
Sé que mi
caminar tiene una dirección y un destino, por eso debo medir mis pasos, prestar
atención en lo que hago y no en lo que hacen los que a mi lado también pasan, o
por los cuales, a su lado paso yo.
Que no me
engañe con el ánimo y el vigor de los primeros trechos, porque llegará el día en
que mis pies no tendrán tanta fuerza, se herirán en el camino y se cansarán más
rápido.
Que cuando
esté cansado, no me desespere y crea que aún tendré fuerzas para continuar,
principalmente cuando hubiera quien me auxilie.
Y que
oportunamente, en mis sonrisas, me acuerde de que existen los que lloran, para
que así mi risa no ofenda el dolor de los que sufren; por otro lado, cuando
llegue mi turno de llorar, que no me deje dominar por la desesperanza, sino que
entienda el sentido del sufrimiento, que me nivela, que me iguala, que vuelve
iguales a todos los hombres.
Cuando tenga todo, equipaje, valor, agua en mis provisiones, ánimo en
el corazón, botas en los pies y sombrero en la cabeza; para de esa forma, no
temer al viento, al frío, a la lluvia y al tiempo. Que no me considere mejor que
aquellos que se quedaron atrás, porque podría llegar el día en que no tenga nada
más para mi viaje y aquellos que rebasé en el camino, me alcanzarán y también
podrán hacer lo que yo hice o de hecho no hacer nada por mí, entonces, me
quedaré en el camino sin concluirlo.
Cuando el
día brille, que tenga deseos de ver la noche en que el camino será más fácil y
más ameno; pero, cuando sea de noche y la oscuridad vuelva más difícil el
arribo, que sepa esperar el día como aurora, el calor como
bendición.
Que perciba
que el caminar sólo puede ser más rápido, pero mucho más vacío…
Cuando
tenga sed, que encuentre la fuente en el camino; cuando me pierda, que halle la
indicación, la flecha, la dirección.
Que no siga
a los que se desvían, pero que nadie se desvíe siguiendo mis
pasos…
Que la
prisa por llegar no me aparte de la alegría de ver las simples flores que están
en la orilla del camino, que no perturbe la caminata de nadie, que entienda que
seguir hace bien pero que, a veces, es necesario tener el valor de volver atrás
y recomenzar tomando otra dirección.
Que no
camine sin rumbo, que no me pierda en las encrucijadas, pero que no tema a los
que me asalten, los que se enmascaren, que vaya a donde debo ir y, si cayera en
medio del camino, que permanezca el recuerdo de mi caída para impedir que otros
caigan en el mismo abismo.
Que llegue,
sí, pero, aún más importante, que haga llegar a quien me pregunte, a quien me
pida consejo y, sobre todo, ¡Que pueda seguir confiando en mí!
Autor
desconocido
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