Tu boca jugosa y fragante,
su risa coqueta reía...
Tan fresca la risa fluía,
que su agua la fuente sonante
por ti detenía...
Tu boca reía... Tu boca,
que tiene humedad de ambrosía,
que tanto promete y provoca;
tu boca de piel y armonía,
reía...
Y vino una abeja dorada,
de mieles ansiosa,
y quiso creyéndola rosa,
posarse en tu boca encarnada
fragante y jugosa...
Y en tanto la abeja volaba
buscando la miel de la rosa,
riendo una risa nerviosa,
tu boca el ataque esquivaba,
melodrosa...
Tu boca reía y gemía
de angustia... La abeja de oro,
en pos de la rosa que huía,
ritmaba su vuelo sonoro...
Y, al cabo, la abeja
posóse en tu boca riente,
Tu risa fue grito doliente,
fue queja...