La mariposa
por
Jan Erhardt Jensen
Era a principios de la primavera. El sol brillaba y sus rayos deliciosos
iluminaban un pequeño jardín situado al abrigo de unas casas, impregnándolo de
su calor.
Y ese calor hizo salir a una mariposa mucho antes que todas las demás
mariposas. Volando recorrió el jardín bañado de luz y visitó todas las flores que
se izaban hacia el sol cuan largas eran.
“¡Qué colores!” –dijo la mariposa– “¡qué aroma y qué divina luz!”.
Y continuó su vuelo para compartir su alegría con todos los que encontraba.
Entre las hojas ya marchitas del otoño serpenteaban las lombrices y sus chirridos
indicaban que se estaban dando un festín.
“¿No es maravillosa la naturaleza de Dios” –les dijo la mariposa– “levantad la
vista hacia la Luz, pensad en los hermosos colores y en la embriagadora
fragancia de las flores ”.
Pero las lombrices no levantaron ni la cabeza ni la cola hacia el cielo, pues
todas sabían muy bien que nada era tan bonito y hermoso como esas hojas medio
podridas que casi no hacía falta masticar.
Y la mariposa retomó el vuelo, ansiosa como estaba de dar a conocer esa
maravilla luminosa que emanaba de arriba y que la llenaba de gozo. Y a
continuación se posó en un narciso amarillo que, erguido, relucía en todo su
esplendor.