La felicidad es el destino del hombre.
Todos apetecemos durables goces y placeres. Si nos preguntaran cuáles son
nuestros tres más ardientes anhelos, la mayoría responderíamos: salud, riqueza y
felicidad; pero si la pregunta se contrajese al supremo anhelo, la mayor parte
lo cifrarían en la felicidad.
Verdaderamente todo ser humano anda en perpetua
busqueda de la felicidad, pues aun sin darnos cuenta nos asalta este poderoso
incentivo. Todos. nos esforzamos en mejorar las condiciones de nuestra vida para
vivir con algún mayor desahogo, creyendo que esto ha de darnos la
felicidad.
Poco a poco, procuramos emanciparnos de tareas ingratas y duras;
pero aun cuando desde los albores de la historia haya ido la raza humana en
busca de la felicidad ¡cuán pocos la poseyeron y cuán menos supieron lo que
es!
Quien fue en busca de la felicidad no la halló donde la buscaba; pues
nadie puede hallarla si va en pos de ella, porque dimana de las acciones y no es
producto de caza como las reses acosadas por los ojeadores.
Tan sencilla es
la verdadera felicidad, que la mayor parte de las gentes no reparan en ella. Es
hija de lo más humilde, tranquilo y modesto que en el mundo existe.
La
felicidad no mora entre los ruines ideales del egoísmo, ociosidad y discordia.
Por el contrario, es amiga de la armonía, de la verdad, belleza, cariño y
sencillez. Multitud de hombres alegan riquezas, pero a costa de su impotencia
para disfrutarlas.
Orison Swett M.