En la infancia el ideal es una realidad en sí misma. Los niños
imaginan lugares, personas u objetos de una forma tan maravillosa que cobran
vida, son tan reales como ellos mismos. La idealización también forma parte de
los relatos de la niñez. Los cuentos hablan de príncipes azules y heroínas que
se unen a un amor con garantía de perpetuidad. Pero el ser adulto conlleva
algunas decepciones. Los príncipes pueden desteñirse y las heroínas no suelen
ser tan cálidas. La idealización en el amor es una etapa durante la relación y
luego en la trayectoria de la vida en pareja surge la identidad de un hombre y
una mujer que intentan conectar, ayudarse y sobrellevar sentimientos, emociones
y características de personalidad de manera mutua.
Pero la idealización para algunas personas tiene vida propia,
lejos de una etapa es una realidad que debe mantenerse para poder sostener tanto
su propia imagen como la de su pareja. En este contexto, ¿es posible sostener
una relación? ¿Por qué el ideal se presenta como prioridad? ¿Qué se oculta tras
la idealización? “Cuando nos enamoramos de alguien suponemos que esa persona
tiene cualidades extraordinarias, que es la mejor del mundo, al menos en la
mayoría de los aspectos. Y está bien que nos suceda eso, no en vano se dice que
el amor es ciego, y la experiencia nos ha enseñado a reconocerlo“, explica la
Lic. Teresa González autora de “El peligro de idealizar exageradamente”. Pero,
¿qué sucede cuando las máscaras de la primera etapa caen por su propio peso? “De
pronto la persona maravillosa y extraordinaria se convierte en alguien común y
corriente, pierde todas las virtudes que le veíamos, deja de atraernos y hasta
puede llegar a convertirse en algo despreciable o en enemigo irreconciliable.
¿Qué nos pasó?”, agrega.
Es muy frecuente que quienes tienden a idealizar demasiado no
construyen una imagen real del otro, sino de sí mismos y de su propio deseo de
personalidad. Sus carencias se proyectan en aquel hombre o aquella mujer que le
gustaría ser. Pero, la verdad llega, y tarde o temprano la ficción se desmorona.
“Considerar que alguien es demasiado perfecto significa idealizarlo, y al
idealizarlo le atribuimos encantos que no posee. Así es como nos ponemos fuera
de la realidad, y ésta se toma revancha. Es entonces cuando el velo de la
ilusión se descorre para mostrar el crudo rostro de la verdad; y entonces, el
mundo se nos viene abajo“, afirma la Lic. González.
Las consecuencias de conocer la verdad de otro para este tipo de
personalidades pueden ser abrumador. “Posiblemente la persona a la que
idealizamos no merece ser colocada ni en un extremo ni en el otro; ni un dechado
de virtudes ni una suma de defectos; pero la frustración que llegamos a sentir
al advertir nuestra engañosa percepción puede deprimirnos y conducirnos a las
conclusiones más extravagantes e igual de exageradas“, explica la especialista.
Entonces, en lugar de conocer, comprender y descubrir la verdadera identidad de
la pareja, la frustración es tal que quien idealiza puede optar por la
finalización de la relación, ya que sus deseos no fueron satisfechos. La Lic.
González también reconoce otro tipo de idealización vinculado con personas que
necesitan el permanente reconocimiento de su pareja para poder identificarse y
actuar o pensar en consecuencia. “Cuando alguien idealiza tanto a una persona le
otorga plenos poderes haciéndola, prácticamente, dueña de su vida. Llega a
valorarla tanto que su opinión se convierte en palabra santa, y aquí es donde el
conflicto queda expresado con mayor gravedad, pues podemos convertirnos en
títeres de su opinión y creer que somos como realmente esa persona nos ve y nos
califica, aun cuando sea en detrimento nuestro. Nos volvemos dependientes y
llegamos a minimizar hasta nuestra propia opinión y nuestro más auténtico
sentir”, explica.
La autora de “El peligro de idealizar exageradamente” advierte
que las personas que padecen la idealización como patrón en sus relaciones
generalmente son hombres o mujeres con escasa autovaloración. “Para revertir esa
situación hay que comenzar por cambiar nuestros pensamientos acerca de nosotros
mismos. Al autovalorarnos comenzamos a vernos con la misma mirada halagadora con
que vemos al otro. Poder observarse y constatar si nuestros pensamientos son
originados por causas reales o si sólo están obedeciendo a mandatos que nos han
impuesto desde afuera es fundamental para poder corregir esta tendencia a
idealizar desmesuradamente“,
concluye la Lic. González.
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