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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 04/01/2015 12:25

Rosa Luxemburgo, 90 años de su detencion

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Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo, 90 años de su detencion
Por David Arrabalí, de Mundo Obrero de España

Hace 90 años, la noche del 15 de enero de 1919, en Berlín, fue detenida Rosa Luxemburgo: una mujer indefensa con cabellos grises, demacrada y exhausta. Una mujer mayor, que aparentaba mucho más de los 48 años que tenía.

Uno de los soldados que la rodeaban, le obligó a seguir a empujones, y la multitud burlona y llena de odio que se agolpaba en el vestíbulo del Hotel Eden le saludó con insultos. Ella alzó su frente ante la multitud y miró a los soldados y a los huéspedes del hotel que se mofaban de ella con sus ojos negros y orgullosos. Y aquellos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, “la rosa roja”, “la judía”.

Le insultaron: “Rosita, ahí viene la vieja puta”. Ellos odiaban todo lo que esta mujer había representado en Alemania durante dos décadas: la firme creencia en la idea del socialismo, el feminismo, el antimilitarismo y la oposición a la guerra, que ellos habían perdido en noviembre de 1918. En los días previos los soldados habían aplastado el levantamiento de trabajadores en Berlín. Ahora ellos eran los amos. Y Rosa les había desafiado en su último artículo:

«¡El orden reina en Berlín! ¡Ah! ¡Estúpidos e insensatos verdugos! No os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo soy, yo seré!».
La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien.

El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.

Los soldados levantaron el cuerpo de Rosa. La sangre brotaba de su boca y nariz. La llevaron al vehículo. Sentaron a Rosa entre los dos soldados en el asiento de atrás. Hacía poco que el coche había arrancado cuando le dispararon un tiro a quemarropa. Se pudo escuchar en el hotel.

La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:

La Rosa roja ahora también ha desaparecido.
Dónde se encuentra es desconocido.
Porque ella a los pobres la verdad ha dicho
Los ricos del mundo la han extinguido.

Pocos meses después, el 31 de mayo, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.

En el año 1962, 43 años después de su muerte, el Gobierno Federal alemán declaró que su asesinato había sido una “ejecución acorde con la ley marcial”. Hace sólo diez años que una investigación oficial concluyó que las tropas de asalto, que habían recibido órdenes y dinero de los gobernantes socialdemócratas, fueron los autores materiales de su muerte y la de Karl Liebknecht.
alemania

El mes de enero suele ser una de las fechas más esperanzadoras para todos aquellos alemanes que aún creen en una alternativa izquierdista al actual sistema neoliberal. Hasta el próximo 15 enero se celebrará la ya tradicional conferencia internacional «Rosa Luxemburg» que finalizará con la manifestación que ese día recorrerá, en honor de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, las calles de Berlín camino del «cementerio de los socialistas».

Esta manifestación a la que los años pasados asistieron cien mil personas, junto con la Conferencia organizada por el diario izquierdista Junge Welt, se celebra cada año con motivo del asesinato, el 15 enero de 1919, de la luchadora social alemana, de origen polaco, Rosa Luxemburgo, figura central del socialismo internacional revolucionario y fundadora del Partido Comunista Alemán (KPD), partido político ilegalizado por el gobierno alemán y prohibido en la actualidad en ese país.

Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht. Nació el 5 de marzo de 1871. Mucha gente sigue la tradición de la Alemania oriental de asistir a la manifestación para recordarla, su respeto lo demuestran depositando claveles rojos en el monumento dedicado a la «Rosa Roja» y a los socialistas y comunistas que trabajaron por un mundo mejor.

“Qué extraordinario es el tiempo que vivimos”, escribía Rosa Luxemburgo en 1906. “Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado”.

Rosa Luxemburgo vivió y murió en un tiempo de transición, como el nuestro, en el que un mundo viejo se hundía y otro surgía de los escombros de la guerra. Sus compañeros intentaron construir el socialismo, sus asesinos y enemigos ayudaron a Adolf Hitler a subir al poder.

Hoy, cuando el capitalismo demuestra una vez más que la guerra no es un accidente, sino una parte irrenunciable de su estrategia. Cuando los partidos y organizaciones “tradicionales” se ven en la obligación de cuestionar sus formas de actuar ante el abandono de las masas. Cuando la izquierda transformadora aboga exclusivamente por el parlamentarismo como vía para el cambio social. Cuando nos encontramos ante una enorme crisis del modelo de democracia representativa y los argumentos políticos se reducen al “voto útil”. Hoy, decimos, Rosa Luxemburgo se convierte en referente indispensable en los grandes debates de la izquierda. No es sino su voz la que se escucha bajo el lema, aparentemente novedoso: “Otro mundo es posible”. Ella lo formuló con un poco más de urgencia: “Socialismo o barbarie”.

Su pensamiento, su compromiso y su desbordante humanidad nos sirven de referencia en nuestra lucha para que este nuevo siglo no sea también el de la barbarie.
Socialismo

* David Arrabalí es miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero y master en Materialismo Histórico y Teoría Crítica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

[Texto gentileza de Rosina Valcárcel y Cristina Castello http://www.cristinacastello.com]
Fuente: Agenda de reflexion (http://www.agendadereflexion.com.ar


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 04/01/2015 13:07

“El orden reina en Berlín”, de Rosa Luxemburgo

Categoría: Pensamiento,Reseñas,top1 | y tagged con | | | |

Por Layla Martínez. 

