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General: RUSIA-EE.UU
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 04/09/2014 06:49

RUSIA-EE.UU

La beligerancia más allá de los colores

¿Se inicia una nueva Guerra Fría?

Por OMAR RAFAEL GARCIA LAZO internacionales@bohemia.cu

3 de septiembre de 2014

Obama y Putin
Los Estados Unidos intentan frenar la proyección de Rusia. (Internet)

Sin duda, China resulta un gran rival económico y político para Washington, a pesar de que dista aún del poder tecnológico y militar que conserva EE.UU. Y Rusia es un gran contendiente político y tecnológico-militar, no obstante las décadas perdidas que Putin viene recuperando. Juntas, ambas potencias constituyen un verdadero dolor de cabeza para el que la industria farmacéutica estadounidense no ha podido encontrar remedio.

Sin embargo, en el mediano plazo, la evidencia demuestra que el Tío Sam tiene en la mira principal a Moscú. La desintegración de la URSS abrió las puertas de la etapa unipolar con EE.UU. como potencia dominante, aunque desde mucho antes de su derrumbe ya la Unión Soviética estaba cediendo espacio en la arena internacional. Así lo demuestra la desesperación de Gorbachov por alcanzar entonces un acuerdo nuclear y la impotencia ante el afán guerrerista de Bush padre con la consecuente primera Guerra del Golfo contra Irak. Actitud sujeta, entre otras cosas, a los “incentivos” económicos que recibía Moscú de Occidente, en un momento en que la economía roja iba en picada.

Arriada la bandera de la hoz y el martillo del Kremlin, la Rusia postsoviética heredó no solo los misiles nucleares y los cohetes espaciales, sino también el desplome económico, el orgullo maltrecho y la ingenua sensación de haber entrado en el mundo capitalista por la puerta ancha, después de haber contribuido con el fin de la primera “Guerra Fría”. Quiero creer que más que cinismo o torpeza, hubo una gran carga de ingenuidad en Mijaíl Gorbachov y los advenedizos líderes de la “nueva” Rusia al pensar que Washington, virtual ganador de la porfía iniciada en la Conferencia de Teherán en 1943, se convertiría, al menos, en un socio transparente.

Los tanques por delante

Blindado de la OTAN avanzando
Rusia EE.UU: ¿Por qué tanto interés norteamericano y sus
principales aliados de acercar la OTAN a las fronteras rusas?
(Internet)

Iniciada la última década del siglo XX, la mesa estaba servida y el plato fuerte era Oso. Así lo vio el establishment estadounidense, que, con gran apresto se encargó de hacer todo lo posible por ampliar la OTAN y ocupar los espacios que Moscú, después del desteñimiento, no pudo mantener bajo su órbita. Ni un rublo devaluado valió la promesa hecha por Bush padre a Gorbachov de mantener las fronteras de la OTAN inalterables después de la caída del Muro de Berlín y la disolución del Pacto de Varsovia.

¿Por qué tanto interés de EE.UU. y sus principales aliados de acercar la OTAN a las fronteras rusas? ¿No había cambiado su casaca roja y jugaba ya en la Bolsa? ¿O acaso el problema no era solo la casaca, sino el potencial que había debajo de ella?
Si algo no han hecho nunca los halcones estadounidenses es bajar la guardia frente a Rusia, sea cual sea el color de su camiseta. Son muchos los motivos históricos, culturales, económicos, estratégicos y políticos que explican la animadversión natural que se respira en Washington contra Moscú. No fue un acto festinado, sino una estrategia bien delineada la que implementó la OTAN hacia los viejos satélites de Moscú. En 1999 se alistaron en el pacto atlántico bajo las órdenes de Washington, Hungría, Polonia y la República Checa. En 2004 lo hicieron Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia, junto con las tres repúblicas exsoviéticas del mar Báltico: Estonia, Lituania y Letonia. Ese mismo año se incorporó Rumania y en 2009 entraron Croacia y Albania.

Como si no bastara, los gobiernos de Azerbaiyán, Georgia y Ucrania han demostrado, en diversas oportunidades durante estos años, su interés por ingresar en el Tratado y desde Washington solo se escuchan aplausos. Ucrania sería la Joya de la Corona atlántica contra Rusia. Una Ucrania en la OTAN y en la Unión Europea, es decir, fuera de la influencia rusa, significaría un puñal en su vientre y la perdida del balcón a Europa. Además, obligaría a Moscú a transformar su esquema estratégico de defensa, pues no solo tendría al enemigo en la nariz, sino que casi las 3/4 partes de las riberas del mar Negro estarían controladas por países miembros de la Alianza bélica.

