Acurrucada en la penumbra de la habitación,
añoro tus ágiles y alegres pasos,
que rebotaban sobre el suelo
como un suave tango extraviado,
como una gacela sin norte,
como un bajel sin timón.
Sueño que percibo tu aroma, mezclado
con la añeja telaraña del olvido;
ese pasado empeñado en vivir en el presente,
un presente futuro, y por ello ausente.
Contemplo extasiada tu cuerpo desnudo,
que se me hurta pudoroso…, tal vez coqueto,
esperando mis palabras enamoradas,
mis súplicas apasionadas,
mi insistencia ilusionada...
Me contemplo a mí misma, entre tinieblas,
pereciendo bajo el desdén de las notas desafinadas
de un piano de cola que, con manos expertas
pero inclementes, martilleas a ritmo de no.
Tu seductor frac me encandila,
pues a través suyo percibo tu esencia corpórea.
Sonrío dichosa entre la niebla de mi pesadilla,
y, perdida entre sueños, olvido tu historia.