La
ira es como un bebé que berrea, sufre y, llora. El bebé necesita que su madre lo
abrace. Tú eres la madre del bebé, de la ira que surge en ti. En el momento que
empieces a practicar el inspirar y espirar de manera consciente, tendrás la
energía de una madre y podrás acunar y abrazar a tu bebé. Limítate a abrazar la
ira que sientes, inspirando y espirando; no necesitas hacer nada más. Y el bebé
se sentirá mejor en el acto. Todas las plantas se alimentan del Sol. Todas son
sensibles a él. Cualquier vegetación que sea abrazada por el Sol experimentará
una transformación.
De madrugada las flores aún no se han abierto, pero cuando al amanecer sale
el Sol, las abraza e intenta penetrar en ellas. La luz del Sol está formada por
partículas diminutas, por fotones. Los fotones, van penetrando poco a poco en la
flor uno tras otro hasta llenarla de ellos. En ése momento, la flor no puede
resistir más y ha de abrirse a la luz del Sol. Del mismo modo, todas las
formaciones tanto mentales corno fisiológicas que hay en nosotros, son sensibles
a la energía de ser conscientes. Si la plena conciencia está ahí, abrazando tu
cuerpo, éste se transformará. Si la plena conciencia está ahí, abrazando tu ira
o tu desesperanza, éstas también se transformarán. Según el Buda; y según
nuestra experiencia, cualquier cosa que sea abrazada por la energía de la plena
conciencia experimentará una transformación.
La ira que hay en ti es corno una flor. Al principio quizá no comprendas su
naturaleza, o por qué ha surgido. Pero si sabes abrazarla con la energía de ser
consciente, empezará a abrirse. Para generar la energía de la plena conciencia y
abrazar la ira que sientes puedes permanecer sentado, siguiendo tu respiración,
o practicar la meditación caminando. Al cabo de diez o veinte minutos, tu ira se
habrá abierto ante ti y verás de pronto su verdadera naturaleza. Quizá haya
surgido a causa de alguna percepción errónea o por falta de habilidad.
Thich Nhat Hanh