17/3/2012
Por qué no es dulce lo
dulce y
otros engaños de nuestra
mente
Por Santiago Bilinkis | Fuente: Riesgo y Recompensa
Una de las mejores charlas TED
que ví en mi vida es una que dio el biólogo Dan Dennett llamada
“Adorable, sexy, dulce, divertido”. Allí, Dan deja patas para arriba de una
manera completamente antiintuitiva muchas ideas que todos tenemos. Resumido en
pocas palabras, Dan argumenta que “la miel no nos gusta porque sea dulce: es
dulce porque nos gusta” (nos hace bien).
Es decir, “no hay nada
intrínsecamente dulce en las moléculas de glucosa”. “Nuestro gusto por los
dulces es un evolucionado detector de azúcar porque el azúcar tiene alta
energía” y el cerebro inventa señales como la “dulzura” para marcar con una
reacción cerebral de satisfacción aquellas cosas que nos hacen bien. “Si vos
pensás que primero existió la dulzura y nosotros evolucionamos para que nos
guste, entendiste todo al revés!“.
Luego Dennett lleva su argumento
a terrenos más interesantes, como la sensualidad femenina.
A los hombres no nos gustan las
mujeres así porque son sexies! Las vemos sexies porque algo en ellas (el ancho
de las caderas, el tamaño de las mamas, etc.) son indicadores potenciales de
elevada fertilidad. Si las mujeres más fértiles fueran, por ejemplo, las más
peludas, la mujer más sexy del mundo sería la versión femenina del “Tío Cosa” de
los Locos Addams.
Un último ejemplo: no es que los
bebés nos gustan porque son adorables. Es que los vemos adorables porque hace
falta que nos gusten. “Si los bebés tuvieran esta apariencia, eso es
precisamente lo que nos parecería adorable!”.
Toda esta intro es para rescatar
tres ideas que me parecen muy interesantes e importantes:
a) porque permite entender que
las cosas no tienen propiedades intrínsecas sino que nosotros las creamos en
nuestra mente para marcar lo bueno de lo malo;
b) porque nuestro cerebro
evolucionó para un mundo muy distinto en el que no había hamburguesas de Mc
Donalds, mega tortas de chocolate ni Photoshop para retocar las fotos de
modelos. Y metidos en ese mundo, muchas de las señales resultan equivocadas
premiando “superestímulos” que en realidad nos hacen mal.
c) porque estos defectos en
nuestros “detectores” pueden ser abusados, intencionalmente o no.
Déjenme darles un ejemplo de este
último punto. Hace unas semanas atrás, junto a un grupo de amigos hicimos un
experimento tomando unas pastillas de una fruta llamada “la fruta milagrosa”.
¡No piensen mal! Esta fruta no tiene ningún efecto alucinógeno ni nada parecido.
No actúa sobre el sistema nervioso. Simplemente “engaña” a nuestra lengua, de
manera que las papilas que sienten el sabor “ácido” informen que están sintiendo
“dulce”. Y cuanto más ácido es algo, más dulce se siente.
En el experimento, cortamos
montones de frutas ácidas para probar, pero lo más interesante es directamente
exprimir jugo puro de limón. Antes de empezar, se toma un trago y la reacción es
obvia: una inevitable cara de profundo desagrado. Se toma la pastilla y ¡en
apenas un minuto el jugo es la bebida más rica que probaste en tu vida! (si
tienen alguien que vaya a viajar a USA se pueden comprar en Amazon).
Lo interesante es que tomar mucho
jugo de limón puro no es bueno para nosotros. De nuevo, los limones no son
ácidos en sí mismos. Creamos esa señal porque es algo que no deberíamos tomar.
Pero trastocados nuestros sentidos, nos peleábamos por quién se tomaba el jugo
que quedaba, hasta que alguno terminó con dolor de panza.
En definitiva, es muy importante
al transitar por el mundo saber que las cosas no tienen propiedades intrínsecas
sino que nosotros las creamos en nuestra mente, que tenemos que cuidarnos de los
estímulos erróneos modernos que nos hacen desear cosas que nos hacen mal, y
saber que si nuestros sentidos son engañados (como muestran de manera genial
estos dos videos!) podemos terminar haciéndonos daño a nosotros mismos con una
sonrisa.
Fuente: Riesgo y Recompensa
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