Última actualización: 2
de febrero de 2012
Ahora bien, dentro de la gama
grasa puede optarse por la más saludable sin poner el peligro el equilibrio
dietético. Si bien se tiende a pensar que la grasa engorda y que conviene
limitar su consumo, esta afirmación es cierta solo en parte. Ni todas las grasas
son iguales ni su presencia en la dieta debe ser la misma. Es más, algunas
grasas pueden incluirse en una dieta sana, incluso grasas de capricho, solo hay
que conocer su medida justa y su variable más sana. Pero puede no ser tan
sencillo como parece: una investigación reciente sugiere que la percepción y la
apreciación de la grasa de los alimentos se porta en los genes.
Distinguir las grasas y el
porcentaje saludable:
Todas las grasas coinciden en un
factor: son insolubles en agua, pero a partir de ahí, las hay de mayor
importancia nutricional, como sucede con los triglicéridos, los fosfolípidos y
el colesterol. Frente a ellas están las grasas trans. Las primeras cumplen una
importarte función en la vida sana: son fuente de energía, regulan la
temperatura, vehiculan vitaminas liposolubles y facilitan su absorción,
suministran ácidos grasos esenciales e impiden que las proteínas cambien su
función estructural en las células.
• En definitiva, estas grasas son
sanas, además de ricas. Aunque la cantidad de grasa de la dieta cuenta, lo que
más valora es la calidad, la proporción en que se integran unas y otras en la
dieta.
• Menos del 10% de las calorías
de una dieta sana deben provenir de las grasas saturadas (carnes, vísceras y
derivados como embutidos, patés, manteca, tocino, lácteos, nata y mantequilla,
huevos y productos alimenticios que contengan los alimentos mencionados).
• Un 10-15% de las calorías
diarias han de llegar de las grasas monoinsaturadas (aceite de oliva, el
aguacate y las aceitunas)
• y un 7% de las grasas
poliinsaturadas (aceites de girasol, maíz, soja), margarinas 100% vegetales,
frutos secos grasos.
• En definitiva, del 100% de
calorías que componen una dieta equilibrada, el 30-35% han de llegar de las
grasas, y el 65% restantes se ha de encontrar en los demás nutrientes
energéticos (hidratos de carbono y proteínas).
Trueques grasos, sabrosos y
ligeros:
No hay que luchar contra las
grasas, sino convertirlas en aliadas y controlar su forma y su ingesta. Del buen
uso que se haga de las grasas se deriva el éxito de una buena dieta. Con este
fin algunos cambios que se proponen son los siguientes:
• El bizcocho casero elaborado
con aceite de oliva y más claras que yemas conserva el sabor rico de la grasa al
tiempo que respeta los porcentajes sanos referidos. Es el sustituto idóneo a la
bollería industrial más procesada.
• Igual sucede si el embutido se
formaliza en el jamón, y si el bocadillo de chorizo lo es de atún o de sardinas.
• Los patés para untar, un
alimento rico y recurrente, pueden ser vegetales o tofu, incluso paté de
verduras y frutos secos.
• La mantequilla como aperitivo o
aliño mejor que se sustituya por aguacate untado o aceite de oliva virgen extra.
• La nata, un ingrediente que
ayuda a que los más pequeños degusten purés de verduras, por ejemplo, tiene en
los quesos desnatados su mejor alterativa, también en el tofu.
• Las patatas fritas como
guarnición pueden cocerse al microondas y saltear en la sartén para dotarlas del
tono tostado y la textura crujiente.
• Las palomitas de maíz también
pueden hacerse en sartén a partir de los granos de maíz, en lugar de optar por
las palomitas envasadas 'listas para microondas' que llevan ingredientes que
desmerecen el valor nutricional original.
Todas estas dinámicas analizadas
de manera individual contribuyen a que se reduzca la cantidad de grasa en la
dieta o a cambiar su tipo, de manera que se logra una dieta más saludable.
EL GUSTO POR LA GRASA, CUESTIÓN
GENÉTICA
Los científicos en su lucha
contra la obesidad tratan de descubrir causas y orígenes de comportamientos del
cuerpo y de las personas. La grasa, su relación con otros nutrientes y el
comportamiento individual, es determinante y en este entorno se ha producido un
gran avance. Anunció el Journal of Lipid Research en su último número de 2011
que la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington ha descubierto un
gen: una variable del CD36 que portan las personas obesas y las hace más
sensibles al sabor de la grasa.
Los investigadores universitarios
seguían la evidencia de que un determinado grupo de personas cuanta más grasa
ingiere menos sensible se hace a ella, lo que les conduce a una ingesta cada vez
mayor para lograr la misma satisfacción. Los estudios están centrados ahora en
asociar a los portadores de una variante del gen CD36 con la producción reducida
de la proteína CD36. Esto podría hacerlas menos sensibles a la presencia de la
grasa en la comida. Lo que buscan determinar es si la capacidad de detectar
grasa en los alimentos influye sobre la ingesta de grasa, algo que de forma
clara tendría un impacto sobre la obesidad.
Link: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/2012/02/01/206637.php