21/3/2012
Cuando el amor no sabe
qué hacer con la
libertad
“El nuevo ser social es
el escenificador de su biografía
está
condenado a la libertad de elegir”,
así Ulrich
Beck y Elisabeth Beck, autores “El normal caos de amor”,
describen las
nuevas formas de las relaciones amorosas
en las
posmodernidad
Eugenia Plano
21 de marzo 2012
Hoy nos enfrentamos a la
libertad. La mujer ya no ocupa un rol pasivo en los ámbitos personales,
laborales, políticos ni económicos , y el hombre ya no es aquel patriarca que
acapara las decisiones trascendentales de la vida social. La libertad siempre es
la mejor de las opciones para la toma de decisiones, y mucho más si se trata de
programar y proyectar la vida personal. Pero, todavía hoy en día hombres y
mujeres parecen no saber lidiar con la democracia del amor.
Ulrich y Elizabeth Beck formulan
desde su publicación, como en la actualidad ante la libertad, las decisiones se
postergan constantemente. Estadísticamente, cada vez más tarde hombres y mujeres
forman pareja, deciden convivir, casarse o tener hijos. La primera cuestión, que
surge como respuesta del sentido común ante el retraso de concretar estas
posibilidades es el desarrollo laboral. Pero, la respuesta no es tan fácil.
Millones de personas que ya tienen un status económico alto y han alcanzado las
metas laborales propuestas, se encuentran solteros o bien en pareja, pero eligen
no convivir.
Entonces, ¿por qué hoy cuándo el
amor es una elección consciente se elige cada vez más tarde o se nada en la
incertidumbre? “Antes los amantes chocaban con las paredes de las instituciones,
hoy caminan por las tierras pantanosas de la ideología de la felicidad”,
describe el estado actual del amor, el autor Dieter Wellershof. Y no está
errado. Hoy en día no hay impedimentos institucionales, legales o exigencias
tradicionales para unirse con quien el individuo desee. Todo lo contrario.
Abundan terapias psicológicas y bibliografías espirituales o de autoayuda que
instan a “ser uno mismo” y así cumplir los sueños en nuestras biografías. La
invitación a ser feliz es hasta mediática.
Pero, ¿en qué consta esta
invitación a la libertad? ¿Cuál es su sustancia? El autor de “La era del vacío”,
Gilles Lipovetsky, argumenta que no es casual que hoy la mayoría de los seres
humanos padezcan trastornos del tipo narcisista. Asimismo, las publicaciones
vinculadas a la autoayuda, tal como su nombre lo indica, sólo están enfocadas en
el sí mismo. La pareja, lo comunitario, los social, es excluido de este
razonamiento. “¡Si al menos pudiera, sentir algo!: esta fórmula traduce la nueva
desesperación que afecta a un número cada vez mayor de personas. La
imposibilidad de sentir, el vacío emotivo”, explica el autor.
Lipovetsky habla de una época
signada por la “huída del sentimiento” y así las relaciones amorosas, se ven
entorpecidas por el miedo a perder la individualidad, que a su vez genera el
permanente malestar de estar solo. Toda una contradicción emocional. Al
preconizar la libertad individual, “el individuo vive en su bunker de
indiferencia, a salvo de sus pasiones y las de los otros”, argumenta el autor de
“La era del vacío”.El amor es una opción, pero lejana, fuera de contexto, un
plan a futuro que en algún momento se concretará, como utopía, proyecto de un
mundo mejor.
“En el pasado, el amor hacía
estallar los vínculos de las comunidades y de las normas. Con la disolución de
las barreras estamentales y familiares, el amor se pierde cada vez más en la
nada. Ya no representa el contraprincipio a las obligaciones sociales que
garantiza la libertad, ya no tropieza con ninguna resistencia, en el fondo ya ni
siquiera es amoral. La consecuencia es que se vuelve hacia sí mismo, que se
consume en sí mismo, de algún modo en autorreflexivo” sostienen los autores de
“El normal caos del amor”.
Es decir, la posmodernidad y su
posibilidad de libertad de elección amorosa, ha puesto en aprietos al hombre que
parece ver al amor romántico como una meta de la felicidad individual o de
autoconocimiento y en este permanente ahondar sobre sí mismo puede excluir al
otro. El ser humano muchas veces, sin darse cuenta, prefiere ser acotado. En la
libertad, no hay padres que den órdenes, estamos nosotros con la maravillosa
posibilidad de tomar decisiones.
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