Cuando me he enamorado he sentido mariposas revoloteando nerviosamente en mi estómago, la dulce felicidad manifestada por constantes risitas tontas. He sentido una enorme impaciencia por abrazar y besar hasta saciarme al amado. He sentido una vinculación estrechisima con esa persona, tanto, que consideras tu vida sin esa persona y parece imposible. Me he sentido hundida en la miseria al sentir el más minimo rechazo. Me he sentido viva y afortunada, desafortunada y muerta. He sentido sus imperfecciones como las más perfectas virtudes. Me he senito ahogada y desconcertada. He llorado y he reído. Soñado con su amor y tenido pesadillas con su desamor…podría seguir escribiendo miles de sensaciones que he sentido al estar enamorada, sensaciones indescriptibles e incontrolables, pero tras mi gran experiencia de esa romántica desengañada, hace que al oír y manifestar todas estas palabras sienta un rechazo inevitable hacia dicho sentimiento.
Intento evitar toparme con una nueva persona que despierte mi más arrinconado punto de dulzura. Mi frialdad me protege ante cual sea de las situaciones anteriormente enumeradas. Esto crea una gran paradója sentimental, ya que jamás podre rechazar las descabelladas ideas románticas que yacen en mi interior pero si que podré ignorarlas, pero seguirán estando ahí... crezco insatisfecha encerrada en un mundo esceptico y pragmático.
Soy una romántica desengañada. Los constantes choques entre realidad e ilusión han hecho que mis más romanticas expectativas se congelen y no me permitan soñar más allá de lo que la pragmática realidad nos plantea. Para mí la romántica conquista de un galán ha perdido toda su dulzura para perseguir un único fin, sexo.
El sexo es genial, pero pierde todo el encanto en cuanto se hace explícito. Hoy en día la mayoría nos equivocamos pensando que con una alocada aventura nocturna desaparecerán todas nuestras insatisfacciones amorosas y nuestras carencias afectivas, pero eso es irreal y todas lo sabemos. Lo único que provoca dicha actuación es una alegría superficial e instantanea. ¿Nos sentimos realmente satisfechas cuando nos despertamos por la mañana y no obtenemos ni una señal de aquel galán que la noche anterior nos trató como a la más especial de las mujeres? Nuestra insatisfacción crece sin apenas darnos cuenta, y entonces nos refugiamos en esa independencia absurda, en perseguir fines superficiales que se traducen en más conquistas, esperando algún día encontrar aquella que dure para siempre.
Pues bien, así se está forjando la nueva sociedad del bienestar y así nos estamos degradando sin plantearnos que es lo que realmente nos pide nuestro cuerpo y que es lo que realmente queremos. Hace tiempo me di cuenta de este problema, pero la sociedad avanza y si pretendes que exista un cortejo digno como antes, un flirteo duradero, un conocimiento total de la otra persona antes que llegues al placer carnal, estas perdida. Hemos de diferenciar claramente lo que esperamos de la otra persona, y lo que esa persona espera de nosotros y actuar consecuentemente, jamás hacer nada que no te apetezca por la situación o por la ilógica frase de “¿qué pensarán?”.
Por otro lado, si perseguimos el único fin biológico, del sexo sin más, no nos podemos permitir el lujo de enamorarnos o pretender que nuestro “queridisimo” responda a nuestras expectativas amorosas y por lo tanto no empapemos esa vivencia de romanticismo cuando ya de primeras no ha existido, sería hipócrita y egoísta por nuestra parte.
Estas palabras pueden sonar algo desfasadas, y no pretendo condenar las aventurillas románticas por que tienen su punto dulce y excitante pero hemos de ser consecuentes, y actuar como nos dictan nuestros sentimientos ya que siempre que hagamos lo que responde a nuestro sentimiento será lícito encuanto nos referimos al farragoso campo del amor. Por lo contrario, si actuamos por impulso o por compromiso, jamás nos sentiremos satisfechas ni contentas con nosotras mismas, por lo menos a mi modo de ver las cosas.
c&p.....