29/3/2012
Ingratitud
Cambalache. De todas las cosas desagradables
que los seres
humanos tenemos que sufrir,
una de las más
amargas es la ingratitud.
Por Enrique Pinti |
Para LA NACION
Domingo 25 de marzo de
2012 | Publicado en edición impresa
Esa terrible mezcla de olvido
y maldad, con toques de frivolidad y egoísmo, es un muy mal trago que cuesta
procesar. Amigos del alma, familiares más o menos lejanos y muchas veces hijos,
padres y cónyuges perpetran ese acto tan censurable. Y no es que uno crea que
por el hecho de haber parido, criado, mantenido y educado a un hijo el susodicho
pase a ser propiedad del que lo trajo al mundo, ni que hacer favores por amor
habilite al que lo hizo a esperar eterno agradecimiento expresado verbalmente
todos los días. Nada de eso.
Es obligación de padres
proteger y educar, y de hijos, honrar, querer y -llegado el caso- velar por la
salud de los que un día lo cuidaron. Y cuando uno ayuda a un amigo lo hace de
corazón y no espera ninguna devolución material. No obstante, la gratitud debe
estar siempre presente y uno debe recordar a la hora de discusiones y
enfrentamientos coyunturales todo lo bueno que esos con los que hoy discutimos y
polemizamos han hecho por nosotros.
La gratitud y la buena memoria
ponen en la balanza lo positivo y lo negativo, y sólo algo muy fuerte e
irreparable puede inclinar los platillos para el lado malo. Los seres humanos
estamos sujetos a cambios debidos a experiencias terribles que pueden golpearnos
y hacer tambalear o directamente destruir sistemas de valores que hasta esos
sucesos parecían firmes y eternos. Por eso no debe extrañarnos que muchas veces
los que creíamos amigos de hierro nos hacen cosas que no entran en nuestra
cabeza y nos hacen pensar que el mundo fue y será una porquería.
No hay que desesperarse y
mucho menos dejar de lado nuestros valores porque alguien que considerábamos
hermano del alma nos decepcione. A veces esas ovejas descarriadas vuelven
sinceramente arrepentidas y si uno es verdaderamente amplio y de mente abierta
en homenaje a las cosas buenas del pasado podrá pasar página e intentar una
recomposición. Ya no será lo mismo y en alguna recóndita partecita del corazón
habrá una quebradura dolorosa, pero vale la pena intentar otra vez.
En otros casos es imposible la
vuelta atrás y también es respetable la reacción contraria pero este vejete
nunca creyó demasiado en frases como: para mí se murió. La gente a veces no
muere ni siquiera en el cajón y sigue viva en el recuerdo para bien o para mal.
De todas maneras lo que es injustificable es el desagradecimiento. Ninguno de
nosotros se ha hecho solo y sin ninguna ayuda. Padres, familia, maestros, amigos
han marcado nuestra senda. E incluso los enemigos con sus piedras en el camino,
sus desprecios y ninguneos han excitado en nosotros la rebeldía y la bronca
necesarias para obligarnos a demostrar nuestros valores negados por ellos. No
digo que debamos hacerles un monumento pero a final del camino seremos honestos
al reconocer que si no hubiera sido por sus juicios negativos quizás no
habríamos llegado tan triunfantes a nuestras metas.
Todos dependemos de todos, por
eso el egocentrismo exagerado de creerse único y excepcional conduce
inevitablemente a la soledad, prima hermana del peor fracaso que es el fracaso
interior.
Aquellos que nos enseñaron a
leer y escribir, los que nos dijeron cosas que no entendimos bien en su momento,
pero que después nos ayudaron a comprender el mundo, aquellos otros que con sus
equivocaciones nos mostraron sin quererlo los caminos que no debíamos recorrer,
los que nos prestaron atención y nos consolaron en nuestros pesares, los que
compartieron nuestras alegrías, los que cocinaron para nosotros y los que desde
nuestro recuerdo siguen siendo ejemplos y faros en la oscuridad merecen nuestro
agradecimiento y no importa donde estén siempre serán nuestros referentes.
Agradecer, verbo a veces
olvidado junto con respetar, comprender ó ayudar, debería ser conjugado
diariamente. Sería una buena manera de pasar por esta vida tan larga y tan
corta, tan loca y tan cuerda, tan difícil y tan maravillosa..
LA
NACION
,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,