Por Franco Varise | LA NACION
Miércoles 09 de
noviembre de 2011 | Publicado en edición impresa
El sábado pasado murió, a los 98 años, en la
ciudad de Buenos Aires, Mario Roberto Alvarez.... 'MRA'.
El dato podría pasar inadvertido para quien no
está relacionado con el mundo de la arquitectura. Pero Alvarez o 'MRA' desde su
obra singular se encargará todos los días de que esa indiferencia no sea tan
sencilla. Como uno de los primeros exponentes del modernismo, dejó su huella en
la ciudad con diseños emblemáticos, como el Teatro San Martín y el edificio de
Somisa; también, de IBM y la Torre Le Parc, o más acá en el tiempo, el hotel
Hilton de Puerto Madero. Caminar por Buenos Aires y no cruzarse con él es casi
imposible: un hecho que logran sólo pocas personas en la historia.
Más de la mitad de los cinco millones de
metros cuadrados de oficinas construidos en la ciudad pertenecen a la cantera
arquitectónica que fundó y que llevó adelante junto con sus socios en el estudio
MRA+A en el que trabaja su hijo. 'Las obras del viejo pueden haber sido en su
momento un shock por esa tremenda vanguardia, pero hoy las ves y han envejecido
muy bien', dijo ayer a LA NACION Mario Roberto Alvarez (h.). Y tiene razón.
Algunos de sus proyectos provocaron en su momento la incomprensión y discusión
típicas de las obras de vanguardia. Hoy, en cambio, muchas de esas
construcciones con más de treinta años son totalmente actuales.
MRA nació, trabajó y creó en Buenos Aires, una
ciudad a la que se enfrentó con una visión crítica cuando el statu quo de la
arquitectura era impermeable. Hay que pensar que por aquellos años, fines de la
década del 30 y la década del 40, la tendencia de las familias acaudaladas
porteñas era comprar diseños franceses por catálogo ('eclecticismo'). Alvarez,
que se había recibido del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Facultad de
Arquitectura con Medalla de Oro creía en el modernismo y el racionalismo como
una cuestión filosófica, política y social. 'Siempre he creído que en Buenos
Aires hay cosas buenas y cosas muy afrancesadas debido a los ricos que iban a
Europa, volvían y se hacían el chteau ', expresó en una entrevista en LA NACION
en 2007. Y agregaba: 'Hay una gran corriente que sostiene que todo lo viejo es
bueno y todo lo nuevo es malo'. Sus convicciones le valieron la admiración de
sus pares, críticas, el renombre profesional y numerosas distinciones.
De esa plataforma innovadora, ética y moral
cultivada en la lectura de los autores griegos Alvarez creó su propio estilo.
'Si algo ha caracterizado a Mario es la constancia y la continuidad; él decía
que el Mercedes-Benz siempre es el mismo pero que se va actualizando', expresó
uno de los socios del estudio, Leonardo Kopiloff. Conoció a Alvarez de muy
joven. Con 18 años, ingresó en el estudio como dibujante y lo acompañó hasta su
muerte. 'Fue un innovador en aplicar en la Argentina ideas del nuevo mundo',
añadió Kopiloff.
'Hubo una continuidad en el estilo: que una
escalera se parezca a otra es razonable. La arquitectura no es una moda, y su
estilo, por otra parte, ha sido bastante copiado', expresó Alvarez hijo.