego. “Después, en preceptoría, trató de besarme y me dijo que si no le hacía sexo oral no me iba a dejar salir de la sala”, contó
Jesús Garay: una mujer inició una demanda judicial contra la arquidiócesis católica de Los Angeles, denunciando que el sacerdote Jesús Garay la había violado y, al quedar embarazada, la presionó para que abortase.
La mujer, identificada por el juzgado con el nombre de fantasía Jane Doe, agregaba que el cura la violó repetidamente en 1997, cuando ella tenía 17 años y era secretaria part time en la iglesia La Sagrada Familia, en Wilmington, California. Según su testimonio, quedó embarazada en diciembre de 1997, y Garay continuó abusando sexualmente de ella “hasta aproximadamente abril de 1998”.
La acción judicial alega que la arquidiócesis no notificó a las autoridades el abuso sexual, no otorgó cobertura médica a la joven durante su embarazo y desprotegió al niño después de su nacimiento. Los registros estadounidenses sobre sacerdotes abusadores afirman que Garay llegó a Los Angeles desde Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, Argentina (fuente: The San Diego Union-Tribune, 5 de octubre de 2004).
Ricardo Giménez, sacerdote: en su casa de Los Hornos, provincia de Buenos Aires, fue detenido el 19 de abril de 1996, acusado de abuso deshonesto calificado en perjuicio de cinco menores (de 10 a 11 años) en la iglesia Nuestra Señora de Magdalena, de la que era párroco desde 1994. La denuncia fue presentada el 25 de marzo de 1996 por María Rosa Merlo, madre de un monaguillo.
Julio César Grassi, párroco de Nuestra Señora del Carmen, en Villa Udaondo, Ituzaingó, y director del hogar Felices los Niños..