![imagen8](http://artenara.files.wordpress.com/2012/01/imagen81.jpg?w=448&h=300)
No hay que
ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen
abono y riego constante.
También es
obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla
sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus
fuerzas: ¡Crece, maldita seas!
Hay algo
muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para
impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla
constantemente.
Durante los
primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la
semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador
inexperto estaría convencido de haber comprado semillas
infértiles.
Sin
embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de
bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad
es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los
primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un
complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a
tener después de siete años.
En la vida
cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos
apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento
interno y que éste requiere tiempo.
Quizás por
la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto
plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la
meta.
Autor
desconocido
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