Un nuevo estudio demuestra la relación entre ciertas disfunciones
cerebrales y el desarrollo de la obesidad, por lo que si no sólo depende del
sedentarismo o la dieta inadecuada el atacar estos puntos no resolvería el
problema.
Investigadores, dirigidos po Achim Peters, especialista en
obesidad y profesor de la Universidad de Luebeck en Alemania, encontraron que
existe una relación directa entre el funcionamiento cerebral y la cantidad de
comida que se ingiere.
Bajo el término de "cerebro egoísta", el doctor
Peters describe el proceso mediante el cual este órgano se hace de la energía
que requiere para mantener su vitalidad. En cuanto el cerebro detecta alguna
deficiencia energética, el sistema nervioso simpático (SNS) y el
hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA) se activan de inmediato para generar estrés
y disparar, así, una demanda activa de la energía requerida.
Conocida
como "tirón del cerebro" o "brain pull", esta función permite recabar dicha
energía o calorías a partir del resto del cuerpo, lo cual genera un efecto
doble: por un lado, garantizar la integridad cerebral y, por el otro, ayudar a
mantener el peso corporal dentro de límites adecuados.
No obstante, si
el "tirón del cerebro" no funciona correctamente y la respuesta del sistema
nervioso es débil, entonces falla la orden de abastecimiento y el cerebro no
"jala" del cuerpo las calorías que requiere. Por ende, la energía se acumula
progresivamente en el resto de las células y, peor aún, el individuo come más
para cubrir sus necesidades cerebrales, con todo y que su cuerpo ya se encuentra
sobrado de energía.
El estudio señala que las personas cuyos cerebros
funcionan bien, no requieren comer de más para protegerlos. Así,
independientemente de que exista una vasta oferta de comida a su disposición, no
tendrán ni el impulso ni el antojo de ingerirla: su organismo está protegido y
su apetito saciado.
En cambio, aquéllas en las que la respuesta del
"cerebro egoísta" funciona incorrectamente necesitan consumir más comida para
asegurar que este órgano se conserve en buenas condiciones, a pesar de que sus
depósitos de energía se encuentren ya excedidos, lo cual dará paso al sobrepeso
y la obesidad.
Peters lamenta que a pesar de estos descubrimientos,
subsista la idea de que los individuos obesos carecen de voluntad, son perezosos
y tienen malos hábitos de vida.
"Los avances en el terreno del
metabolismo cerebral demuestran que, en muchos casos, el sobrepeso y la obesidad
se derivan de los esfuerzos de la persona por cubrir la necesidad energética de
su cerebro", anota. Sin duda, estos descubrimientos arrojan una nueva luz al
fenómeno de la obesidad, sobre todo en la forma en que hasta ahora ha sido
percibido. Entender mejor de dónde proviene es una condición esencial para
contrarrestarlo e incluso erradicarlo definitivamente.
Leer estudio
original (en inglés): Frontiers in Neurogenetics
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