13 de enero 2012
Así, dicho parece una obviedad, pero la cotidianeidad nos muestra de manera
constante que la “empatía” es una habilidad que muy pocas personas practican en
el día a día.
Los expertos en relaciones humanas o sociales, han calificado a esta época
como la era del narcisismo. Salir del yo, es una rareza. Sólo entendemos a otro
cuándo le ha ocurrido una situación idéntica, similar o cercana a una
experiencia propia.
De lo contrario, pueden suceder dos variables. Su interlocutor no lo escucha
o lo juzga. Salir de la palabra y la experiencia propia para comprender el
sentido de la problemática ajena, es una cualidad que muy pocos llevan a cabo.
La capacidad de ponerse en el lugar del otro, recibe el nombre de “empatía”,
y se define como “la habilidad que posee un individuo de inferir los
pensamientos y sentimientos de otros“.
No solamente, implica entender sino también tener la sabiduría de leer
emocionalmente a las personas, comprenderlas.
Más allá de estar de acuerdo o no con las decisiones, quién ejerce la empatía
se preocupa y ocupa de evaluar cómo una persona actúa o piensa de tal o cual
manera. Se pone en sus zapatos, y así anda su camino. Intenta dar cuenta de cómo
las palabras y los hechos pueden ser distintos al de uno mismo, en la
perspectiva de otro.
El tiempo suele ser sabio para quien no fue empático en su momento ¿Cuántas
veces nos encontramos juzgando conductas ajenas y luego la vida nos ha puesto en
ese mismo lugar? Y así, cuándo las circunstancias nos atraviesan, decimos
“cuanta razón tenía, hoy sí lo puedo entender”.
No hay actitud más fácil, que juzgar cuándo no estamos de acuerdo. La palabra
va más rápido que la razón y así, nos perdemos la experiencia de saber, conocer
y comprender a nuestros pares.
La empatía no sólo es un beneficio para las relaciones humanas cercanas, es
una oportunidad para entender a personas que parecen, en apariencia, antagónicas
al sí mismo. Pero, para ejercer esta capacidad primero debemos dejar de mirarnos
el ombligo y por sobre todas las cosas, escuchar; un verbo que en los últimos
tiempos se ejerce a duras penas.
Las relaciones humanas, como mínimo se construyen de a dos. Un ser social,
cualidad primordial para ser un individuo que vive en sociedad, puede
jerarquizar su condición siendo alguien capaz de abandonar su deseo egoísta por
la capacidad de interpretar y ayudar a otro que lo necesita.
La empatía no requiere ni largos discursos, interpretaciones intrincadas o
consejos exactos. A veces, una sonrisa o una abrazo valen más que mil palabras,
y devuelven ese entendimiento que se necesita.