20/7/2012
Amistad
siglo XXI: amigos con derecho a roce
Entran en una categoría
especial. No son nuestros novios ni nuestros amantes,
de hecho, ni
siquiera existe la mínima posibilidad de tener un futuro amoroso
con ellos. Son parte de una relación en la que abundan la
exploración,
las búsquedas y el
sexo. Resultado del cambio que vivimos las mujeres,
con ellos todo
vale, excepto enamorarse.
Gabriela Zanguitu
gzanguitu@agea.com.ar / t: @gzanguitu
19.07.2012 | Día del amigo
Llegó el día del amigo. Inmediatamente pensamos en aquellas personas con las
que compartimos experiencias desde hace mucho o poco tiempo, que nos contienen,
nos escuchan, nos cuentan sus cosas y, en muchos casos, hasta saben más de
nosotras que nosotras mismas.
Pero también están ellos, una clase distinta, una categoría especial que –de
a poco- las mujeres fuimos incorporando en nuestras vidas. En su libro “Amigos
con derecho a roce. Manual de abusos y costumbres”, de Editorial Vergara,
Verónica Malamfant nos deja una definición perfecta: un amigo con derecho a roce
(ADR) “es toda persona que esté disponible para nosotras en todo momento y que
cumpla con el conjunto de normas de convivencia para tener fricción”.
Un poco de historia
Hasta hace pocos años, las mujeres queríamos amor; ellos, sexo. Nosotras nos
involucrábamos en cuerpo y alma en las relaciones; ellos, no. Nosotras
buscábamos un marido; ellos, una amante. Afortunadamente, todo cambió. Entre
reuniones de tupper sex y stilettos híper sensuales, los prejuicios se fueron
alejando, nos encontramos con el placer y redescubrimos nuestro cuerpo. “La
evolución de las costumbres transformaron uno a uno los conceptos con los que
veníamos jugando y aprendiendo a sobrellevar la soltería –en algunos casos- y
–en otros- rupturas de relaciones largas y que no llegaron a buen término. Desde
la antigüedad y hasta las chicas de “Sex and the City”, todo había cambiado.
Debíamos salir (por cuestiones obvias) a este mundo trastocado, ágil y dinámico
como el power plate, ese plato que te sacude cada músculo de tu cuerpo y te
convierte en alguien tonificado por la sola vibración”, describe Malamfant.
Y es en ese mundo cambiante, vibrante, diferente, donde entran los ADR.
Historias especiales, amigos especiales
La tranquilidad de saber que nuestros queridos ADR están ahí, siempre, y que
tal vez se queden para el resto de nuestras vidas es reconfortante. Pero,
cuidado, es momento de entender la primera condición de estas relaciones: lejos
de lo que proponen las comedias de Hollywood o las novelas rosas, con ellos no
hay compromiso emocional ni ataduras de ningún tipo. “Con un ADR no se habla de
noviazgo, casamiento y planes a futuro”, explica la autora. Y en tren de seguir
describiendo estas relaciones, agrega: “(…) los ADR no deben ser tomados muy
livianamente porque ante que nada son amigos, y se debe corresponder a todas las
necesidades que la amistad conlleva. Como toda relación, y sobre todo sexual,
debe haber respeto mutuo y honestidad, aunque más no sea para decirle ‘solamente
sos un fucking program’”.
Si bien parecen ser relaciones simples, vividas en (y con) absoluta libertad,
para Malamfant “son sinónimo de complejidad, y eso está dado por las reglas
intrínsecas, el lenguaje adulto y desprejuiciado, la cabeza abierta y demás
cosas que hacen que sean únicas e intransferibles”.
¿Miedo al compromiso? ¿Egoísmo? ¿Búsqueda de una eterna adolescencia donde un
futuro de a dos se ve como algo lejano? ¿O manotazo de ahogada frente a la
negativa masculina a formar pareja? En palabras de la autora: “Tal vez las
mujeres, en mayor medida, somos las más ilusas por vivir una buena historia
amorosa; tal vez caiga en esos lugares comunes y sea banalmente eterna. Pero
llegar a eso puede costarnos gran parte de nuestra vida. Y muchas no estamos
dispuestas a arriesgarnos”.
Son amigos especiales. A ellos nos une no sólo el amor sino también el sexo.
Son relaciones con códigos, maduras, adultas. Pero, también, son relaciones que
nos alejan del compromiso formal y de los proyectos compartidos.
Fuente: http://www.entremujeres.com/
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