La megalomanía está asociada al poder. Julio César, Napoleón o Hitler son personajes históricos a los que se les ha atribuido rasgos megalómanos y narcisistas que les impulsaron a conquistar el mundo.
Este rasgo o trastorno de la personalidad ha salido ahora a la palestra con el caso del joven Francisco Nicolás Gómez Iglesias, de 20 años, en libertad provisional por hacerse pasar por asesor del Gobierno y del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) con uso de documentación falsa. El informe médico forense, que recoge el auto de la jueza de instrucción número 24 de Madrid, ha observado en él “una florida ideación delirante de tipo megalomaniáco”.
¿Qué es la megalomanía?
Los psiquiatras y los psicólogos distinguen entre:
- Rasgos o trastorno de personalidad megalomaniáca: Cuando la forma de ser de una persona está influida por un concepto grandioso de sí mismo, una autoestima alta que les lleva a sesgar, alterar o filtrar la realidad. En general, están satisfechos con su forma de ser. Sin embargo, con tratamiento pueden llegar a darse cuenta de esta alteración.
- Trastorno delirante megalomaniáco: Cuando una persona, en un momento de su vida y durante al menos un mes, se ve inmersa en un delirio y se ve alguien único, grandioso. Dentro de ese delirio, existe un corte abrupto con la realidad objetiva. Para estos individuos, su visión de sí mismos y de la realidad es la única posible. La inflexibilidad para reconocer otro tipo de realidad, es muy marcada.
Para el psicólogo José Serrano, del gabinete Área Humana, mientras los rasgos megalomaníacos forman parte de una personalidad conformada desde la infancia y que se desarrolla plenamente en la edad adulta, el trastorno delirante aparece en un momento dado.
Laura Ruiz, psiquiatra en los centros médicos Milenium Sanitas y en el centro Área Humana, explica que en el trastorno megalomaníaco aparecen ideas delirantes, como creerse dios o un profeta, por ejemplo. Siempre fuera de la realidad y con una idea fija difícil de revocar.
Por otro lado, los rasgos megalomaníacos son más frecuentes en la sociedad como parte de los trastornos de personalidad que “pueden pasar desapercibidos en puestos de más capacidad o de más poder, en personas relevantes”.