Pero EE.UU. no se empeñó solo en desplazar las fronteras otanistas, con todas sus implicaciones políticas, estratégico-militares y de inteligencia. El escudo antimisiles, heredero de la Iniciativa de Defensa Estratégica o “Guerra de las Galaxias”, de la era Reagan, fue y sigue siendo un objetivo contra la capacidad estratégica de Rusia. El flanco oriental de Rusia tampoco escapó a la actividad estadounidense, aunque con menos éxito. Con la arremetida contra Afganistán, Washington logró establecer personal militar en Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán, y en estos dos últimos llegó a instalar dos bases militares, ambas cerradas. Sin embargo, el saldo final de estos movimientos ha sido favorable a Moscú.

Los casos de Libia, Siria e Irán no pueden verse solo desde un prisma regional y como meras acciones estadounidenses y de sus aliados para garantizar intereses puntuales, influir en las lógicas políticas regionales y controlar recursos naturales o vías de distribución y comercio. El objetivo final de estas acciones es reducir las fronteras de influencia de una Rusia que ha fortalecido su rol como potencia mundial.

El matiz económico

La paulatina recuperación económica de Rusia en los últimos 10 años se convirtió en una gran preocupación para EE.UU., que ya tenía bastante con las llamaradas que exhalaba China desde Asia. A esta situación se sumó el creciente acercamiento de Moscú y Beijing, que, dejando atrás diferencias y fricciones, se concentraron en hacer avanzar las relaciones en todos los órdenes sobre la base de intereses compartidos y necesidades comunes.

El papel de Rusia en los Brics, la Organización de Cooperación de Shanghái y la Unión Económica Euroasiática (Rusia, Bielorrusia y Kazajstán), su reposicionamiento en América Latina, su participación en el proyecto de la nueva ruta de la seda, así como los planes petrolíferos y gasíferos que contemplan importantes inversiones para ampliar la distribución y la conexión entre Asia, Asia Central, Rusia y Europa, constituyen factores que alteran los nervios de los halcones norteamericanos. En respuesta a semejantes avances, EE.UU. ha intentado desplazar a Rusia de sus mercados energéticos europeos con el apoyo a la construcción del oleoducto Bakú-Tblisi-Ceyhan, en funcionamiento desde 2006, que tiene como finalidad llevar el combustible de Azerbaiyán al Mediterráneo con destino a Europa. Otro proyecto, con igual meta, es el gasoducto Nabucco, que busca conectar directamente a una parte del Viejo Continente con las fuentes de gas del Mar Caspio (Azerbaiyán y Turkmenistán), y de Irak y Egipto, lo que afectaría sensiblemente las exportaciones rusas.

Otra de las maniobras económicas de EE.UU. contra Moscú han sido las presiones a gobiernos europeos para impedir la materialización del gasoducto ruso South Stream, que le permitiría a la Federación ampliar sus ventas y sacar a Ucrania de la ruta de distribución actual y evitar los constantes desacuerdos y tensiones con Kiev por el precio del gas. En este sentido se debe interpretar el caos provocado por EE.UU. en Ucrania. El objetivo, más allá de instalar los fierros con bandera de la OTAN en territorio ucraniano, es incendiar el vecindario ruso y desestabilizar a la renacida potencia, obstaculizando sus relaciones económicas con Europa y de paso romper cualquier posibilidad de un mayor vínculo del Viejo Continente con Asia a través de Rusia. Una Eurasia dinámica y con intercambios fluidos no es de interés para Washington.

Lo más curioso es que Europa es consciente de esto, pero ya el burdel está tomado. Muy cerca está la aprobación del Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversión, un acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y la Unión Europea, que pretende convertirse en una de las hojas de la tenaza que frenaría a Rusia y China, pues la otra hoja amaga por el Oriente, con el atascado Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica.

Las recientes sanciones contra Rusia, anunciadas por Obama y que la Unión Europea secunda con necio entusiasmo, están enfocadas al mismo objetivo: debilitar la economía rusa y con ello, frenar el despertar de Rusia, principal contendiente político y tecnológico-militar que tiene actualmente EE.UU. Se trata, sin duda, de una nueva Guerra Fría, pero, a diferencia de la anterior, hoy existe conciencia en Moscú y en otros importantes actores globales en ascenso sobre la importancia de la multipolaridad y la cooperación, para dejar atrás, definitivamente, los tiempos unipolares.



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