22/5/2012 Mas vale sola
Aquel estereotipo de la mujer cuyo único pecado era vivir sola y
padecer a una madre que sin disimulo, condenaba su
condición
con aquella terrible frase “te quedaste para vestir santos”,
hoy es cosa del pasado.
Por Omar Romano Sforza
Madrid, 22 de mayo 2012
Foto: Marc van der Aa
En la actualidad, hombres y mujeres elijen su estado civil, sin los mismos
prejuicios y presiones sociales y culturales de algunas décadas atrás. En esta
tendencia, se enmarca la proliferación de los hogares unipersonales. Un cuarto
de la población de los Estados Unidos vive sola mientras que en España uno de
cada cinco viviendas está conformada por un solo integrante. Esta tendencia que
refleja a los nuevos solteros es muy representativa en el viejo continente. En
la Unión Europea existen 46 millones de hogares de un solo componente y sólo en
Suecia el 40 por ciento de los adultos vive sin compañía.
Las estadísticas, ¿son el reflejo de un cambio de parámetros a nivel social?
¿Cuál es la radiografía del estado civil en el siglo XXI? ¿La soledad se ha
convertido en una elección y no en una circunstancia? Hoy el concepto de “para
toda la vida” se ha flexibilizado. El hombre y la mujer de la actualidad son
permeables a que una pareja, un trabajo o las relaciones humanas en general, no
sean perpetuas. En este contexto, en el estado civil “lo único permanente es el
cambio”. Una persona puede vivir sola, luego convivir, casarse, separarse y así,
comenzar este recorrido de forma cíclica.
Entre las mayores causas para establecer los cambios de patrones sociales en
función de la elección del estado civil, la mujer es protagonista. El profesor
Lluís Flaquer, sociólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, en una
entrevista al diario El País, explica los principales motivos por los cuáles el
género femenino cambió la historia: 'Es un proceso de individualización que se
da desde hace décadas en las sociedades avanzadas y cuya causa primigenia es la
incorporación de las mujeres al mundo laboral y, paralelamente, el desarrollo
económico. En la época preindividualista hacían falta dos personas para sostener
un hogar. Una, procuradora de medios, y otra, de cuidados. Con el ingreso de las
mujeres en el mercado de trabajo, ellas pueden decidir vivir solas, con o sin
pareja, divorciarse y, con el aumento de la esperanza de vida y de las
condiciones de salud y autonomía, seguir viviendo solas en su vejez o a la
muerte del cónyuge“.
Louise Bernikow, especialista en relaciones y autora del trabajo “Enfermar de
soledad”, publicado por The New York Times, plantea como este cambio de pautas
colocó a la mujer en otro lugar: “Nunca había habido tanta gente que vive sola
como ahora -casi un cuarto de la población en Estados Unidos-. Dentro de este
grupo hay una gran cantidad de personas menores de cuarenta años que, por
distintos motivos, han decidido no casarse. Las mujeres de este grupo son, muy a
menudo, las primeras mujeres en su familia que viven solas. Una generación antes
se hubieran convertido en amas de casa; ahora trabajan o estudian.
Indudablemente, la consecución de una carrera proporcionó a muchas mujeres una
nueva forma de realización”.
Muchas teorías se han escrito acerca de la relación entre la soledad y la
felicidad o bien la ausencia de ella. Pero, ni siquiera la ciencia ha podido dar
una respuesta exacta en este sentido. Por ejemplo, una investigación de la
Universidad de Harvard, encabezada por el psicólogo social Daniel Gilbert,
afirma que las personas con pareja son más felices. Por su parte, la Sociedad
Española de Cardiología asegura que para prevenir enfermedades cardiovasculares
es bueno “favorecer la presencia de sentimientos positivos reforzando nuestros
lazos afectivos con nuestro entorno”, pero habla de relaciones vinculares en
general y no de pareja. En cambio, un estudio del Instituto Karolinska de
Estocolmo demostró que las mujeres con matrimonios estresantes tenían tres veces
más riesgo de ataque cardiaco que las que tenían buena relación de pareja.
Entonces, la felicidad dependería de una relación afectiva que brinde
estabilidad, satisfacción y goce. Es decir, si una relación de pareja resulta
tortuosa o bien, si algún miembro de la pareja o ambos experimentan la soledad
estando de a dos, tanto la salud física y mental se ve perjudicada.
Sobre este punto, Rafael Santandreu, psicólogo y autor de “El arte de no
amargarse la vida“, en declaraciones al diario español La Vangurdia es muy
claro: “La vida no depende de estar solo o no estarlo. Yo tengo pacientes que
viven solos o en pareja, con hijos o sin hijos y vienen igualmente amargados. Lo
importante es ser fuerte a nivel emocional. Cuando lo eres, necesitas muy poco
para estar bien y, entonces, sabes disfrutar de las pequeñas cosas que te ofrece
la vida. Yo trato a personas que acaban de sufrir adversidades importantes y les
enseño a olvidarse de lo que han perdido y concentrarse en sus oportunidades… ¡Y
lo hacen!”. Hace tan sólo algunas décadas atrás se hablaba del “solterón” o de
las mujeres que se “quedaron para vestir santos”, hoy la libertad de elegir
cuándo, cómo, dónde y por qué establecer una pareja ha permitido que el criterio
de elección sea más genuino.
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