24/2/2012
Homero Manzi, puño y letra
de la cruz del sur
Una de las particularidades de
su escritura, a diferencia de
otros autores
de tango, es que nunca usó el lunfardo,
argot por
excelencia de Buenos Aires
“Hay hombres que transitan fieles a su destino y hay destinos
que se cumplen siendo fieles al hombre”. La frase pertenece al poeta del tango,
a aquel obrero de la palabra, que supo hacer de Buenos Aires una ciudad con
sonido a tango. Homero Manzi es una huella digital de una ciudad que a través de
sus letras se reconoce y se afirma.
Sus creaciones se convirtieron en
canción, pero nunca renunció a su condición de poeta. Una de las
particularidades de su escritura, a diferencia de otros autores de tango, es que
nunca usó el lunfardo, argot por excelencia de Buenos Aires. Su estilo narrativo
estuvo signado por las metáforas e incursionó en el estilo surrealista.
Su pluma no era para pocos buenos
entendidos. Su intención era que sus letras fueran entendidas por el hombre
común. Sí había algo para decir, todos debían comprenderlo. Lejos del snobismo
intelectual, Manzi quería ser el poeta de la gente y lo logró con la enorme
habilidad para escribir los versos más sublimes sin perder su carácter popular.
Los escenarios de sus grandes
poesías fueron los barrios suburbanos, sitios dónde podía reconocerse. Boedo y
Pompeya fueron los lugares de su infancia y adolescencia. Experiencia que
resultó en “Sur” uno de los mayores íconos de la historia del tango y una
radiografía perfecta del Buenos Aires sobre finales de la década del ´40.
Homero Nicolás Manzione, su
verdadero nombre, nació el 1 de noviembre de 1907 en Añatuya, una pequeña
localidad en la provincia de Santiago del Estero, Argentina. Su padre trabajaba
como hacendado rural y en 1914 decidió mudarse a Buenos Aires con la familia
para probar suerte.
Pompeya fue el escenario de la
infancia de Manzi quien luego contó que cada construcción de aquel paisaje fue
decisivo para comenzar a escribir poesía. Los largos paredones que recorría en
su camino a la escuela y el terraplén del ferrocarril, fueron las imágenes que
inspiraron Sur y Barrio de Tango. Para Manzi las postales de la ciudad eran sus
musas.
La primera composición del autor
fue un vals llamado “¿Por qué no me besas?”, en 1921 con música de Francisco
Caso, quien tiempo más tarde vincularía a Manzi con Aníbal Troilo. Esta dupla
signaría la historia del tango. La admiración mutua era permanente, y tal así
fue que ante la prematura muerte del autor, abatido por el cáncer el 3 de mayor
de 1951, Troilo en su abatimiento compuso “Responso”, un conmovedor tango
instrumental.
Además, de haber sido uno de los
mayores poetas de la Argentina, Homero Manzi fue decisivo en la reivindicación y
jerarquización de la milonga porteña. Su voluntad de colocar al género en el
centro de la escena fue logrado a través de su magnífica pluma: Milonga
sentimental, Milonga del 900 y Milonga Triste, fueron aquellas piezas
inolvidables que el mundo abrazó.
Pero no sólo de barrios y
milongas escribió el poeta. El amor fue su principal motivación para la
escritura y dejó algunas de las poesías más bellas que conoce la canción.
“Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza que no puede vislumbrar su
tarde mansa. Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se
echó a morir”, verso de “Fuimos” tema que hoy es tomado como paradigma de un
tango elaborado y estéticamente ambicioso.
También fue el autor que supo
cantarle al bandoneón como ninguno. “Tu canto es el amor que no se dio, y el
cielo que soñamos una vez”, le escribía al instrumento que le da identidad al
tango en “Che, bandoneón”.
En su extensa y preciada
producción hay inolvidables como “Malena”, “Fueye”, “El último organito”,
“Después”, “Romance de Barrio”, “Discepolín”, “Tu pálida voz” y “Romántica”.
Homero Manzi encontraba la magia
en lo pequeño y lo convertía en sublime. Su hijo, Acho Manzi, quizá dio la mejor
definición de su obra: “Los escritos de Homero Manzi tuvieron mejor destino que
el de Malena, pues aunque los tiempos corran fatigados, y aunque algunos sigamos
inmersos en las preocupaciones habituales de un mundo tan mezquino como siempre,
sus obras jamás serán criaturas abandonadas”.
Por Eugenia Plano | www.vidapositiva.com
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