Como cascadas de muchas aguas,
Como lava de fuego
Tú penetras en mi alma
Amado mío en estas horas silentes
Esparces tu dulce roció
Sobre mi piel sedienta
Bañas mi cuerpo
Señalas el fin de puertas cerradas.
¡Oh daga de carne!
Ninguna palabra vibra,
Y no escuchas mi suplica
Cuando arremetes victoriosa
En el rincón más oscuro
De mis cavernas.