En este contexto, la
capacidad para distendernos es una utopía lejana que ocurrirá en algún momento,
pero no sabemos cuándo, ni dónde. La ansiedad, el estrés y la adrenalina de la
vida cotidiana nos hace extraños a nosotros mismos, sentimos que tomar el
control es imposible. Dependemos de jefes, hijos, familia, pareja, u otros seres
a los que debemos responder constantemente. Así, poner los límites es una acción
que se pierde en la vorágine de la rutina.
Entonces, ¿cómo
controlar nuestro propio destino para evitar que el estrés sea una constante?
¿Cómo limitar las demandas de los otros para poder mejorar nuestra propia
calidad de vida? Es evidente que nada desaparecerá o se derrumbará si nosotros
no intervenimos constantemente. Es decir, muchas veces la sobrecarga de tareas
lleva implícito una presión propia que indica que si nosotros no decidimos o
ejecutamos, el otro no podría hacerlo, cuando en la mayoría de los casos no es
así.
La Lic. Patricia Gubbay
de Hanono, autora de 'Cómo reducir el estrés', es clara en este sentido: 'La
pregunta que surge es por qué alguien cede tanto a las necesidades de su
familia, amigos o trabajo ¿Qué causa que se sobrecargue al punto de no poder
parar para cumplir con todo? ¿Por qué se plantea como posibles objetivos que,
con su capacidad física, mental o ambiental no puede llevar adelante respetando
su integridad?'.
Esta sobrecarga a la que
hace alusión la especialista, es una constante en una vida cotidiana en la
hacemos infinidad de tareas sin preguntarnos demasiado su prioridad, sentido y
urgencia. 'Preferimos correr, hacer, seguir corriendo sin parar, sin pensar,
cumpliendo y cumpliendo, haciendo lo que hace falta hacer sin preguntarnos por
la razón', explica la Lic. Gubbay de Hanono.
Las consecuencias de
esta carrera de obligaciones no es sólo el evidente cansancio físico. El estrés
comienza a demostrar sus síntomas: el agotamiento, el malhumor, la irritabilidad
y el desgano. Cuando la gota está colmando el vaso, ya será tarde para poner los
límites, y la salud física y mental ya se habrá perjudicado.
Uno de los recursos más
comunes en las personas sobre exigidas es tomarse unas vacaciones para poder
distenderse, pero ¿es una solución? La Lic. Gubbay desestima esta opción: 'Unas
vacaciones sólo ayudarían a descansar un poco, pero si luego se vuelve a lo
mismo es una trampa activada'.
Cuando se retoma la
rutina se entra nuevamente, en un círculo vicioso que un breve descanso no
solucionará. Entonces, ¿cuál debería ser el proceder para frenar esta situación
de sobrecarga?
La especialista plantea
algunas preguntas para pensar'¿Qué estoy haciendo? ¿Hacia dónde me dirijo con
este comportamiento? ¿Cuál es el significado o intención de estas acciones?
¿Estoy haciendo un esfuerzo con sentido, que me conduce a una meta? Analizar los
propios comportamientos a la luz del sentido que le damos a nuestra vida y la de
quienes nos rodean. Valorar nuestros esfuerzos sin disfrazarlos de sacrificios
que victimizan, registrar nuestros límites es fundamental'.
La clave es saber decir
no. Poner el cuerpo y la mente en actividades que demanda el entorno no es lo
más sano, cuándo todos son capaces de poder realizar lo que corresponde.
'Superarnos y crecer en nuestros límites es un desafío, pero requiere que
conservemos nuestra vida y la de quienes nos rodean con la sensación de que
merece ser vivida', recomienda la