La belleza de un carácter fuerte
Hace muchos años, nació un niño en Rusia que se veía a sí mismo tan feo que estaba seguro de que no habría felicidad para él en la vida.
Lamentaba el hecho de poseer una nariz grande, labios gruesos, pequeños ojos grises y grandes manos y pies. Su fealdad lo había afectado tanto que le pidió a Dios que hiciese un milagro y lo transformase en un hombre apuesto. Hizo la promesa de que, si Dios le concedía eso, él le daría todo lo que poseía en ese momento y lo que fuera a poseer en el futuro.
Ese muchacho ruso era León Tolstoi, uno de los escritores más famosos del mundo del siglo veinte, renombrado por su gloriosa novela Guerra y Paz.
Tolstoi admite en uno de sus libros que, con el correr de los años, descubrió que la belleza de la apariencia física que una vez persiguió, no era la única belleza de la vida y tampoco la mejor belleza. En su lugar, Tolstoi comenzó a considerar que la belleza de un carácter fuerte era considerada a los ojos de Dios y de los hombres inteligentes y rectos como el bien más apreciado.
Actualmente hay muchas personas que gastan enormes cantidades de dinero en cuidar y hasta cambiar su apariencia física. El carácter, por el contrario, no es cuestión de dinero ni de apariencia, es cuestión de hacer lo que está bien sin mirar el dinero y de defender lo justo sin mirar las apariencias.
El carácter se define por lo que uno es cuando está solo.