Existen tontos del culo, tontos del haba, tontos de capirote, y muchas variedades más. Tan es así, que a veces resulta complicado encasillar en uno u otro grupo al personal, porque reúnen cualidades de sobra para estar en varios sectores a la vez.
Pero existe un apartado especial que merece toda mi atención. Se trata de los tontos con denominación de origen.
Estos se distinguen del resto por su fanatismo ignorante y rencoroso. Generalmente desconocen todo, pero en especial la historia del país donde han nacido. Acostumbran a ser nacionalistas, si bien, tampoco saben el origen de lo que ellos llaman su país o su cultura o tradición. Perdón por lo de cultura. Reina en todo su ser una debilidad mental y una miopía intelectual digna de compasión. Yo tengo la ocasión de ver a uno de éstos de cerca. Trabaja en un centro comercial próximo a mi casa. Durante su jornada laboral, acostumbra a tener una sonrisa almibarada pero sonríe como la gente que no tiene amigos, con cortesía pero sin ganas.
Cuando sale, se disfraza. Yo creo que es tonto y en su casa ni lo saben.
En el partido de Alemania-España, he tenido noticia de que se unió a otros cuantos especímenes de su mismo grupo (tontos con denominación de origen), para celebrar algún posible gol de Alemania. Uniformados con camiseta y banderas alemanas, abucheaban a nuestra selección que era la misma que la de ellos, la española, o “la roja” como le llaman ahora.
Yo, personalmente, confieso con cierto rubor que me deja frío y carente de emociones cualquier encuentro de fútbol. No me gusta nada más que ver algún resumen de jugadas espectaculares independientemente de quién vista la camiseta, pero sin ningún atisbo de fanatismo. Entiendo que pueda ser raro, pero es mi modo de ser y también tengo derecho a ser comprendido. Imagino que si tuviera que alegrarme, por defecto, lo haría por el equipo que representa a mi país, a pesar de que no me gusten sus extrañas costumbres por escupir en el césped tan repetitivamente, ignoro si por las sustancias que toman o porque así piensan que demuestran algo.
Lo que nunca haría, es confundir el fútbol con la política, ni los tontos del haba o de capirote con los de denominación de origen. Cada cual en su grupo.