Eugenia Plano
Corresponsal en Argentina
www.vidapositiva.com
18 de mayo 2012 - Ante este cuadro de situación, además del miedo lógico a
ser víctima de un delito, ¿cuál es el estado psicológico que atraviesan los
argentinos en este sentido? ¿Qué efectos genera el estar constantemente
preocupado y atento a la posibilidad de vivir las consecuencias de la
inseguridad?
La Licenciada Patricia Gubbay de Hanono, Directora de Hémera (Centro de
estudios del estrés y la ansiedad), lo explica: “cuando sentimos que la amenaza
a nuestra seguridad es constante los niveles de ansiedad se elevan”. La
especialista aclara que existen dos tipos de ansiedad: la normal y la
patológica. “La ansiedad normal es necesaria para permitirnos llevar a cabo las
acciones de la vida cotidiana. De no existir nuestra vida correría peligro.
Pero, cuando la ansiedad se vuelve muy elevada, se convierte en patológica.
Empiezan a aparecer síntomas como la taquicardia, falta de aire, mareos, todas
señales que por lo general van acompañadas de pensamientos catastróficos“,
explica la licenciada. Este segundo tipo de ansiedad, es un cuadro que cada vez
es más frecuente entre los argentinos y muchos de los que han sido víctimas de
la inseguridad, vieron afectada su vida cotidiana en la mayoría de sus aspectos.
Pero, no necesariamente quienes vivieron un hecho delictivo se ven
perjudicados. El miedo a que suceda ha generado que cada vez más personas tomen
recaudos casi en forma obsesiva para evitar un posible acontecimiento ligado a
la inseguridad. “Quienes pueden se mudan a barrios cerrados, instalan sistemas
automáticos de vigilancia, blindan sus automóviles, blindan las puertas de sus
viviendas o colocan alarmas. Sin embargo, ninguna de estas acciones logra
devolver la tranquilidad, pues el mundo parece cada vez más peligroso y temible.
Se instrumentan nuevas medidas defensivas que finalmente seguirán propagando y
profundizando el miedo“, advierte la Lic. Patricia Gubbay de Hanono.
Es decir, aunque se tomen todas las medidas posibles el individuo no logra
controlar el miedo y en muchos casos, el pánico, a que un hecho de inseguridad
pueda suceder. El estado de alarma y ansiedad perdura aunque se tomen todos los
recaudos disponibles.
Las razones no son infundadas. “El ciudadano se siente indefenso, el Estado
parece impotente ante la ola de violencias, robos, asesinatos, secuestros…
parece no saber dar respuesta a las necesidades de la comunidad. La solidaridad
social deja de existir, los individuos se aíslan aún dentro de su comunidad
restringida, que hasta el momento había sido percibida como su única fuente de
seguridad y sostén“, explica la Directora de Hémera. Pero, entonces, ¿qué hacer
frente a esta realidad que parece incontrolable y externa a las acciones de una
sociedad civil? Tomar conciencia es la respuesta. Aunque no depende del
individuo llevar a cabo una política efectiva de seguridad, algunas medidas
pueden tomarse para alivianar la carga de miedo, preocupación y ansiedad que
genera el estado de alarma permanente.