Rosa Luxemburgo

Es la madrugada del 15 de enero, y en Berlín el termómetro no supera los cero grados desde hace días. A pesar del frío y de lo avanzado de la noche, varios automóviles se detienen frente al número 53 de la calle Mannheimer. Los soldados que bajan de su interior entran en el edificio y sacan a rastras a dos hombres y una mujer. Los detenidos enseñan documentación falsa, pero un confidente los identifica como Karl Liebnecht, Wilham Pieck y Rosa Luxemburgo. El Gobierno, en manos del partido socialdemócrata, no se conformará con haber aplastado el levantamiento en el que los espartaquistas habían tenido un papel decisivo. En las semanas siguientes se llevarán a cabo cientos de detenciones y ejecuciones a manos del Estado. La contrarrevolución necesita sangre.

Los tres detenidos son conducidos al hotel Eden, donde les obligan a prestar declaración en medio de los golpes y las torturas que les infligen los soldados. El primero en salir es Karl Liebnecht, que es derribado a culatazos y obligado a subir a un coche. A pocos kilómetros de allí, será arrastrado fuera del automóvil y ejecutado de un tiro por la espalda. Rosa Luxemburgo será la siguiente. El coche que transporta a Liebnecht acaba de arrancar cuando la militante espartaquista es sacada por la fuerza del hotel. Delante de la puerta la espera Runge, el soldado que ha recibido la orden de ejecutarla. Golpe tras golpe, Runge destroza el cráneo de Luxemburgo con la culata de su fusil, pero ni siquiera eso consigue matarla. Cansado del espectáculo, el teniente Vogel le pega un tiro de gracia y ordena que se arroje su cuerpo al canal. El cadáver no será encontrado hasta varios meses más tarde, en mayo de ese mismo año.

Al día siguiente, el fallecimiento de Liebnecht y Luxemburgo aparecerá en toda la prensa, pero su muerte no era ninguna sorpresa. Desde el fracaso del levantamiento en noviembre, las calles de Berlín se habían llenado con carteles en los que se podía leer: “Si quieres tener pan, trabajo y paz, mata a Liebnecht y Rosa Luxemburgo”. Además, los propios dirigentes socialdemócratas no habían dudado en echar mano de voluntarios de extrema derecha –los Freikorps- para perseguir a las cabezas visibles del levantamiento. Sin embargo, Luxemburgo no se plantea abandonar el país. La última noche de su vida, con el cerco echado sobre el 53 de la calle Manheimer, la pasará escribiendo un último texto, “El orden reina en Berlín”. Consciente de que la situación es crítica, en el libelo aprovecha para hacer un alegato en favor de la revolución. Para ella, el fracaso del levantamiento de noviembre no es sino otra muestra de que la insurrección está destinada a triunfar: “La revolución es la única forma de guerra en la que la victoria final solo puede ser preparada a través de una serie de derrotas”. La insurrección debe continuar a pesar de todo. Su peor enemigo es la propia inacción de las masas, la parálisis de los que deberían llevarla a cabo: “hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad, después de haber dado un primer paso hacia delante. La mejor defensa es el ataque.”

“El orden reina en Berlín”, Piedra Papel Libros

De esta forma, con “El orden reina en Berlín” vuelve sobre lo que había sido un eje vertebrador de su pensamiento: el intento de superar la parálisis en la que caían las teorías socialistas cuando eran enfrentadas con la práctica. La propuesta de Luxemburgo parte de la necesidad de superar las discusiones teóricas acerca de si se daban o no las condiciones para que se produjese la revolución o sobre la forma en que esta debía llevarse a cabo. Lo importante es poner en marcha un movimiento que utilice la acción directa como estrategia política y que rechace la integración en las instituciones del sistema. No importa que los medios que se utilicen para ello sean legales o ilegales, porque para Rosa Luxemburgo esa distinción es solo una estrategia del poder para criminalizar a los movimientos populares. Tampoco es necesario esperar a que se den unas determinadas condiciones como que se cree una conciencia de clase o que los obreros se doten de unas estructuras organizativas propias. Para Luxemburgo, la conciencia de clase no es algo previo a la lucha, sino algo que surge en el transcurso de ella,  y la distinción entre organización y espontaneidad carece de importancia: una y otra no son más que momentos diferentes de un mismo proceso revolucionario.

Esta necesidad de superar la parálisis en la que caen con frecuencia las ideologías socialistas cuando se ven enfrentadas a una movilización popular es sin duda uno de los aspectos más actuales del pensamiento de Rosa Luxemburgo. Su propuesta de un movimiento basado en la acción directa y en permanente construcción es hoy más vigente que nunca, cuando los partidos políticos y los sindicatos convencionales parecen incapaces de canalizar la protesta política y cuando son los movimientos asamblearios los encargados de generar alternativas. La necesidad de recurrir a experiencias pasadas para evitar la parálisis y la inacción en la que pueden caer estos movimientos hace que la revisión de textos como “El orden reina en Berlín” sea una tarea prioritaria. Con la reedición a muy bajo coste de textos clásicos de autores como Rosa Luxemburgo o Andreu Nin, la joven editorial de libros, libelos y fanzines Piedra Papel Libros aborda una tarea compleja y arriesgada, pero necesaria para replantear el estado actual de las cosas y generar alternativas. Al fin y al cabo, como en noviembre de 1919, los poderosos también se jactan ahora del orden impuesto en Berlín. Lo que no saben es que, como entonces, quizá también la insurrección aguarda su momento entre las sombras. 

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El orden reina en Berlín

Rosa Luxemburgo

Piedra Papel Libros, 2013



 
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