Una preciosa mañana de finales de agosto con un cielo de un azul intenso llegué a la playa, miré con calma, me senté en la blanca arena y mi mirada se perdía en el horizonte, el mar delante de mí, como me gustaba estar así con los pies descalzos y esa suave brisa acariciando mi cara, ese aroma tan especial que me llegaba hasta el fondo de mi alma, contemplando aquella maravilla en el que se confundían los tonos azules del cielo y el mar.
Quería observarlo todo, que se quedara grabado en mis retinas, que bien me sentía, cuanta paz dentro de mí y así distraída en mis pensamientos me llegaron unas voces, hablaban de alguien y decían entre ellas, “mirad... allí está como cada día sentado entre las rocas”, como si fuera ajeno a este mundo, es un hombre solitario y triste, aquellas palabras hicieron que mis ojos se fijaran en él y le miré detenidamente, llevaba una camiseta azul marino un pantalón vaquero, desde esa distancia no podía ver más detalles.
Pero aquellas mujeres seguían hablando de él, “dicen que suele hablar de la muerte, de las miserias, de los vagabundos, de los horrores de los humanos, como si él no lo fuera, como si no supiéramos los demás que todo eso existe”
Aquellas palabras me intrigaron, quería saber más de él, quería leer en sus ojos todo lo que ellas comentaban, me levanté y descalza empecé a caminar dirigiéndome hacia donde él estaba.
Cual fue mi sorpresa cuando al acercarme había unos cuantos niños a su alrededor, me senté cerca pero manteniendo una distancia prudente para que mi presencia no interrumpiera nada de ese momento.
Ese hombre triste y solitario (según ellas) estaba hablando con los niños como si de un juego se tratara, podía escuchar lo que conversaban. Uno de ellos le decía ¿qué haces? Y él contestaba... hago un dibujo, ¿un dibujo? le decían, pero si no tienes ni papel ni lápiz, pero él seguía, es que mi dibujo lo imagino. ¿Y qué pintas? le decía una niña, pinto el mundo, ¿el mundo? , Pero el mundo tiene muchos colores y tú no tienes, veréis continuaba él, yo utilizo muchos colores, he pintado los árboles verdes, las montañas marrones, el sol amarillo, la nieve blanca, los animales de todos de colores, hasta un gato rosa, ¡los gatos rosas no existen! le dijo uno de ellos, si tú quieres que sea rosa ¿por qué no lo vamos a ver así?
Todos los niños reían y sin pestañear le escuchaban, y después de jugar un rato como si fuera otro niño más, se alejaron tirándole besos con la mano. Él sonreía a esos pequeños.
Yo seguía inmóvil sin hacer ruido, me había gustado escucharle. No me había dado cuenta que un señor con casi todos los años que se pueden llevar a cuestas también había estado escuchando y con su voz un poco temblorosa le dijo, ha sido bonito ese mundo que les has dibujado a esos niños, él contestó, si, pero lo que no les he dicho es que a pesar de todos los colores que se dibujan en el arco iris yo veo el mundo gris, ¿ gris? le interrumpió el buen hombre, si amigo, porque los árboles los queman, las montañas las ensucian, los ríos los apestan con las industrias, los niños sufren y mueren de hambre, las mujeres son maltratadas, inventan guerras absurdas, todo eso lo hacen los humanos y hace que mis ojos lloren y veo a través de esas lágrimas, por eso lo veo gris. El buen hombre con un gesto de asentimiento se alejó.
Entonces desde donde yo estaba le dije, hola y él con una tímida sonrisa me devolvió el saludo. ¿Puedo acercarme? Y él contestó... mira a ver si puedes, eso me hizo sonreír, y pensé, sí señor... buena contestación.
He estado escuchando tus charlas, primero con los niños y después con el señor mayor, espero que no te importe mi atrevimiento, a lo que me dijo. Que me importe o no, ya da igual, no podemos volver atrás, bueno pensé de nuevo, cada contestación va a ser una sorpresa, esto me gusta.
Y no sé por qué empezamos a escucharnos, me contaba historias, me habló de la vida, estaba encantada de haberme acercado y haber sido tan osada. Pero lo que más me llamó la atención es como me habló de “el mar”, bueno para él era... la mar, nunca antes había visto el mar como él lo miraba. Pasaron horas entre risas y charlas, conseguía hacerme reír constantemente y al mismo tiempo sus palabras sonaban en el aire como caricias, me hizo ver el mundo desde sus ojos y llegué a estremecerme. Bueno dijimos, un día tomaremos un café y seguiremos escuchándonos. Ha sido un placer compartir nuestro tiempo. Yo me alejé de allí.
Al volver hacia donde había dejado mis cosas, recordaba lo que me había contado y algo que me extrañó mucho, no recordaba su cara, sus ojos, su sonrisa, solo su voz.
Volví a sentarme para seguir admirando toda la belleza que me envolvía cuando una de las mujeres me dijo, No sé como te has acercado, es un amargado, es como si no quisiera vivir, es triste, es apagado. Entonces la miré fijamente y no sé porque motivo salieron de mis ojos lágrimas y le dije. Solo veis sin mirar, oís sin escuchar, valoráis sin conocer, a mí eso que hacéis verdaderamente me produce tristeza. Es un gran hombre a la vez que un niño grande, tierno con los pequeños, amable con los mayores, cercano en su conversación, es genial, es divertido, ojala el mundo estuviera lleno de hombres tristes como él que provocan sonrisas... con la mirada gris y calma en el alma.